Durante los fríos días de invierno, en que las nieves hacen su presencia por el litoral catalán y la atmósfera está extrañamente limpia, Barcelona puede disfrutar con la visión en lontananza de las cumbres nevadas del Montseny. Este macizo que se encuentra a 50 km en línea recta de la Ciudad Condal y se eleva hasta los 1.712 m de altitud ( ver Comet 4: Tragedia en el Montseny ), debido a su altura y su proximidad al mar, que le proporciona humedad a mansalva, destaca por un verdor impropio del mundo mediterráneo y por la cantidad de nieve que es capaz de acumular cuando el blanco meteoro hace acto de presencia por estas tierras. Nieve que hace que, en cuanto caigan cuatro copos, el Montseny se llene de domingueros barceloneses en procesión, ávidos de hacer su tópica guerra de bolas y su más tópico aún muñeco de nieve. No en vano se ha convertido en uno de los Parques Naturales más populares de Catalunya. Sin embargo, lo que mucha gente no sabe es que, justamente estas montañas barcelonesas fueron las pioneras, allá por el año 1909, en la introducción del esquí en España. Ni los Pirineos, ni Sierra Nevada, ni los Picos de Europa... el Montseny.
A finales del siglo XIX y principios del XX, la sociedad europea se vio sacudida por una nueva moda que acabaría por llegar a todos los rincones del planeta: el deporte. Moverse, sudar, obtener la mejor forma física para, así, mejorar la salud de las personas a costa de practicar todo tipo de juegos individuales o de equipo, se convirtió en una afición de masas, creándose una gran cantidad de clubs y agrupaciones dedicadas a la promoción de la actividad física. En Barcelona (y Catalunya en general), donde el asociacionismo está muy arraigado, una de las actividades que más "adictos" encontró fue el excursionismo y fueron justamente excursionistas del Centre Excursionista de Catalunya (CEC) los que, tras contactar con alpinistas europeos, quedaron encandilados por los deportes de invierno que se celebraban en los Alpes. El paso siguiente fue obvio: ¿por qué no traer el esquí y sus derivados a casa? El conocimiento de las montañas, la nieve que se acumula (a veces varios metros) y, sobre todo, su cercanía a la capital hizo decidir a esos pioneros que el mejor sitio para hacer sus pinitos en el mundo del esquí serían las cumbres del Montseny. Era el año 1908.
Así las cosas, los excursionistas tras importar de Suiza diverso equipamiento de esquí (esquíes, trineos, raquetas, piolets...) absolutamente imposibles de encontrar en España, empezaron a organizar excursiones a las montañas nevadas más cercanas a Barcelona, donde poder practicar tanto el alpinismo como el esquí. Hemos de contar que, aunque las cumbres del Montseny estén a unos 60 km de la Ciudad Condal, las comunicaciones no son como en la actualidad, que tardas menos de una hora en plantarte allí, sino que desplazarse hasta el Turó del Home (cima culminante del macizo) podía llevarte todo el día. En estas condiciones, acercarse al Pirineo era una proeza, ya que aún no estaba construida toda la línea de tren hasta Puigcerdà (aún no llegaba ni a Vic) y las carreteras eran poco menos que caminos de carro.
Sea como sea, durante enero y febrero de 1909, se organizaron salidas al Montseny ( Matagalls y Santa Fe) y al Pirineo más cercano a Barcelona (Nuria y Ulldeter - ver El Ter y su desembocadura de quita y pon ) donde se fueron "viciando" cada vez más en el esquí y dando a conocer este tipo de actividad novedosa que, si bien en Europa estaba muy extendida, era una auténtica desconocida en nuestro país. Vicio que llevó a los integrantes de la sección de Deportes de Montaña del CEC a organizar el 21 de marzo de 1909 el primer campeonato de deportes de invierno documentado: el Primer Concurso Catalán de Luges (trineos).
El concurso fue todo un éxito. Más de un centenar de personas (7 de ellas mujeres -lo de la igualdad de género no estaba muy en boga), entre participantes, periodistas y curiosos, se plantaron el día de autos en lo alto de la cumbre del Matagalls (1.697 m) y, desde allí, se hicieron los diversos descensos en trineo. Según cuentan las crónicas, el día espléndido, la nieve acumulada y la organización, que marcó el circuito de un kilómetro por el cual los 28 inscritos (todos hombres, claro) se deslizaron montaña abajo, propiciaron el éxito sin precedentes de aquella convocatoria. Santos Mata, con 1' 15", y Albert Santamaria, con 1' 15,5", fueron el primer y segundo clasificado respectivamente en aquella primera jornada histórica.
Tan bueno fue el resultado de aquella experiencia que se decidió repetir el concurso al año siguiente y en el mismo emplazamiento. No obstante, a pesar de publicitar ampliamente el 2º Concurso Catalán de Luges y que prometía ser otro gran éxito, el evento no pudo llevarse a cabo por falta de nieve. Y es que, pese a que las cumbres del Montseny son capaces de acumular hasta dos metros de nieve, las nevadas son muy irregulares, duran poco y las temperaturas no son lo suficientemente bajas como para que se mantengan durante un tiempo prolongado. Ello hizo que, ante la mejora de las comunicaciones con el Pirineo y la generalización de los Deportes de Invierno, éstos se fueran practicando cada vez más en las zonas donde la climatología asegurara la permanencia de la nieve y, con ella, de las actividades relacionadas con el esquí, olvidándose -no sin un punto de resignación- de las pioneras y cercanas cumbres del Montseny.
Con todo, cada vez que el Turó del Home se levanta vestido con su blanca capa, las almas de la gente del área metropolitana de Barcelona no quedan indiferentes. Y es que, por mucho que el calentamiento global haya convertido este espectáculo de la naturaleza en algo cada vez más raro ( ver Glaciares pirenaicos, la lenta muerte de nuestros glaciares domésticos ), por mucho que el clima no permita tener una estación de esquí en sus cumbres, el Montseny es, y continuará siendo, una de las montañas mágicas de Catalunya.