El mundo de afuera, Jorge Franco
¿Podemos tener en una novela un cuento mágico, una cruda historia de gánsteres, y un misterio que mantenga la tensión? Pues sí, eso y mucho más lo tenemos, perfectamente engranado, en El mundo de Afuera. Y sin estridencias, de un modo tan natural que sorprende. Jorge Franco domina a la perfección la transición de una escena del más puro realismo mágico a otra de violencia callejera, de lo poético a lo soez.
La historia se desarrolla en Medellín, a principios de los setenta. Don Diego ha construido un castillo en el que su princesa, su querida hija Isolda, vive en una fábula, aislada de la sucia realidad de las calles. Entre tanto, el Mono, cabecilla de una banda de delicuentes de tres al cuarto, planea un secuestro que lo llenará de plata y colmará sus oscuros deseos. Algo se tuerce para todos.
Los personajes que nos regala Jorge Franco son, a excepción la la mágica y etérea Isolda, tremendamente humanos, fuertemente dominados por sus debilidades, y sumamente atractivos por ello: la trama de la novela se convierte pues en un personaje secundario. Además, y es de agradecerer, no hay moralina de buenos y malos; todo se reduce más bien a una cuestión de suerte, un característica que ya pudimos apreciar en su anterior novela Santa suerte.
Yo hubiera deseado que se explotaran más el potencial de personajes como Twiggy -la novia delincuente y coqueta- o el vidente belga que se pudría durante su proceso de captación de energías. Sí, tal vez un mayor desarrollo de todos los personajes hubiera estado bien. Pero puede que lo mío sea un caso de gula.
En definitiva, la ganadora del Premio Alfaguara 2014 es una novela de esas que me gustan: que se disfrutan por el mero hecho de leer, saboreándola más allá de la propia historia.