275.000 millones de dólares. Esa es la cifra. Tras días de discusiones y acalorados debates por fin se ha hecho público el monto que el gobierno estadounidense destinará a sanear el sistema hipotecario. La administración Obama ha dado un claro paso al frente, aunque para muchos americanos el anuncio no deja de ser un episodio más en la mareante crisis económica que recorre el país. Todo ha ido demasiado rápido desde aquel fatídico 15 de septiembre de 2008 y la quiebra de Lehman Brothers.
Estados Unidos no va bien, y parece ser que esa es la única idea que muchos tienen clara. El sistema económico no funciona, el sistema político no funciona… Es evidente que hay que hacer algo, ¿pero el qué?
A esta pregunta surgieron múltiples respuestas, aunque una de las más rápidas y contundentes fue la del Tea Party. El movimiento, según le gusta recordar a sus miembros, fue una contestación inmediata al enorme paquete de gasto impulsado por la administración Obama. ¿Por qué tenemos que pagar todos por los errores de unos pocos? O más concretamente ¿Por qué tenemos que pagar las hipotecas de los que se equivocaron? Con estas palabras Rick Santelli, un desconocido comentarista financiero de la CNBC, saltaba a la fama el 19 de febrero de 2009. La que sería la primera cara visible del Tea Party lo tenía claro, y tras una estelar aparición en televisión, no dudaría en invitar a todos los norteamericanos que pensaban como él a reunirse en el Lago Michigan para celebrar un Tea Party moderno. Un nuevo motín del té para volver a plantar cara a los abusos del gobierno.
No obstante, la historia parece demasiado sencilla para ser cierta. ¿Realmente tuvo Rick Santelli la inspiración de crear un Tea Party mientras intervenía en directo en la CNBC? Lo cierto es que no. Tres días antes de su aparición televisiva ya se había desarrollado el primer Tea Party en la ciudad de Seattle. La marcha había sido organizada por Keli Carender, una joven de veintinueve años que a primera vista poco tenía que ver con el posterior movimiento. Keli, conservadora y preocupada por los enormes decretos de estímulo económico de la administración Obama, había decidido crear un blog desde el que defender las virtudes del libre mercado. Internet fue su primer campo de protesta, aunque al poco tiempo comprendió que debía ir más allá.
¿Por qué no organizar una manifestación? Carender contactó con algunos programas locales de radio y con la ayuda de otros blogueros conservadores dispuso la marcha. Es justo recordar que finalmente no se congregaron más de un centenar de personas. No obstante, en esta primera concentración ya destacaban algunas de las características claves de lo que sería el posterior Tea Party.
En primer lugar Internet había sido clave en la organización. Un blog podía ser una herramienta política extremadamente útil y en pocos meses el Tea Party convirtió este tipo de plataformas en un mecanismo de apoyo fundamental para sus protestas. Por otro lado Carender había intentado buscar la colaboración de los medios de comunicación, algo que, como veremos más adelante, el Tea Party nunca dejó de hacer. Por último, al finalizar la manifestación los asistentes habían tenido otra gran idea: si querían articular nuevas protestas debían mantener el contacto. Las listas de correo se convirtieron en algo común dentro del Tea Party. Al fin y al cabo eran una manera sencilla de reclutar nuevos militantes y poder organizarse rápidamente de nuevo. En definitiva podemos concluir que Rick Santelli, más que crear un movimiento, simplemente había ideado un nombre común para todas las protestas.
La Fox, Washington, Internet y las calles
La mecha había prendido y en pocos días ya se habían organizado diversos “Tea Parties” por todo el país. Estos solían ser promovidos por personas cercanas al Partido Republicano, aunque no siempre ocurría de esta manera. Quizá la característica que mejor definía a todos ellos era el hartazgo con el gobierno federal. Tanto era así que para el 27 de febrero de 2009, solo 8 días después de la espectacular arenga televisiva de Santelli, se contabilizaron más de 51 concentraciones por todo Estados Unidos. En total se calcula que unas 30.000 personas fueron convocadas por el Tea Party, un número nada desdeñable si se tiene en cuenta la juventud del movimiento.
Uno de los muchos carteles emitidos para las concentraciones del 27 de febrero. Fuente: JdlongSin embargo en este punto, como en el caso de Rick Santelli, la historia vuelve a ser más compleja de lo que en un principio parece. Nadie puede negar el gran trabajo que los militantes del Tea Party realizaron a través de internet para organizar las protestas. No obstante, igual o más importante –es casi imposible de cuantificar– fue el papel de los medios de comunicación.
Por aquel entonces la cadena de televisión Fox News llevaba unos meses intentando movilizar cierta oposición contra el decreto de estímulo económico de Obama. Cuando por fin llegó a sus oídos la existencia del Tea Party, no dudaron ni un segundo en dar todo su apoyo al movimiento. Los telediarios de la cadena se convirtieron en una arenga continua en contra de los impuestos y en general de todo aquello que se alejara de los principios del libre mercado.
Además el presentador Glenn Beck, una de las caras más conocidas de la Fox, lanzó el llamado Proyecto 9/12. La idea consistía en volver al espíritu del 12 de septiembre de 2001. Para Beck, solo tras los atentados contra las Torres Gemelas se había experimentado en el país un verdadero sentimiento de unidad nacional. Había que reencontrarse con esa América; demostrar a las élites de Washington, en especial a los “zares” demócratas, que solo el pueblo estadounidense era capaz de hacer funcionar correctamente el país. Tras un par de programas el carismático presentador ya había conseguido que distintas personas agrupadas bajo el nombre de grupos 9/12 se acercaran al Tea Party.
La cadena por fin estaba influyendo en la agenda política nacional. El entusiasmo era tal que incluso se difundieron las direcciones y sitios web de los distintos “Tea Parties” y se organizó uno a nivel virtual para todo aquel que no pudiera acudir a los ya existentes. En definitiva internet y los medios de comunicación volvían a ser los pilares básicos del movimiento, aunque ahora a una escala mucho mayor.
En pocas palabras: el Tea Party había tenido un inicio espectacular. No obstante, llegados a marzo de 2009 parecía una buena idea empezar a asentar todo lo conseguido. Sin seguir una lógica concreta, casi asumiendo una filosofía “copyleft” muy propia de internet, muchos blogs ya consolidados empezaron a incluir consejos sobre cómo crear tu propio Tea Party. Los manuales solían empezar con una serie de instrucciones políticas básicas: qué consignas poner en las pancartas, lecturas recomendadas o a qué figuras públicas era bueno invitar a los actos del Tea Party y cuáles era mejor evitar. Además también era corriente incluir guías que facilitaban el contacto con tu grupo local y extensos calendarios con todos los eventos que iba organizando el movimiento. Al fin y al cabo se debía conservar una apariencia común, sobre todo si el objetivo era ejercer presión a nivel nacional.
El Tea Party debía presentarse como un ente único. Sin embargo esto implicaba buscar elementos que movilizaran a todos sus miembros. La tarea en un principio no parecía sencilla, pero tras varias semanas una fecha comenzó a tomar forma en el horizonte del Tea Party.
En Estados Unidos se conoce coloquialmente como “Tax Day” al último día del año en el cual los estadounidenses pueden presentar su declaración de la renta. La fecha puede variar según el calendario y las necesidades del gobierno, aunque es común que se de en el mes de abril. En 2009 concretamente sería el 15 de abril.
La ecuación del Tea Party parecía entonces resuelta. ¿Qué mejor día para convocar una protesta a nivel nacional contra el gobierno qué aquel en el que este se relaciona con todos los ciudadanos? Como ya era habitual la iniciativa provino de las agrupaciones locales, sería complicado rastrear de cuál, aunque también contó con el indispensable apoyo de Fox News. Al llegar el “Tax Day” miles de norteamericanos marcharon por más de 750 ciudades del país, incluida la capital, en donde tuvo lugar una extensa manifestación en los alrededores de la Casa Blanca.
Las protestas del Tax Day. Mapa elaborado por The EconomistVolvía a quedar claro que la combinación de Internet con los medios de comunicación tradicionales era un arma muy poderosa. Sin embargo, en esta ocasión el Tea Party había contado con un aliado más. Si el movimiento estaba dispuesto a llegar hasta Washington era de esperar que acabara llamando la atención de alguno de los cientos de lobbies que pueblan la capital.
Sin duda, el caso más relevante fue el de la organización Freedomworks. Esta, fundada en 1984, había nacido con el firme propósito de defender y expandir la teoría económica del libre mercado, aunque quizá la mejor manera de resumir los postulados del grupo sea centrándose en la figura de su presidente: el veterano político republicano Dick Armey. Este había sido una de las figuras claves en la ocupación republicana del Congreso en 1994. Y aunque en 2009 había perdido mucho peso en el partido, nunca había dejado de abogar por una reducción de impuestos, y en general una menor presencia estatal.
Cuando el Tea Party hizo su irrupción en la vida política estadounidense, en Freedomworks rápidamente tuvieron clara la estrategia. Debían influir en el movimiento. Por fin podrían ser algo más que un lobby con buenas conexiones en la capital. De la noche a la mañana Armey se convirtió en una de las caras más visibles del Tea Party.
¿Un Tea Party o muchos Tea Parties?
La tendencia a estas alturas era tremendamente positiva. El crecimiento y la expansión parecían ya consolidados, aunque al haber sido un desarrollo uniforme, en muchos lugares habían aparecido estructuras de carácter descentralizado que luchaban por ampliar la agenda política en diversas direcciones, a veces incluso contrapuestas. Por ejemplo, donde había primado la influencia de los grupos 9/12 y Fox News no era difícil que el Tea Party expresara posturas en contra del aborto, el control de armamento o la inmigración. Por otro lado, aquellas agrupaciones más cercanas a Freedomworks preferían hablar sobre temas estrictamente económicos. Al fin y al cabo tenían una postura más libertaria que conservadora.
Así, pronto el Tea Party sufriría las consecuencias de su repentino éxito, y es que muchos analistas políticos empezaban a resaltar ya estas contradicciones. Parecía que sólo la férrea creencia en la necesidad de una reducción del tamaño y las competencias del gobierno federal permitía cerrar filas al movimiento. Bien resumía esta actitud una pancarta muy repetida en todas las manifestaciones: “Constitución y mercado”. Únicamente alrededor de estos dos puntos lograba converger el discurso de los muchos miembros del Tea Party.
De liberales a libertarios a veces hay una sola palabra por medio. Fuente: DaikykosTodos creían que el mercado era el único y verdadero regulador de la actividad económica nacional. Dejen actuar a los norteamericanos y el país irá bien. La idea no era nueva, y mucho menos en la cultura política estadounidense. Sin embargo, el pensamiento que aquí denominaremos constitucionalista sí era algo menos común y un poco más problemático.
Dentro del movimiento había un claro consenso en torno a la idea de una interpretación estricta de la Constitución. El gobierno debía atenerse a lo que dictaba la Carta Magna, ni más ni menos. Tomando esta afirmación, alguien puede preguntarse: ¿Y dónde está el problema? Pues bien, sencillamente en el hecho de que esta demanda contradecía la política federal de los últimos 80 años. ¿Bajo qué potestad podía el gobierno mantener un Banco Central o desarrollar un sistema de seguridad social? Al fin y al cabo, con la décima enmienda en la mano “los poderes no otorgados por la Constitución de los Estados Unidos al gobierno federal ni prohibidos a los estados, están reservados a los estados o al pueblo”. Todo el camino recorrido hacia la construcción de un gran estado federal era abiertamente inconstitucional.
En definitiva América debía volver a un estado original, o como bien se podía leer en muchas webs y blogs del Tea Party, “al país de los padres fundadores”. ¿Cómo si no se puede explicar toda la simbología que ha rodeado a las protestas del movimiento? Más que un truco publicitario, las pancartas con frases de Thomas Jefferson o los disfraces de George Washington escondían todo un pensamiento político.
La América revolucionaria era la inspiración, aunque en muchas ocasiones este referente también jugó en contra del Tea Party. Y es que aunque para muchos norteamericanos los revolucionarios de 1776 representen lo mejor de la historia del país, no conviene olvidar que la opinión de las grandes minorías de Estados Unidos, afroamericanos e hispanos fundamentalmente, puede que sea algo distinta. Tanto es así que a los pocos meses del surgimiento del Tea Party este ya era considerado un movimiento de blancos y para blancos. Además no ayudaba nada el hecho de que las protestas señalaran al primer presidente negro de la historia del país.
Con todo, un buen resumen sería que el Tea Party se desarrolló de manera espectacular durante los años 2009 y 2010, aunque desde el principio tuvo un público muy acotado. Llegaba muy bien a los blancos, pero siempre tuvo problemas para pasar esa barrera. Incluso desde el propio movimiento parecían darse cuenta de la situación y a finales de 2010 el Tea Party comenzaba a dejar las calles. El nuevo objetivo era influir en el Partido Republicano y por ende en las elecciones al Senado de aquel año.
Las agrupaciones locales debían tratar de conquistar el Partido Republicano desde la base, promocionando sólo a aquellos candidatos cercanos al ideario del Tea Party. Pasar del manifestante al representante. Figuras más tarde tan conocidas como Marco Rubio o Rand Paul ganaron relevancia gracias al movimiento. No obstante, el proceso en muchos momentos no fue nada sencillo.
Desde las altas esferas del Partido Republicano se pensaba, no sin razón, que el Tea Party podía representar una amenaza más que una oportunidad. Era útil cuando organizaba protestas contra Obama, pero si lograba hacer suyo el partido podía condenar a este a la derrota política. El Tea Party era demasiado conservador.
Durante un tiempo en el Partido Republicano se temió que la agenda del Tea Party les marcase tanto que hiciese el partido poco competitivo de cara a las elecciones por el escoramiento. Ilustración de David GranlundDurante unos meses el enfrentamiento fue más que evidente en la derecha estadounidense, y quizá sólo el paso del tiempo logró calmar la situación. Al final quedó claro que el Partido Republicano no podía obviar al Tea Party, aunque el Tea Party no estaba tan desarrollado como para tomar el control del partido. La “revolución” en la derecha estadounidense iba así poco a poco llegando a su fin. La mejor idea parecía cerrar filas, aunque solo fuera para intentar expulsar a Obama de la Casa Blanca en 2012. El debate quedaba pospuesto, pero no cerrado. Aunque en los siguientes años serían ya otros quienes agitaran al Great Old Party.