Monago petitorio, iglesia de Santa María la Antigua de Valladolid.
Foto tratada a partir de un original de Luis Fernández García.
Allí, a la entrada de la ermita, con su eterno gesto de modosito pedigüeño y la caja de pedir entre las manos, estaba uno de los mejores amigos de mi infancia. Y, sin lugar a dudas, el más callado. Muchas veces acerqué mi oído al blanco roquete —aprendí la palabra entonces y aún no la he olvidado—a ver si respiraba. Aunque bien sabía yo que no.
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