Revista Viajes
El sol juega con las encinas del Monte del Pardo y parece que estamos en el Serengueti; paseo despacio en silencio para no asustar a los animales, pero aquí no tenemos ni tigres ni leones, sino multitud de conejos juguetones; no se ven manadas de asustadizas jirafas ni de cebras en pijama ¡no da para tanto esta pequeña sabana!
El suelo tiene sed porque en Madrid no sabe llover; vamos pasando el invierno y las plantas se confunden de estación (de estación meteorológica no estación del tren); las personas que nos encontramos por los caminos del Pardo vamos en camisa en el mes de diciembre y los árboles se sorprenden porque los humanos somos muy frioleros y vamos por el monte sin guante y sin sombrero.
El Monte del Pardo es una fiesta de colores, de olores, de sonidos y podemos pasear con calma para sosegar el alma; da igual la hora, por la mañana o a la hora de la siesta; a mediodía cuando el sol arde o cuando se oculta tras la sierra por la tarde; vamos paseando, otros en bicicleta, en grupos, solitarios, con los perros, cantando o meditando.
Acudid siempre contentos donde tengáis un monte, escuchad a los árboles,a los pájaros, a la brisa que juega con las hojas; acudid con la sonrisa puesta y disfrutad de la naturaleza, de la vida, de la canción de la tierra, de la calma, de los caminos, de los pájaros, de los árboles, del monte.
Javier Agra.