Revista Opinión

El “modelo” Estenssoro

Publicado el 26 abril 2012 por Partidoobrerocordoba
Un mes y medio antes de la expropiación a Repsol, Cristina Kirchner se despachó en el Congreso con un elogio que sorprendió a muchos. El beneficiario fue el fallecido José Estenssoro, presidente de YPF bajo el menemismo. Otros oficialistas vienen señalando, desde entonces, que el “modelo” del gobierno para la ‘nueva’ YPF es la gestión Estenssoro. Esas intenciones acaban de tener otra confirmación: nada menos que María Estenssoro, representante de Carrió en el Senado y principal propagandista de la gestión de su padre, resolvió abstenerse en la votación de la ley del gobierno. Es que, según ella, los objetivos son “nobles”, aunque no los “procedimientos”. La “nobleza” alude a la empresa mixta, que cotiza en Bolsa pero con un “Estado presente”. La Ley que expropia a Repsol promete para YPF un “gerenciamiento profesionalizado”, el mismo cliché con el que suele mistificarse la gestión de Estenssoro en la YPF de los ‘90. Más allá de su título profesional, “el ingeniero” era un empresario de la industria petrolera, que hasta logró adjudicaciones de áreas en favor de su empresa en aquellos años.
En el ranking de los peculados contra el país, la privatización de YPF que comandó Estenssoro compite con el préstamo de la Baring Brothers o con el pacto Roca-Runciman.
Menem-Cavallo fijaron el precio de la acción de YPF en un tope de veinte dólares, lo que implicó una valuación de la compañía de 7.000 millones. Pero de acuerdo con las reservas de hidrocarburos de la compañía, el precio de la compañía no bajaba de los 17.000. Prensa Obrera, en aquel momento, planteó: “Después de YPF, a Devoto” (PO Nº 695, 6/7/1993). De todos modos, la propia contabilización de las reservas era un fraude: a través de consultoras “amigas”, Estenssoro, que ya era presidente de YPF desde su conversión en sociedad anónima (1992), se las arregló para que esas reservas fueran subestimadas antes de la venta parcial de las acciones. Apenas meses después de la privatización, empezaron a “subir”. Como resultado de este proceso, el Estado retuvo el 20% de YPF y las provincias otro 12%, mientras que bancos y fondos de inversión locales e internacionales compraron el 46% de las acciones. En años posteriores, la parte privada del capital fue ampliando progresivamente su participación.
Bajo la gestión “profesionalizada” de Estenssoro, YPF despidió a 30.000 trabajadores y vendió a petroleras privadas sus refinerías de Salta y de San Lorenzo. Con esos recursos, se inició el avance internacional de la empresa mixta, cuyo paso más importante consistía en un entrelazamiento de intereses con la petrolera Maxxus, de Dallas. En su discurso del Congreso, Cristina Kirchner deslizó la sospecha de que la muerte de Estenssoro, en un accidente aéreo, fue el resultado de una lucha de intereses en torno de esa “asociación global”. En cualquier caso, está claro que el hombre avanzó con el desguace de YPF como petrolera nacional, para juntar fondos en favor de negocios internacionales. Cinco años después de esa privatización parcial, Repsol se quedaba con el 100% de la compañía.
Esta es la gestión que reivindican los ‘nacionales y populares’. Podrán argumentar que la YPF “K” preserva el 51% de las acciones para el Estado. Pero la posibilidad de que crezca la participación privada, por caso, con nuevas emisiones de acciones para la ampliación de su capital, no está exceptuada por la ley enviada al Congreso -sólo exige para ello una mayoría parlamentaria especial. Las versiones sobre el nuevo management ypefiano incluyen entre sus nombres a Oscar Vicente, el presidente de Perez Companc en los años de oro de las privatizaciones. O sea, un nuevo Estenssoro. Con estas perspectivas, se comprende por qué el arco de adhesiones parlamentarias ya se engulló a Menem y le está haciendo cosquillas a los compañeros de Carrió y Prat Gay.
M. R.

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