¿Cuántas veces quieres hacer algo pero no crees que sea el momento adecuado? Yo me considero experta en esto. Siempre esperando la ocasión perfecta, el momento y tiempo ideal, los materiales mejores y más apropiados… Cualquier objeción es buen motivo para no hacer lo que quiero hacer y seguir esperando. Y así pasa lo que pasa: que nunca lo hago. Se me da muy bien esperar ese momento maravilloso y bien planificado, sin pegas, que no llega jamás.
Reconozco que tengo temporadas mejores y temporadas peores. Por ejemplo, esta forma de actuar (o de no actuar) se intensifica cuando hay caos y desorden a mi alrededor. En esas circunstancias, antepongo cualquier tontería a hacer lo que de verdad quiero hacer. Me digo cosas como “cuando pongas orden aquí” o “después de hacer limpieza de esto te pones a ello”. Admiro a la gente que es capaz de trabajar y ser productiva teniendo todo patas arriba, porque a mí me resulta imposible. Mi cabeza no deja de distraerse pensando en todo lo que hay por medio, cuál será el mejor sitio para colocarlo, etc. Y al final acabo procrastinando en función de cosas irrelevantes.
Ahora mismo estoy pasando por una de esas épocas. La mudanza me tiene paralizada. Soy capaz de hacer cosas, sí, pero a ratitos y en tandas pequeñas. Y es algo que choca con mi forma de trabajar, al menos, con mi forma habitual de trabajar. Es como si estuviera dividida en dos mitades: una que no puede hacer nada y otra a la que le rebosan las ideas y los planes. Y cada día es una pequeña batalla entre las dos (que me deja agotada). Lo único que quiero son vacaciones.
Por eso he decidido empezar a aplicarme algo en lo que creo firmemente: el momento perfecto es ahora. Mejor hecho que perfecto. Porque vamos a dejar de engañarnos, ¡ese estado ideal no va a presentarse solo por quererlo! La vida es caprichosa y la mayor parte del tiempo dista mucho de ser perfecta. Así que solo nos queda una cosa, trabajar con lo que tenemos. Aunque no sea lo ideal ni lo que deseamos, es lo real. Lo que tenemos delante y lo que podemos aprovechar. Hay que hacer camino trabajando. Y si lo que debo o tengo que hacer no es lo que quiero, entonces la fórmula es simple: ir cambiándolo por lo que sí quiero hacer, poquito a poco. Así podremos vivir una vida con mucho más sentido e intención.
Estoy aplicándomelo, un paso al día. De terminar de organizar cosas de la mudanza y colocar, hablamos otro día ;)