Revista Cultura y Ocio

El mundo cabe en el hondo sonido de la guitarra flamenca

Publicado el 26 febrero 2014 por Rafael Alejandro González Escalona @rafauniversidad

Paco-de-Lucia

26 años sin presentarse en Cuba. Casi la edad que tengo. Pero finalmente Paco de Lucía se arrimó a esta isla el 2 de octubre de 2013. Hasta hace unos días, la invitación que Karla y yo usamos para entrar a su concierto en el Karl Marx estuvo dando vueltas dentro de mi agenda. La conseguimos a última hora, con la buena de Mayle. En principio no teníamos asiento porque la entrada era como fotógrafos -gráficos, rezaba en las invitaciones- pero terminamos sentados en unas butacas de lujo que nos permitieron disfrutar de la magia de un músico que sacó el flamenco de su órbita y lo puso ahí en el núcleo de la poesía.

No sé por qué razón no acababa de deshacerme de la entrada; aunque el concierto fue magnífico no lo tengo como uno de los momentos especiales de mi vida como espectador. Sin embargo, algo parecido a una manía me obligaba a guardar una y otra vez aquel pedazo de cartón.

La semana pasada, en los trajines de la Feria del Libro, se me perdió. No lo lamenté demasiado, después de todo, no era más que un trozo de papel que me recordaba un concierto muy bueno. Pero hoy que llego y me encuentro que Francisco Sánchez Gómez murió de un prosaico infarto en el corazón, y se me ocurre pensar que aquel cartón era otra cosa, era un amuleto para el recuerdo, una pequeña luz que me trasladaba a ese otro fogonazo mayor que salía de unas manos hechas para romper y rehacer el toque, unas manos que con su pellizco y golpe en el cajón nos llevaron a creer que el mundo podía caber en el hondo sonido de una guitarra flamenca.



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