En Zaragoza, cerca del desierto de los Monegros, el agua se despeña libre en un remanso de paz llamado el Monasterio de Piedra. Siempre he pensado que a lo largo de la historia los más listos han sido los monjes que buscaban los mejores sitios y se los agenciaban, y este no podía ser menos. Corría el año 1194 cuando comenzó a construirse el monasterio para una orden cisterciense que veintitrés años más tarde se asentaría en el lugar. Permanecieron entre toda esta belleza natural hasta el siglo XVIII que fue ocupado por el ejército francés en la guerra de la Independencia. En 1835 llegó la desamortización de Mendizabal y con ella la expropiación del monasterio y sus tierras, que finalmente pasaron a manos privadas en 1840 en una subasta pública.
El lugar fue declarado como Sitio Histórico el 28 de diciembre de 1945. Foto: Sara Gordón
Pero de todo esto hace ya mucho tiempo, hoy en día las antiguas estancias monacales son habitaciones de un hotel de lujo con spa e hidromasajes, si los cistercienses hubieran sabido de tanta ostentación…
Los trece monjes que fundaron el monasterio venía del de Poblet. Foto: Sara Gordón
Lo realmente impresionante del lugar es el parque natural que consta de un recorrido de unos cinco kilómetros que te lleva a saltos cada vez más bonitos. El sonido del agua te acompaña durante toda tu estancia como hilo conductor de una naturaleza desbordante y grutas naturales de ensueño. En algún momento del recorrido hay miradores desde los que puedes admirar el parque como un oasis verde con el monasterio en el centro. Merece la pena reservar toda una mañana larga para la visita, si te gusta la foto divagarás durante horas con efectos sedosos.
El baño de Diana y al fondo la Cascada la Caprichosa. Foto: Sara Gordón
Cascada Trinidad. Foto: Sara Gordón
Hilos de agua. Foto: Sara Gordón
El responsable del paisaje es el río Piedra. Foto: Sara Gordón
Cueva de la cascada Cola de Caballo. Foto: Sara Gordón
La cascada Cola de Caballo es la más espectacular con más de 50 metros. Foto: Sara Gordón
La visita incluye un espectáculo de aves.
Buitre leonado. Foto: Sara Gordón
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