Revista Opinión
¿Cuántos de nosotros nos enamoramos así de la música, jugando? Porque la música es juego juego maravilloso. Son notas de un pentagrama colgadas en el aire. Son sonidos que bebemos como una taza de chocolate. Son teclas pulsadas por el bebé, que se divierte jugando con el pianillo rojo. Son acordes provocados por un soldado en el teclado de un piano encontrado en plena calle, al lado de un tanque que ruge. Es la esperanza ofrecida por los médicos ante el enfermo desesperado. Es algo muy profundo que el músico lleva en su interior, como la anatomía que lleva encerrada, con sus teclas y pistones. Son las cuerdas del violonchelo raspadas por un arco que embelesa a los osos en el zoo. Es la música interpretada por un perro… Porque ¿quién asegura que la música sacada por ese can ante el teclado no pueda gustar a quien la escucha? Del reloj del tiempo, van saliendo las notas que marcan ese día…