No siempre se tiene la oportunidad de convivir con personas de diferentes nacionalidades. No siempre se tiene la bendición de conocer personas con historias de vida tan interesantes. No siempre se da la posibilidad de dejarte sorprender por personas totalmente desconocidas para el mundo y para ti. No siempre, pero qué maravilla cuando llega esa oportunidad, se da esa bendición y se deja la posibilidad. ¡Todo habla, todo afecta y todo, absolutamente todo, suma! Hace apenas una semana de todo esto y todavía estoy tratando de afirmar que fue una realidad real. Estamos tan acostumbrados a consumir eventos y experiencias que ya no sabe uno qué vida es la suya: si la que ha vivido con esas personas en un momento concreto o la que estaba viviendo antes de ese momento. Es cierto, también hay que decir que no todo es consumir, hay una vivencia que está en la línea de la vida de uno y por eso la confusión, el despertar, el dejar atrás, el tener que soltar y volver a la rutina. Aunque cueste. La vida sigue. Es la única forma de permitir que se den nuevas oportunidades, bendiciones y posibilidades.
Y volviendo a esas personas de nacionalidades diferentes con historias de vida tan interesantes que ya dejaron de ser desconocidas... parece que en ellas y a través de la relación con ellas tienes el mundo al alcance de tu mano, de tu mirada, de tus brazos. Parece que puedes albergar gran parte del mundo en tan sólo unos días. Parece que puedes abrazar tantas realidades en un momento. Parece que puedes mirar multitud de necesidades de una pasada. Parece que puedas amar al mundo entero. Parece que puedas sufrir por el mundo entero. Parece que puedas sostener al mundo entero. Parece, parece, parece, pero ¿no es real? Todo lo real que puedas y quieras... si tu persona está presente en todo ello: si quiere albergar, quiere abrazar, quiere mirar, quiere amar, quiere sufrir, quiere sostener. Es fácil tener contacto con todo esto unos días por un motivo cualquiera. Pensaba en los que se sienten llamados a vivir esos verbos en su cotidianidad. Quizá no haya que irse muy lejos, ni buscar encuentros con personas de diferentes países. Quizá todo sea cuestión de corazón. Este se ensancha cada vez que acoge nuevas realidades y personas. Se hace grande. Más capaz de amar.
No puedo dejar de recordar esta frase de un antiguo amigo: amar al mundo apasionadamente y que, cosas de la vida, hoy pensaba que estaría bien volver a ponerla de pantalla de desbloqueo en mi móvil. Retomando la frase no puedo evitar relacionarla con la (con)vivencia de la semana pasada. Quizás penséis que es un bobada esto de las convivencias, pero tienen todo su sentido. Y es verdad, lo hablábamos allí. Las reuniones que tuvimos se podían haber hecho a través de Zoom desde casa y en tan sólo un día. Pero, ¿por qué dedicar cinco días y, además, viajar lejos gastando dinero? (para unos más que otros). Porque queremos conocer, pues sólo conociendo podemos amar. Y porque el roce, dicen, hace el cariño. Un cariño que se traduce en afecto que nos permite interesarnos por todo lo que nos afecta. Parece todo un juego de palabras, pero es la realidad misma, ¿o no te ocurre a ti? Dime si a ti no te afecta, para bien, relacionarte durante cinco días con las mismas personas hablando de situaciones que comprometen a todos, y empezar a despertarse dentro de ti un afecto que te mueve a querer saber más de sus vidas e involucrarte de alguna forma en ellas.
Cuando las personas nos reunimos por un motivo, pero ese motivo viene motivado por algo más grande, ahí pasa algo. Es matemática pura. Pero no tiene el resultado humano que todos esperamos o pensamos que va a darse. No. Ese resultado se va recogiendo (muy) poco a poco y seguramente de formas distintas. En esta convivencia el motivo era resolver cuestiones internas y externas de una realidad europea (y empezando a ser no tan europea) que acoge pequeñas realidades cristianas para darles apoyo y guía. ¿Qué motivaba a este motivo? Alguien más grande que todo y que todos (qué gracia, estoy escuchando en bucle Great are you Lord y seguro que me ha hecho expresar esto). Volviendo a ese alguien, hablo de Dios. Cada una de las personas que conocí allí tenía, como he comentado antes, una historia de vida, pero una historia de vida con él. Imaginaos lo que eso puede suponer. Si no lo sabéis os lo trato de explicar: supone sentirse en casa. En otra dimensión. Supone encontrar desafíos para tu vida. Para tu fe. Supone confrontar tu historia de vida con Dios. Con tu comunidad. Supone verte pequeño. Con poco recorrido, pero con esperanza y en camino.
Querría seguir escribiendo y escribiendo, dejar salir todo lo que en esos días he podido ver, pensar, caer en la cuenta..., pero llego a la conclusión de que lo que tenía en mi corazón para comunicar no sale como es realmente. Es mucho más que esto, por supuesto. Pero también me doy cuenta de que hablar de una vivencia personal tiene su dificultad porque precisamente es personal. ¿Cómo hacer que la hagas tuya sin vivirla? Escribiendo me quedo corta, así que sólo me queda invitarte a que vivas la oportunidad de una convivencia, te permitas ser bendecido a través de ella y puedas dejar abierta la puerta a la posibilidad. ¿De qué? De amar (me ha quedado demasiado bucólico). La posibilidad de conocer más allá de lo que te rodea y de ti mismo. La posibilidad de amar más que tu realidad y a ti mismo. Es una aventura apasionante. Ya lo decía mi amigo...