Si te encuentras con una 'marea color naranja' en un establecimiento de tu ciudad no te alarmes: se trata de una nueva estrategia de consumidores concienciados con la ecología y el comercio justo.
Ante la opción de boicotear productos o servicios que no muestren el debido compromiso medioambiental, se plantea una alternativa radicalmente contraria: invitarles a la sostenibilidad y premiar el gesto con la firme promesa de convertirse en cliente.
No se trata de llamar "burro" a nadie, pero está claro que la famosa parábola de la zanahoria funciona con las empresas. La idea de esta "discriminación positiva" surgió en San Francisco. En los albores de la revolución homosexual y encabezada por el oscarizado Harvey Milk, la ciudad de las cuestas experimentó el poder de esta táctica.
Aquellos establecimientos que mostraban conformidad con la homosexualidad eran recompensados con la afluencia de un público afín. Extrapolando este concepto a la ecología, los derechos humanos y el comercio justo, y ampliando la idea, se puso en marcha el carrotmob. Algo así como la "multitud zanahoria".
¿Qué es el "movimiento zanahoria"?
El proyecto ya perfeccionado consiste ahora en concentrar a multitud de clientes que generen con su consumo la suficiente caja en un día como para afrontar la financiación de un proyecto sostenible. Entre la idea y su realización sólo media el registro en su web con una propuesta en firme: estrategia, tipo de público al que se quiere involucrar y el objetivo sostenible que se quiere sufragar con la acción naranja.La primera spanish carrotmob se ha llevado a término en Zaragoza y ha sido en un bar. La batalla fue muy peleada ya que se postularon 25 tabernas; 10 de ellas ofrecieron el 100% de su recaudación y de entre ésas hubo que elegir el mejor de los proyectos. El ganador se encontró el día indicado con su negocio rebosante de parroquianos y foráneos. Muchos de ellos convocados a través de las redes sociales y otros enganchados ya al "boca a boca" de estas iniciativas solidarias, entre todos consiguieron con sus consumiciones que el dueño del establecimiento pudiera acometer el coste de las bombillas de bajo consumo, detectores de movimiento para los aseos y reductores de caudal en los grifos para el ahorro de agua. Nunca una zanahoria supo mejor.