Hace mucho tiempo que todo y seguir creyendo en Dios, como católico ya no creo en la Iglesia. La razón es la continua falta de seriedad y la hipocresía de la alta jerarquía eclesiástica, que además constituyen una tradición histórica mantenida por siglos desde que la Iglesia se instaló en Roma. La gota que colmó el vaso fueron varias demostraciones de actitudes propias de la Inquisición de las que fui testigo accidental en uno de mis primeros viajes al Africa negra, concretamente en Camerún, donde además me impresionó a nivel de shock el dramático contraste entre las admirables personas que con su propio sacrificio se dedicaban a ayudar a subsistir a africanos sin recursos sin importarles ni preguntar por credos o ideologías por un lado, y los representantes de dos grandes religiones que prestaban su ayuda totalmente condicionada a su religión por otro. Unos eran los musulmanes que ayudaban exclusivamente a los suyos o a los conversos y los católicos (que no los cristianos en general porque los protestantes no adoptaban esta actitud) que aunque en ocasiones ayudaban a no creyentes siempre condicionaban su ayuda al cumplimiento de las reglas de la santa fe católica, incluidas las referidas al sexo, que entre africanos en Africa parecen imposibles de cumplir.
Explico todo esto porque los casos de reasignación de bebes en clínicas españolas han acabado con los pocos rescoldos de confianza en la Iglesia que me quedaban, en especial el caso de Sor Maria que recolocaba bebes en otras madres cuando creía que la madre biológica no se lo merecía. Es decir, cometía el que a los católicos nos han dicho siempre que es el peor de los pecados: hacer las funciones de Dios.
Ya sé que no debería suponer la culpabilidad de Sor Maria hasta que el Juez emita su fallo, pero para mí el ocultismo de la Iglesia al que me refiero a continuación es como una confesión.
En mi opinión, lo peor de este caso no es que tal monstruo haya existido, porque en la religión y en todos los aspectos de la vida la aparición de tales monstruos es inevitable, sino la actitud de su Orden y de la Iglesia en general. En vez de hacer lo que han hecho siempre en casos similares, es decir proteger y ocultar a Sor María, si les quedase un rastro de decencia, la propia Iglesia tenía que haber abierto una investigación paralela del caso de Sor Maria y de cualesquiera otros similares que probablemente se produjeron, colaborando totalmente con el Juez y aportándole cualquier información relevante que se hubiese obtenido en la investigación eclesiástica. Esto hubiese sido lo decente y lo conforme a la moral cristiana.
Opino además que dada la actitud ocultista de la Iglesia, y si el Juez que lleva el caso valora su ética profesional debería ordenar una investigación del fallecimiento de Sor María, sin excluir ninguna hipótesis, desde la que supone que no ha muerto hasta la que se basa en que la ayudaron a bien morir. Además deberían aplicar sanciones a su Orden porque por lo que sé si alguien tiene pendiente una comparecencia en un juicio penal, más todavía si está implicado en el delito, debe informar al Juez si ingresa en un hospital y no puede declarar, y con más razón se debe informar del fallecimiento en el momento en que se produce y no cuando han transcurrido varios días y ya está enterrada. Pero claro, en este país la Iglesia tiene bula y reglas propias, aunque nuestra a veces flexible Constitución no lo mencione.