Revista Talentos
Llegamos al fin de la serie, y te dejo aquí el extracto de la sexta y última historia de El mundo de la línea infinita. Espero que lo hayas disfrutado. Abajo enlaces a las otras cinco.
—Quizá esté muerta —dijo el árbol.
—¡Oh, no digas eso! –gimió el pájaro azul.
—Preferiría equivocarme.
—¿Nadie ha venido a buscarla? —Observó un rato en silencio, y añadió— ¿Quién será?
—¿Es que no lo sabes?
—¿Tendría que saberlo? —respondió el otro sorprendido.
-—Tal vez sí. Te enamoraste de ella cuando era una niña.
El ave lo miró perplejo.
—¡¿Cómo?!... ¿Qué?
—Hermano; aquella niñita rubia y esta dulce anciana, son la misma persona.
El pájaro sacudió la cabeza con aire incrédulo. Pensó que el tiempo no trataba bien a los humanos; nada bien.
—Creo… en fin. Creo que iré a ver cómo se encuentra —anunció resuelto, y con gran presteza voló hasta alcanzar el filo del paraguas, que seguía abierto y arrumbado sobre el asiento. La mano regordeta y pálida de la anciana mantenía los dedos laxos en la empuñadura. Era toda ella una estatua cuajada de rocío. El animal lanzó un suspiro, y una lágrima solitaria resbaló por su pico.
—Me parece que ya no despertará —sentenció afligido.
—¡Acércate más, comprueba si tiene aliento! —indicó el árbol, queriendo agotar una última esperanza.
Presto a seguir el consejo, el pájaro voló hasta el hombro femenino y desde allí examinó el rostro con atención. Las pestañas estaban llenas de escarcha -¿acaso lágrimas congeladas?-. Iba a acercarse un poco más cuando ella entreabrió los ojos pesadamente. Miró al pájaro con dulzura y le sonrió. Luego, sin abandonar su expresión, alzó la vista. Era el cielo más bello que había visto jamás.
El árbol meció las ramas.
El pájaro cantó.
El sol resplandeció.
La anciana cerró los ojos.
Lo recordaba todo.
Durante nueve meses antes de nacer, cuando florecía en su hábitat oscuro, aún se sentía parte del universo, y vibraba en comunión con él. Como entre brumas, veladamente, recordaba escenas de otro mundo, antes de llegar al cuerpo de su madre. Era aquel un territorio inmenso lleno de luz, surcado de orilla a orilla por una línea infinita. En algún momento esa línea la envolvió en un lazo, y la arrastró a las aguas de un mar oscuro y templado, lleno de música. Pasado un tiempo la empujaron fuera, y rompieron la cuerda que la sujetaba al todo. Comenzó su vida en la Tierra, y olvidó el universo de la línea sin fin.
Ahora volvía a escuchar su llamada cósmica: mundos dentro de mundos cada vez más grandes, todos siguiendo su curso, aportando su trabajo, impulsando las corrientes de la vida hacia adelante, cada cual cumpliendo su función en el progreso de todos. Descubría por fin el germen de su melancolía y la fuente de su nostalgia. Se había pasado la vida añorando el todo, buscando la unidad sin saberlo, creyéndose huérfana en un laberinto de puertas selladas. Miles de intuiciones que nunca llegó a entender… enigmas que se resolvían solos, cuando ya no importaba entender nada, porque volvía a ser parte de todo como al principio, como siempre… por mucho que el recuerdo se hubiera dormido. Sí; ahora lo veía con total claridad, mejor incluso que antes de perfilarse en materia humana. Lo veía, inmersa en una luz cegadora. No, no estaba sola. Nunca lo estuvo, ni lo estaría jamás. No era un pétalo desgajado del infinito, ni un instante desahuciado del tiempo.
Sintió la caricia del árbol.
Escuchó el canto del pájaro.
Recibió el beso del sol.
Era mujer, árbol, pájaro y sol.
Era tierra, agua, fuego y aire.
Era estrella, planeta, nebulosa, Vía Láctea y universo.
El mundo de la línea infinita. (Mariaje López y Marta Virseda)
Extracto 1: Unidad.Extracto 2: Separación.Extracto 3: Miedo.
Extracto 4: Fronteras.Extracto 5: Nostalgia.
Extracto 6: Reencuentro.
Gracias por cada vez que me dices algo antes de irte. Gracias por tu tiempo, y si además compartes, me ayudas a avanzar.
Tu escritora personal por Mariaje López se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 .