Revista Salud y Bienestar

El mundo de Sofía. Amamantar con prótesis de silicona

Por Pepaj @pepajcalero

 

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“Lo único que existe es lo que nosotros percibimos”, Jostein Gaarder

Era mi última semana como alumna de matrona. En el parto, nada más salir su hijo, su primer hijo, ella rechazó que se lo pusiera encima. Creo que se molestó. No lo esperaba. Le hablé de las ventajas del piel con piel, de la necesidad del bebé de tocarla a ella y… nada. Parecía no escuchar. Tenía la mano cogida de su esposo y la mirada en el techo. Dijo que olía a sudor, que estaba agotada, que después, cuando se duchara, que necesitaba descansar. Siguió hablando pero yo  no escuché. Tomé al pequeño Marcos y lo puse en la cuna. Después, cuando estuviera más tranquila en la habitación, le hablaría. Sí, pensaba hablarle de la lactancia materna, del colecho y esas cosas; entonces escuché que pedía un biberón.  No iba a darle el pecho. El marido carraspeó. Yo sujetaba la placenta mientras salía. Solo se  oía el llanto del bebé. Tenía el pelo rubio, igual que su madre y hacía calor, mucho calor.

En la puerta, una matrona se asoma preguntando:

–Sofía, ¿necesitas algo?

–Todo va bien –dije yo, creo que sonriendo bajo la mascarilla–. Sí, todo iba bien.

¿Por qué no iba a darle el pecho? Dejé la pregunta en mislabios y terminé. Media hora después volvía a verla en la habitación. Una luz mortecina se deslizaba por el gran ventanal. Pronto sería de noche. El bebé en la cuna, el marido sentado en un sillón  y ella hablando con el móvil. Una imagen triste. Por suerte, el padre accedió a coger en brazos a su hijo Marcos. Ella siguió hablando. Me acerqué al padre y le conté la retahíla de cosas que iba a contar a la madre. El bebé miraba embobado a su padre con los ojos abiertos, como un sol.

Ella dejo el móvil y volvió a pedir un biberón. Llevaba prótesis mamarias, eso era todo. ¿Cuántas veces le dije que podría amamantar? Quizás me pasé. Bueno, debía de hacerlo.

Ella no va dar lactancia materna porque lleva prótesis.  Sabe que puede amamantar, pero no quiere correr riesgos. Le he dado la web de la asociación española de pediatría, y nada. También le he hablado de las ventajas, inmensas como el cielo, de la leche materna.  Hasta me he puesto poética. ¿Cuál es el problema?, que se gastó mucho dinero en ellas y no está dispuesta a tirarlo por la borda si algo sale mal. Ella hablaba de romperse, de que se desplazaran…; cosas de esas.

Qué pena, ¿no? El respeto a las decisiones de las mujeres por encima de todo, lo sé, ya lo he escuchado; pero ¿y el bebé? Antes de irse me ha dicho que la leche artificial es muy completa también, y que para ella es la mejor. Ya, he contestado, esa frase la sé de memoria; puede que la lactancia sea una buena opción para ti, pero no es la mejor para tu bebé.

He salido de allí molesta, con una tibia sensación de derrota y he llevado su deseado biberón. El padre temblaba intentando meterle la tetina en la boca al bebé. Al final lo logra y sonríe satisfecho como si fuera el mayor logro de su vida. Ella lo anima y lo felicita.

Dejo la historia sobre la mesa, junto al ordenador.  Sigo pensando que debía insistir. Pero no. He aprendido la lección. Si la madre dice no, es no y punto. ¿De qué sirven las palabras  hilvanadas con datos, evidencias, referencias, si todas caen al suelo, una tras otra? No me doy por vencida y regreso con enlaces de web sobre prótesis mamaria y lactancia, le imprimo esta fotografía y en un último intento le pido que al menos, cuando dé el biberón a su hijo, lo haga en contacto piel con piel. Dar el biberón como si fuera el pecho. El padre dobla el folio con la información mientras la  joven madre sonríe, asiente con la cabeza y  mira a su hijo Marcos acostado junto a ella.

 


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