Lo vintage está de moda. Lo retro es lo que se lleva. El pasado ha llegado para quedarse y la nostalgia se ha convertido en los cordones de nuestros zapatos. Sin embargo, no todo retorna de un tiempo que el dicho popular dice que fue mejor.
Entre tanto objeto del recuerdo adaptado al siglo XXI, no he conseguido encontrar ese mueble que un día fue el centro de los hogares. Ni siquiera he podido localizarlo en el catálogo de ese monstruo de cuatro letras que da la bienvenida a la república de su casa.
Un mueble-bar. Bendito mueble donde se guardaba la botella de Peper Mint, el paquete de Celtas, varias copas de Duralex y el sobre con los recibos del alquiler, del Ocaso y la factura de la luz; de esa luz que se cortaba cada dos por tres, por culpa de unos fusibles a los que había que reponer los filamentos en esa labor de electricista de guardia.
En las postrimerías de la muerte del dictador, la transición se abría paso poco a poco y otras fiestas navideñas se acercaban. El mueble-bar se llenaba por entonces con una caja de polvorones, que hacía compañía a la botella de Ponche Caballero y de anís del Mono que quedaban de las navidades pasadas. La ilusión estaba detrás de aquella puerta que abríamos una y otra vez. La luz del interior se encendía y aunque no fuera de neón, recuerdo que allí se guardaba en dos sobres una parte de nuestra libertad.
«Mañana hay que ir a votar» dijeron mis padres. Aquellas palabras retumban en esta memoria que todavía recuerda como aquella noche nos saltamos el toque de queda que marcaba un globo, dos globos, tres globos y que cantaban en un televisor en blanco y negro, al que se le había caído el nombre de Vanguard (el nombre ya era nuestro futuro) y que marcaba el prime time de otra época.
He buscado un mueble-bar en una de esas apps que hoy parece que te salvan la vida. Pero nada de nada. Tal vez, hoy ese mueble no tenga razón de ser, pero a mí me recuerda que gracias a mis padres (de nuestros padres) hoy existen esas libertades; esas que ahora unos filósofos callejeros se arrogan como propias, con la idea de que son los garantes de una nueva sociedad y que pretenden dar lecciones de una libertad de expresión, que ni ellos saben qué significa.
Algún día regresará el mueble-bar. Mientras tanto, nuestros líderes están mirando la pantalla del VAR, porque no saben si son ellos los que están fuera de juego.