Con la impresión fresca he decido escribir estas líneas en honor a la nueva serie de Netflix. Lo cierto, es que últimamente esta plataforma nos ha llenado de contenido original con el fin de suplir el vacío de grandes producciones que por motivos legales fueron retiradas del sitio, las cuales, han sido objeto de múltiples críticas, debido a que no todas resultan ser un éxito en cuestiones de libreto y desarrollo. No obstante, el mundo oculto de Sabrina es de esas series con las que, en lo personal, me siento feliz de tropezar, toca decirlo, Netflix, esta vez, ha hecho un trabajo exquisito.
Lo primero, es que se trata de un programa no apto para todo tipo de público y con esto no me refiero exclusivamente a restricciones de edad, sino a cuestiones de creencias religiosas y morales, para ver esta serie y disfrutarla sin malestares, toca sentarnos (o acostarnos, como nos resulte más cómodo) frente a la pantalla con la mente abierta, preparados para observar la aparición de situaciones de debate actual y estar dispuestos(as) a reír con el cinismo de los personajes.
Es una serie que cuenta con un reparto que logra llevar a cabo de manera magnífica el gran trabajo que es este libreto, cuya secuencia es digna de admirar, una serie que se conecta de principio a fin, que no deja cabos sueltos, que está repleta de dualidad. Y es que, si bien el tema central es el debate entre dos mundos en los que se encuentra la protagonista, si observamos con reparo todos los personajes están salpicados de dualidad, lo que nos obliga como espectadores a amarles y odiarles cual montaña rusa, no hay buenos y malos, son personajes vibrantes tan bien construidos que es imposible no sucumbir al conflicto de quererles y no quererles.
Si hablamos de las locaciones, propicias y acogedoras, serían los adjetivos a mi parecer indicados, ya que nos da la impresión de estar suspendida en dos tiempos, con existencia de tecnología, pero con ambientes que son propios de una época pasada, lo cual, resulta perfecto teniendo en cuenta todo el halo de magia que cubre esta producción. El uso de colores vivos, combinado con luces tenues para las escenas más diabólicas, nos permite como espectadores mantener la atención y seguir con nuestras emociones el ritmo de todos los sucesos que ocurren en estos diez primeros capítulos.
Pero sin duda, lo que más he amado es como de forma tan fluida han conectado el inicio y el final, demostrando que una buena producción no es la del desenlace más feliz o más trágico, sino aquella que es capaz de encontrar el equilibro dejando satisfecho al público con lo inesperado.
Por último, solo debo decir que la televisión necesita más protagonistas con características como las de Sabrina, mujeres que, aunque jóvenes son capaces de saber lo que quieren, luchar por ello, cuestionar el sistema establecido, apropiarse de su libertad, amar intensamente sabiendo cuándo es momento de dejar ir ese amor y reconocer sus errores. Esos son los ejemplos que como mujeres necesitamos ver en la pantalla; así que, si no la han visto, vayan a verla y luego me dejan un comentario para poder conversar sobre ella, porque muero por hacerlo mientras espero la cantidad de meses que seguramente faltan para la segunda entrega.