El occidentalismo y eurocentrismo se nos cuela por todos los poros. Ver el mundo a través de los ojos del occidental ha sido una constante, que para algunas cosas sirve, para otras cada vez menos, en un mundo globalizado que paradójicamente no significa ‘igualizado’, porque hay una tendencia a destacar la identidad particular, local, regional y además muchas veces sus experiencias históricas y presentes no son similares.
Este es el sesgo de acontecimientos que reflejan las opiniones de Vidal y otros como mi amigo Pepe, cuando se refiere al ataque o crecimiento de la ofensiva neoliberal, personificado política y económicamente en el ascenso de Reagan y Thacher. Y trasladado a las relaciones económicas y de poder mundial.
Estos hechos que pueden aceptarse como criterio general, chocan en ocasiones con la experiencia española, la sociedad construida en la Transición. En España empezamos a construir la democracia cuando empieza el cansancio de las europeas, en plena polémica de críticas a la corrupción de los poderes, nosotros estamos saliendo de la dictadura, y a pesar de que todo transcurre excesivamente deprisa, no debería servir para olvidar tan rápidamente. Recuerdo compañeros que a principios de los noventa, criticaban al PSOE por cargarse el estado de bienestar. Todo es un sin propósito en nuestra experiencia, como si el estado de bienestar español hubiera sido construido en el franquismo, 20 o 30 años antes.
Desigualdades y excesos de poder, corrupción, abanicos salariales en explosión de crecimiento, todo pasa y mucho más, pero también otras cosas, lo determinante en el caso español, es que en medio de la vorágine económica y política se construyó el Estado de Bienestar que conocemos, probablemente la mayor democracia que existió en la historia de España y ello en medio del ascenso del liberalismo, de Reagan y Thacher.
Está muy extendido entre la intelectualidad el concepto de desánimo, para reflejar un momento de la Transición en el que la gente paró sus luchas, frenó sus ímpetus, por desánimo y por traiciones, dicen, yo mantengo la tesis de que fue porque millones de españoles consiguieron por fin sus sueños de libertad, poder votar, elegir, tener leyes que protegían derechos de expresión en palabra, escritos e imágenes, derechos de afiliación y reunión, divorcio, los derechos de las mujeres para ejercer de ciudadanas. Se obtuvieron sustentos básicos de calor, comida, vestido y calzado, y agua caliente y váter, y ciudades con calles asfaltadas y luces, y parques, incluso algunos coches y viviendas sociales, medicinas y atención sanitaria y colegios para los niños y universidades para las jóvenes y centros cívicos para viejos incluso hasta posibles vacaciones…
Todo esto que forma parte del bagaje socialdemócrata implantado en España en los ochenta y noventa, nunca se valoró por mucha gente, y aún seguimos así, solo valoramos lo que perdemos.
El problema es que esta sociedad ha sido muy poco defendida desde las filas de muchos izquierdistas, no la asumen como suya, no consideran positiva su participación en el resultado y a veces se comportan como si hubiera venido del cielo, dejando desprotegido un flanco para el ataque por parte de la derechona y de las ideas ultraliberales, los cuales perfectamente valoraban lo construido, como amenaza a formas de vida y pérdida de privilegios, tanto en el terreno de la abstracción teórica como en el de la concreción práctica.
Para muchos la democracia burguesa era una mierda, no era una verdadera democracia, era una mentira, porque el capitalismo oprime y explota, etc. etc. lo cual nos lleva a la paradoja de que hoy día los extremaizquierdosos critican que se puedan perder derechos, que nunca fueron peleados, defendidos ni entendidos como tales por ellos. Solo juegan a la contra y por tanto los debilitan, nos debilitan, debilitan esta sociedad, de lo cual se aprovechan las opciones neoliberales.
Si perder las pensiones actuales es un desastre, habrá que colegir que tenerlas haya sido una ventaja, y su crecimiento en número hasta casi doblarlas en 30 años un aumento de éxito, si perder parte de la sanidad que tenemos es penoso, algún día habrá que decir que tenerla es un logro importante. Pues en los años que ocurrían están cosas, triunfaban el pensamiento neoliberal y el capitalismo global, el mismo que ahora con la crisis, por lo que buscar explicaciones a lo que nos está ocurriendo hoy, basándose en aquello que existía hace 30 años, resulta poco útil.
Hablar de retrocesos contantemente desde hace 40 años, no es sostenible, porque alguna vez habremos estado mejor y paradójicamente y según muchas de estas conclusiones erróneas parecería que venimos del franquismo con amplia democracia y excelente nivel de vida y habernos sido quitado en estos tiempos.