Revista Ciencia

El mundo es un pañuelo

Publicado el 06 mayo 2010 por Kalinesti

La 'teoría de los seis grados' resucita gracias a las redes sociales

 

Foto: acbo

 

Desde hace ya un tiempo viene circulando por la red una versión tecnológica de una propuesta de la primera mitad del siglo XX: me estoy refiriendo a la teoría de los seis grados. El ejemplo es casi familiar: dentro de una red social como Facebook, tan sólo hay seis personas entre cada uno de nosotros y cualquier otra persona del mundo. El mundo es grande sólo en apariencia: tú conoces a alguien que a su vez conoce a alguien que a su vez conoce a alguien… que conoce a Obama o a Bin Laden, igual nos da (aunque quizás deberíamos revisar con quiénes nos relacionamos si potencialmente podemos contactar con ambos…).  

 

Seis pasos entre Juan López Pérez y Jürgen Habermas. Sencillamente asombroso. Aunque la teoría haya cobrado nueva vida gracias a la-red-que-todo-lo-conecta, en realidad tiene ya cierto recorrido y lleva discutiéndose varias décadas dentro de la sociología y la psicología, con algún que otro experimento realizado al respecto. ¿Qué aporta entonces Internet al invento?


 
Evidentemente la red ha logrado reducir el mundo. Todo es ahora más accesible: podemos encontrar por la red gentes y conocidos con los que compartir intereses, gustos y aficiones. Las redes sociales han puesto el mundo a nuestros pies, nos desvelan rostros, vidas e historias. Pero de ahí a admitir la teoría de los seis grados va un abismo. Existen fronteras insuperables para esta teoría. La primera de ellas, se me ocurre, cultural: ¿Cómo vamos a estar a tan sólo seis grados de separación de los aborígenes australianos.

 

Alguien me contestará: seguramente tu lista de facebook incluya a alguien que conoce a otra persona que a su vez está emparentado con un amante de Australia y viaja allí con frecuencia. ¿Significa esto que hay “seis grados de separación”? Puede que sí desde un punto de vista puramente matemático. A escala humana hay, sin embargo, un abismo insuperable. Si nos paramos a pensar, nuestra capacidad de acción y relación con otros seres humanos a duras penas supera el segundo o el tercer grado. Dicho de otra manera: no quedamos a tomar un café con el conocido de una prima de un amigo: no tendríamos nada que contarnos.

 

La teoría se debilita aún más si pensamos desde un punto de vista ético: se suele decir que el origen de la moral está en el comportamiento “fraternal” entre miembros de una misma familia/tribu/casta. Ayudamos a aquellos con los que más compartimos. Si tan sólo hubiera seis grados entre cualquier ser humano: ¿acaso no deberíamos encontrar un mayor grado de comportamiento moral, de colaboración y altruismo? ¿No deberían importarnos igual las tragedias propias que las ajenas, los muertos en un accidente “nacionales” que los “ajenos”? Ciertamente estoy sugiriendo algo que va más allá de la teoría, pero parece razonable pensar que si la teoría de los seis grados fuera verdadera, ese concepto de “familia humana” que proponen los derechos humanos debería tener una mayor presencia e influencia. La realidad nos dice que no es así.  

 

Los seis grados matemáticos no son suficientes para las relaciones humanas que requieren cierto calor y cercanía. Esta es la trampa de las redes sociales: nos venden lo que no pueden ofrecer. Aun siendo más pequeño gracias a la red, el mundo sigue siendo lo suficientemente grande como para perderse por él, y como para que haya millones de seres humanos incomunicados, sumidos en la soledad. ¿Cuántos grados, amigos y conocidos puede ofrecerles la red?


Nota de Arte y Ciencias:

 
La teoría de los Seis Grados de Separación afirma que cualquier persona del planeta está conectada con cualquier otra, a través de una cadena de conocidos con no más de cinco eslabones o puntos de unión. Según esta teoría sólo seis niveles nos separan de cualquier persona del planeta. Seis pasos. Seis grados.Surgida en el siglo XX, la propuesta inicial de esta idea data de 1929 por el húngaro Frigyes Karinthy, en un relato llamado Chains.En la década de los 50, investigadores del MIT e IBM trataron de demostrar esta teoría de forma matemática (dado un grupo de N personas, ¿cuál es la probabilidad de que cada miembro de N esté conectado a otro miembro a través de 1, 2,3 ... n enlaces). 20 años después, el problema seguía sin soluciones competas o satisfactorias.

 

En 1967, un sociólogo (Stanley Milgram) desarrolló un experimento (el fenómeno del small-world, el mundo pequeño) con el fin de probar la teoría: al azar, eligió ciudadanos americanos de la región del Centro-Oeste, con el fin de entregar un envío a un desconocido en Massachussets, a miles de kilómetros de distancia. La única información era simple: el nombre, la ubicación genérica (no había direcciones concretas) y la ocupación del destinatario. Con esta información, el objetivo para los que iniciaron la cadena era sencillo: entregar a quien ellos creyeran que podía estar ligado al destinatario, siempre que se cumpliera la condición de tratarse de personas que conocían directamente, y con la idea general de que el primer eslabón sería basado en el hecho de que creyeran que el conocido pudiera estar relacionado, es decir, que tuviera más probabilidades de conectar al destinatario de un modo u otro.

 

Los receptores debían hacer lo mismo, y la cadena seguiría hasta que el destinatario fuera alcanzado.Los participantes pensaban en cientos, los más optimistas en decenas, y muchos creían que era absurdo e imposible. ¿La respuesta? En promedio, se necesitaron entre 5 y 7 intermediarios.Los descubrimientos de Milgram no fueron muy fundamentados (el número de paquetes y su muestra de participantes fue muy pequeño para sacar datos válidos o conclusiones, por ejemplo), pero el evento fue innegablemente mediático. Universidades prestigiosas hicieron juegos, sistemas y demostraciones de los seis grados, basados en este principio, y juegos populares en todo el mundo comenzaron a surgir, muchos de ellos basados en personas conocidas como actores, o gente famosa.En el 2001, la Universidad de Columbia continuó el experimento de Milgram, usando Internet, y tras pruebas numerosas (casi 50.000 personas enviando el "paquete" a destinatarios de 157 países) se encontró que el número de pasos promedio era... seis. La aplicación de los seis grados es ahora un tema aplicado a cuestiones computacionales, comunicación, circuitos, etc.


Fuente: http://www.boulesis.com/boule/la-teoria-de-los-seis-grados/Añadir


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