Revista Coaching

El mundo inmóvil.

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

El mundo inmóvil.

Por Esteban Ierardo

Parecería que la velocidad no deja de aumentar. Mayor velocidad en la banda ancha por la fibra óptica, en los automóviles, los aviones, el procesamiento de datos, las comunicaciones globales. Manifestaciones de lo veloz siempre asociadas al cambio tecnológico. El imperativo del aumento de velocidades es impulsado por objetivos de incrementos de productividad y eficacia; o por aspiraciones, con algún supuesto viso romántico, como el intento de acercar las naves espaciales futuras a velocidades próximas a la de la luz como llave para abrir la caja de las distancias siderales en el universo.

Pero la velocidad del cambio tecnológico contrasta con la inmovilidad ética. Lo inmóvil se traduce en un patrón de repetición, la continuidad de lo mismo, aunque trasladado a nuevos entramados sociales. El martillo de viejos comportamientos sigue aplastando las manos del hombre orgulloso de la multiplicación de velocidades.

La distancia entre un romano antiguo y la tecnología contemporánea es abismal. Si nos situamos en la imaginación posible sobre el futuro de un ciudadano de la Roma del siglo II d. c. por ejemplo, las realidades técnicas o el aspecto del siglo XXI, le serían absolutamente imposibles de imaginar. Y si en algún profético sueño se le hubiera anticipado la forma puntiaguda de un Concorde, un satélite en órbita, o la apariencia desde el aire de una ciudad nocturna, solo hubiera podía interpretar esas imágenes como una visión concedida por un dios o u demonio. Pero esa sensación de lejanía se suprime cuando pensamos en la violencia organizada y sistemática de un ejército romano y un ejército estatal contemporáneo. Las armas, tácitas y estrategias son otras, pero la actitud beligerante, el deseo y la preparación para matar, para ejercer una letal violencia metódica son las mismas. Preparación para la destruir, aniquilar, conquistar o defender entre un guerrero romano antiguo y un soldado profesional actual son semejantes. Un mismo comportamiento de agresión disciplinada. Una capacidad ensayada y preparada para las matanzas.

La interacción humana mediada por la necesidad de la violencia organizada habla, ayer y hoy, de una misma inmovilidad o no trasformación de ciertos arquetipos colectivos de acción. Los hombres antiguos y moderno, igualmente afectos al oficio aniquilador de las armas. Inmovilidad ética, no mutación de ciertas pautas valorativas. Lo que se modifica son solo las formas de encubrimiento y mitigación de la misma predisposición a lo violento. La admisión de objeciones de conciencia por ejemplo, para integrar un ejército los mandato religiosos de no matar; es decir la negación de ciertas normas jurídicas por ser opuestas a las creencias éticas o religiosas personales. El objetor de conciencia.

Pero las manifestaciones que están ahí, las del mundo inmóvil demandarían varios tomos para ser clasificadas y ordenadas. La fuerza histórica inalterada que atraviesa las épocas, que tiñe con el mismo color la serpiente de los tiempos, es el de la voluntad de dominio concentrado, fracciones minoritarias blindadas por la trilogía del poder político, económico y militar. Proceso obvio, inmóvil en la historia, pero que tiende a desaparecer de las representaciones cotidianas respecto a cómo se construye el mundo.

En definitiva, el hombre sigue tan dominado, amenazado y manipulado como en la antigüedad. La esclavitud en el mundo antiguo era física, explícita, fatigas y castigos sobre el cuerpo, humillación del espíritu, síntomas claros que no permitían engañarse sobre la opresión individual. Era inconfundible el estado de un hombre esclavizado por otros. En nuestra estructura social básica, la coacción de unos sobre otros sigue inalterable. El no cambio en el mundo inmóvil. Pero esa situación es disfrazada y atenuada por la concesión de derechos parcialmente aplicados, el derecho a la seguridad, la libre expresión, la vivienda, la satisfacción de las necesidad básicas... Las leyes sí mutan, para actuar como valores jurídicos que alivian el sometimiento, generan algunas mediaciones u obstáculos que contener las tendencias autoritarias del poder.

Pero los nuevos derechos y mejoramiento concedidos lo son a condición de la mantención inmóvil de la estructura de la coacción de los unos sobre los otros. La concesión de derechos en las legislaciones modernas no es el modus operandi de la construcción de otro tipo de vida sino lo necesario para mantener la misma estructura coactiva. Ensañamiento de la inmovilidad. En el mundo inmóvil cambian velozmente las innovaciones tecnológicas y sus impactos en la existencia cotidiana. Pero se mantiene inmóvil la narración de las prácticas eficaces del control.

El pan y circo romano como estrategia de control pertenece claramente a la inmovilidad, solo se alteran sus contenidos. Antes el circo de los gladiadores, ahora el entretenimiento aliviador de la propia realidad hostil en los estadios deportivos de los mega-eventos; o el entretener para el mejor apaciguar y controlar por las pantallas de cine o televisión, o las revistas y suplementos de diarios con los escándalos de los famosos.

En el mundo inmóvil se reitera el imperativo de la violencia y el mejor control de las multitudes. Una civilización que multiplica el cambio y crecimiento de lo tecnológico y a la vez mantiene las estructuras de violencia y manipulación de la antigüedad, no produce verdadera innovación. O solo es una innovación débil, de escenografías urbanas, pincelados por nuevas tramas de bienes de uso, de consumo y comunicación. A pesar de lo que digan las neurociencias respecto a las modificaciones del cerebro contemporáneo, cuando la existencia está escindida entre la velocidad tecnológica y la inmovilidad moral, el cerebro no se modifica realmente. Recibe sí más información, amplía los capacidades de encuentro y acceso a esa información, pero dudamos en la capacidad de una cultura de producir realidades nuevas, cuando su brazo tecnológico es cada vez más sofisticado, pero sus pies siguen hundiéndose en el mismo lodo de la historia inmóvil, de la violencia y las estrategias de engaño y sometimiento.

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