Revista Cultura y Ocio
fue uno de los focos de la industria textil sedera más importantes de España desde el último cuarto del siglo XV hasta finales del XVI, a pesar de que carecía de materia prima, la cual se trata del levante español.
La centuria decimoséptima fue de declive, volviéndose a rehacer hacia la mitad del siglo XVIII. Muy importantes fueron para el desarrollo de esta industria y su comercio los "mercaderes de escritorio" y la Real Compañía de Comercio y Fábricas que se creó en 1748.
Toledo capital, era el centro principal donde se concentraban las fábricas, pero también se extendían a los pueblos cercanos, donde muchos mercaderes de escritorio mantenían telares, en especial de angosto y de medias, sobresaliendo en esta última labor la villa de Tembleque, siendo así que a mitad del siglo XVII los fabricantes de esta localidad formaron unas ordenanzas propias por las que pretendieron regirse y así independizarse de la tutela u ordenamiento del gremio de Toledo y de 10 que requerían los comerciantes de esta ciudad.
CONSOLIDACIÓN DEL LUJO EN ESPAÑA
En total contradicción con la serie de pragmáticas contra el lujo que sus abuelos, su madre y él mismo habían dispuesto, Carlos V introdujo en España el fastuoso ceremonial cortesano borgoñés, actualizando la suntuosidad en los vestidos y c()mplementos con tejidos lujosos y encajes finísimos. Asimismo se tapizaban con ricas telas los coches que puso de moda en nuestro país. También era muy lujoso el vestido masculino y femenino en tiempos de Felipe n, el cual introdujo el uso de las medias de 187 seda, primero labradas con aguja y posteriormente en telar '.
En los trajes de lacayos, pajes, dueñas y escuderos, también era corriente el uso de sedas'. El lujo de la aristocracia a partir del reinado de Carlos I se dispara tanto en el vestir como en otras manifestaciones de la vida. Vuelven las vestiduras recamadas de oro y plata, guarnecidas de piedras preciosas. Vestían los hombres calzas de raso o tafetán.
El jubón era de rica tela de oro y plata, de raso o terciopelo y el sayo entero de terciopelo sin mangas, para mejor lucir el jubón. Las damas llevaban, como los hombres, jubones de tela de oro y plata, saya guarnecida con ribetes de oro, plata y seda, con mangas de aguja y capa de raso o terciopelo. En general las ropas eran de seda y brocado con adornos bordados en oro y plata, cordones y pasamanos, añadiendo a esto las señoras los forros de marta.
Iban enjoyados (collares, sortijas, cadenas de oro, cintillos con perlas y diamantes, etc.) y usaban perfumes caros. En sus casas tenían colgaduras de brocado, damasco, raso y tafetán bordado con flecos de oro y en los dormitorios la moda consistía en camas con doseles y cortinas de los mismos materiales'. La ostentación les llevaba a dar grandes banquetes y gastar desordenadamente en entierros y lutos .
ESTRUCTURA DE LA FÁBRICA DE SEDA DE TOLEDO
El arte de la seda fue durante el "Antiguo Régimen" la más importante manifestación manufacturera de la ciudad del Tajo porque aquí residía en numerosas ocasiones la Corte, vivía un alto número de nobles y aristócratas y era la sede de la diócesis metropolitana, primada de las Españas, con lo que esto conllevaba de lujo, esplendor y boato en el culto y en los objetos y ropas a él destinadas. Casi toda su población estaba implicada en alguna labor referente a ese arte. El tipo de industria que predominaba era el del régimen artesanal doméstico y patriarcal. Cada maestro poseía escasos telares, cuando no uno solo, y laboraba sus tejidos con el concurso de algún oficial y unos pocos aprendices que convivían con él.
Un doble sistema se daba en la ciudad:
por un lado los maestros sederos que trabajaban con independencia, comprando ellos mismos la seda en crudo, la daban a beneficiar y tejían los géneros que les encargaban sus clientes o que laboraban para vender en diferentes mercados. Por otro, los maestros que carecían del capital necesario y suficiente para adquirir «per se» la seda y tejían por encargo de los llamados «mercaderes de escritorio», de los que recibían la materia prima y cobraban una cantidad estipulada por el trabajo, lo que les mantenía sometidos a las exigencias de éstos y no a las ordenanzas del gremioS. No existió en todo este periodo en Toledo el tipo de manufactura fabril de talleres con un número de trabajadores que rebasara lo que se conoce como artesanía familiar, es decir, no hubo industria en el sentido moderno de la palabra.
Sólo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII se dan algunas excepciones, como la de don Vicente Díaz Benito y la de la Real Compañía de Comercio y Fábricas que se crea en la ciudad, quienes acumulan gran cantidad de telares. En cuanto al arte llamado menor o de estrecho, en especiallistoneria, cintería y medias, a él se dedicaban multitud de mujeres con telarillos individuales que laboraban en sus casas los tiempos que les dejaban libres sus ocupaciones domésticas. A lo anterior habría que añadir los cordoneros, que fabricaban flecos y cordones para ternos, coches, colgaduras, hábitos, libreas, estandartes, etc. Aparte estaban las devanadoras, los torcedores y los tintoreros.
La seda llegaba aquí en bruto procedente de Murcia, Valencia y Granada ", traída por los mercaderes de escritorio toledanos o por forasteros. Sólo la seda traída por estos últimos era vendida libremente en el «Mesón del Lino» los martes, día de mercado libre en la ciudad, Esa seda había que torcerla, devanarla en azarjas, teñirla y posteriormente devanarla en cañones.
Con la seda «beneficiada» se hacían labores de listonería, pasamanería, cortinaje y cordonería, así como tejidos de diferentes géneros (damascos, rasos, colonias, picotes, terciopelos, etc.), mantos y medias. Tanto los maestros sederos independientes como los llamados «mercaderes de escritorio» formaban parte de lo que se llamaba «filbricantes», los cuales eran dueños de la materia prima que se laboraba (seda). Los primeros eran los maestros del Arte que tenían fábrica propia; los segundos eran a la vez fabricantes y «comerciantes».
La labor de estos consistía en comprar la seda, darla a torcer y teñir y, una vez dispuesta para poder ser tejida, además de venderla en su «escritorio» a aquellos maestros del Arte que la necesitasen y que laboraban por su cuenta, la daban a labrar por medio de tres sistemas diferentes:
a) En telares que tenían en su propia casa, donde maestros tejedores u oficiales a su servicio trabajaban de forma asalariada labrando distintos géneros de tejidos.
b) Mantenían telares propios en casas de otros maestros, quienes tejían para ellos como trabajadores por cuenta ajena.
c) Encargaban a maestros que poseían sus propios telares los géneros que precisasen, proporcionándoles la seda que descontaban del valor del tejido cuando acudían a recogerlo. A veces también les prestaban dinero por adelantado.
Una vez recogida la mercancía ya labrada la llevaban a sus almacenes o depósitos y en sus «escritorios» u oficinas que tenían abiertas (por ello recibían el nombre de «mercaderes de escritorio»), llevaban a cabo sus transacciones comerciales, bien vendiendo en ellos directamente, bien por medio de comisionistas en otras ciudades, bien acudiendo a las ferias importantes o exportando a Portugal y a las Indias '. Con todo este proceso, estos mercaderes de escritorio controlaban la mayor parte de la producción.
Los maestros que por sí o por medio de un oficial tejían los géneros que los maestros o mercaderes de escritorio les proporcionaban ya urdidos y aparejados se llamaban «maestros laborantes». Por último existía en la ciudad otro ti po de personas que también tenían relación con el mundo de la seda, pero sólo de forma colateral Eran los «traficantes», más conocidos en Toledo con el nombre de «comerciantes de calle Ancha». Estos sólo compraban y vendían los géneros, pero no participaban en su fabricación.
En ocasiones llegaban a comprar la materia prima y la vendían a los artífices o maestros del Arte de la seda con una ganancia, para que estos, por su cuenta, la trabajaran. Eran simples intermediarios tanto en la proporción de la seda corno en la venta de los géneros producidos. Este sistema y esta di visión laboral dentro del mundo de la seda se mantuvo en Toledo durante todo el Antiguo Régimen y prácticamente hasta que se extinguió este quehacer manufacturero.
Se dice en diversos memoriales, que llegó a haber en Toledo 40.000 telares según unos, y 30.000 según otros, de todo género R, aunque debían referirse a toda la jurisdicción de Toledo y no sólo a la ciudad.
Según Larruga y Boneta", D. Gaspar Naranjo dice que en 1519 se consumieron en Toledo 200.000 libras de seda, por lo que calcula el citado autor es cantidad sólo suficiente para mantener 6.664 telares.
Este número concuerda con el expresado por el arbitrista y mercader de paños ,Y sedas Damián de Olivares, quien en su memorial de 27 de julio de 1620, dirigido al Ilmo. Sr. D. Fernando de Acevedo, Presidente de Castilla Y Arzobispo de Burgos, escribe que en la ciudad «avia mas de cinco mil y quiniehtos telares a seis mil» .
Gran cantidad de mujeres (viudas, huérfanas Y doncellas) se dedicaban a devanar las sedas Y a tejer medias del mismo materiaL Hasta los conven-tos de clausura, tanto de la capital como de su comarca, también consagraban gran parte de su tiempo en estos menesteres para remediar las necesidades que padecían.
Tantas familias se ocupaban de estas labores sédicas que no hubo espacio en Toledo para tal cantidad de talleres y tuvieron que instalarse en pueblos cercanos a la capital". Así surgieron telares en Fuensalida, Ajofrín, Casasbuenas, y en toda la Sagra, donde se fabricaban toda clase de tejidos de seda. Los pueblos de La Mancha se aplicaban especialmente en géneros de listonería y elaboración de medias, donde destacaba Tembleque. Los fabricantes de estos pueblos trabajaban por cuenta de los mercaderes de escritorio de Toledo por el sistema de «verlagssystem».
En estos telares toledanos, en este siglo XVII, se labraban:
- Terciopelos lisos y de colores, carmesíes, de fondo de colores, de fondo negro de tres altos y lisos negros.
- Felpas negras, lisas y bordadas.
~ Tercianelas negras.
- Tafetanes y rizos negros altos y bajos.
- Damascos carmesíes, blancos de follaje, nacarados y blancos, blancos y carmesíes, sólo nacarados, negros. (Estos tejidos eran los que más se fabricaban en la ciudad, junto a las media..". de peso).
- Rasos negros y de colores de toda suerte.
- Medias de punto ordinario afelpadas, negras y de colores.
- Pañuelos.
MALESTAR DE LOS SEDEROS TOLEDANOS A FINALES DEL SIGLO XVII
Hacia finales de siglo, más concretamente en 1683, se fabricaban en Toledo, entre otros géneros, los rasos altos y bajos 12. Las quejas representadas ante Carlos II por los artesanos que no fabricaban estos rasos bajos, quienes aducían que se producía fraude en las tiendas, pues el consumidor no podía apreciar la diferencia con los rasos altos, a no ser un experto, consiguieron que se diera una Real Cédula que prohibía la fabricación de tales rasos D. Asimismo, en 1683 se produce también la decadencia de la fábrica de medias de seda de punto, que antes había sido el orgullo de esta ciudad y había conseguido un altísimo crédito.
Se habían llegado a fabricar más de 100.000 pares y ahora sólo se llegaba a los 40.000. Ante esta situación, los laborantes de la ciudad también se quejaron de la existencia de gran número de telares de grueso, listonería y medias en diferentes villas y lugares del contorno de Toledo, particularmente en Tembleque, Mora, Fuensalida y otros más allá, como Pastrana, donde, según ellos, se labraban la mayor parte de los géneros faltos de ley y se comerciaban sin reconocerse ni sellarse como estaba ordenado por las Reales Ordenanzas, ni se visitaban por los veedores y sobreveedores del Arte Mayor de la Seda, con lo que, por una parte, se defraudaban los derechos reales y, por otro, esto había traído el descrédito de los tejidos de Toledo.
Entonces, a los fabricantes de Toledo, para paliar el declive, no se les ocurrió más que solicitar de Carlos II un decreto por el que ordenara que no podían trabajarse medias de seda de punto sin sus pesos correspondientes, que eran los siguientes:
- Medias de punto ordinario para hombres, negras o de color = 4 onzas.
- Medias de punto de Milán para hombres, negras = 3,5 onzas.
- Medias de punto de Milán para hombres, de color = 3 onzas
- Medias de punto de Milán para mujeres = 2 onzas.
- Medias de punto de Milán de arrugas, negras o de color = 4,5 onzas.
Con esta providencia pensaron los fabricantes toledanos que dejarían de manufacturarse las de Mora y Tembleque y otros pueblos de la Mancha, que las hacían más ligeras y al gusto del público. El rey accedió a la petición por medio de un Real Decreto de 25-9-1683. El resultado que obtuvieron los obtusos fabricantes de Toledo fue un encarecimiento en los precios de su producto, un rechazo de los consumidores a este tipo de medias, que preferían comprar las procedentes de Francia, más de su agrado, y la ruina casi total de su propia fábrica.
No quedaron conformes con esto los artesanos de Toledo, quienes tenían las medias fabricadas en estos lugares como de mala calidad, no sólo por la seda utilizada, sino también, como acabamos de ver, por su laboreo, que se hacía sin la ley y peso ordenado. Por todo ello solicitaban que, además, se cumpliese la normativa vigente, por la que se prohibía que dentro de 20 leguas del contorno de la ciudad hubiera telares u otra fábrica de seda y, como la mayoría pertenecían a los mercaderes de escritorio y fabricantes de Toledo, pedían que se redujeran a la ciudad.
En 1685 existía una gran disconformidad y malestar entre los fabricantes de la seda de Toledo por diversos motivos. Una de sus quejas se refería a lo que mandaban las nuevas ordenanzas en la fabricación de «colonias» al obligarlos a labrarlas de 80 púas y el «listón» de 40. No ve- ían lógico que el público demandase las colonias de 60 púas, los listones de 30 y las reforzadas de 15 y tuviesen que laborarlos de 80, 40 Y 20 respectivamente, ya que eran rechazados por los consumidores y perjudicaban económicamente a los fabricantes. La mayoría había dejado de labrarlos porque los mercaderes no los querían por no corresponderse el precio con el costo. Tampoco se pedían desde Madrid y lo que estaba labrado no tenía salida.
Esto traía como consecuencia el que la gente de la seda estuviese pasando grandes necesidades, por lo que solicitaban se les dejase labrar de 60 púas, como antes 10 venían haciendo, sellando las de 80 con sello de plomo y las de 60 con sello de lacre para que fueran diferenciadas en el mercado. ¿Por qué no procedieron y reaccionaron del mismo modo con el peso y laboreo de las medias~ Otra queja procedía de que preténdían labrar el llamado «rizo de Génova» con 54 portadas de tela y otras. 54 de pelo, lo que sumaba 108 portadas, que a 80 hilos cada una suponían 8.640 hilos en total; pero los veedores no consentían que se labrase así pues no lo permitían las ordenanzas.
No comprendían que no se les permitiese labrarlo con 240 hilos más que daban al tejido gran hermosura y mayor duración. En las ordenanzas se mandaba que tuviera 63 portadas de tela y 42 de pelo, 10 que sumaba 105 portadas que a 80 hilos hacen 8.400 hilos en total!4. Asimismo les parecía incongruente, innecesario y degradante el que sus tejidos de grueso, sellados en Toledo, se tuviesen que volver a sellar nuevamente en las ciudades a donde se llevaban a vender, 10 que además les perjudicaba, pues este acto suponía un encarecimiento del producto, y no les permitía competir en igualdad de condiciones con los géneros fabricados en otros lugares.
Por último, tampoco les parecía lógico el tener que sellar los géneros de listonería, pues aducían que los sellos rompían los géneros y además no se remediaba el mal porque la mayoría de las medias se fabricaban en Tembleque, Ocaña, Yepes y otros lugares de la Mancha y allí no tenían la obligación de sellarlos y, sin embargo, entraban en Madrid sin problemas.
Ante las protestas populares y la petición formulada por el Arte toledano, la Real Junta de Comercio decidió dar permiso para que se labrasen las colonias de 60 púas y el rizo llamado de «Génova», como solicitaban los fabricantes; pero en cuanto al sellado mantuvo las normas vigentes obligando a que se sellasen todos los géneros (de grueso, listonería y medias) para «evitar el fraude» y ordenó que el sello fuese de plomo.
Que cualquier pieza, aunque fuese en pedazos, debería estar sellada en las tiendas y que no se podía vender ningún género sin llevar el sello correspondiente, bajo las penas establecidas.
Y por último que toda la listonería que fuera a venderse en la Corte se habría de sellar en su aduana y la que se enviase a otros lugares sólo necesitaría el sello de Toledo 15. No sólo era la baratura el motivo de la gran aceptación de tejidos de lana, seda o mezclas y medias del exterior que invadían nuestro mercado, a ello hay que añadir la mayor calidad que ofreCÍan estos productos textiles y su mejor presentación, más atractivos al público por mayor ligereza, tintes nuevos y telas novedosas (escarlatinas, barraganes, buratos, chamelotes, gorguetas, etc.) que no se fabricaban en nuestro país
.
Las importaciones de tejidos de seda procedían primordialmente de Italia: Piamonte, Milanesado, Florencia y Génova.
Los brocados de hilo de oro de Milán y Florencia eran requeridos por la moda de la alta nobleza. También procedían de Flandes, Francia (tafetanes, estampados de Avignon, te~ciopelos, brocados y muarés de Tours y Lyon) y Alemania. Las medias de seda venían de Inglaterra, Francia (París) e Italia (Génova, Milán, Mesina y Nápoles) n. En 1696, Gabriel Heredia, de nacionalidad italiana, pero hijo de castellano natural de Illescas, solicitó, como maestro y fabricante de medias de seda tejidas en telar como las de Inglaterra, poner este tipo de fábrica en Toledo.
Pidió que se le concediera un préstamo que iría pagando con su trabajo y beneficio para poner dos telares (el coste de cada uno era de unos ISO pesos) 16. El Ayuntamiento, en sesión de 3 de octubre de dicho año vio esta petición y decidió pedir un informe a los veedores y sobreveedores del Arte de la Seda. Estos respondieron con fecha 7 del mismo mes que veían muy conveniente la implantación de esta fábrica por este maestro, quien había acreditado ante ellos su habilidad e inteligencia De momento se traería un telar de Génova y a medida que las mujeres aprendiesen a manejarlo se importarían otros o se podrían hacer iguales aquí.
Así se aplicarían muchas a esta actividad y se crearían puestos de trabajo en Toledo. Las mujeres que no se pudiesen aplicar a este menester ganarían cosiéndolas o devanando o juntando la seda necesaria, por lo que el beneficio sería general. El Ayuntamiento, en su sesión de 8 de octubre acordó aceptar la implantación de dicha fábrica de medias de seda tejidas en telar por Gabriel Heredia y dio permiso a los sobreveedores, que lo eran entonces don Manuel de Madrid y don Luis de Villalta, para que buscasen capital o quién estaría dispuesto a conceder el préstamo necesario ya que la ciudad no tenía caudal suficiente para sufragar estos gastos.
Ángel Santos Vaquero http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0043_09.pdf
La centuria decimoséptima fue de declive, volviéndose a rehacer hacia la mitad del siglo XVIII. Muy importantes fueron para el desarrollo de esta industria y su comercio los "mercaderes de escritorio" y la Real Compañía de Comercio y Fábricas que se creó en 1748.
Toledo capital, era el centro principal donde se concentraban las fábricas, pero también se extendían a los pueblos cercanos, donde muchos mercaderes de escritorio mantenían telares, en especial de angosto y de medias, sobresaliendo en esta última labor la villa de Tembleque, siendo así que a mitad del siglo XVII los fabricantes de esta localidad formaron unas ordenanzas propias por las que pretendieron regirse y así independizarse de la tutela u ordenamiento del gremio de Toledo y de 10 que requerían los comerciantes de esta ciudad.
CONSOLIDACIÓN DEL LUJO EN ESPAÑA
En total contradicción con la serie de pragmáticas contra el lujo que sus abuelos, su madre y él mismo habían dispuesto, Carlos V introdujo en España el fastuoso ceremonial cortesano borgoñés, actualizando la suntuosidad en los vestidos y c()mplementos con tejidos lujosos y encajes finísimos. Asimismo se tapizaban con ricas telas los coches que puso de moda en nuestro país. También era muy lujoso el vestido masculino y femenino en tiempos de Felipe n, el cual introdujo el uso de las medias de 187 seda, primero labradas con aguja y posteriormente en telar '.
En los trajes de lacayos, pajes, dueñas y escuderos, también era corriente el uso de sedas'. El lujo de la aristocracia a partir del reinado de Carlos I se dispara tanto en el vestir como en otras manifestaciones de la vida. Vuelven las vestiduras recamadas de oro y plata, guarnecidas de piedras preciosas. Vestían los hombres calzas de raso o tafetán.
El jubón era de rica tela de oro y plata, de raso o terciopelo y el sayo entero de terciopelo sin mangas, para mejor lucir el jubón. Las damas llevaban, como los hombres, jubones de tela de oro y plata, saya guarnecida con ribetes de oro, plata y seda, con mangas de aguja y capa de raso o terciopelo. En general las ropas eran de seda y brocado con adornos bordados en oro y plata, cordones y pasamanos, añadiendo a esto las señoras los forros de marta.
Iban enjoyados (collares, sortijas, cadenas de oro, cintillos con perlas y diamantes, etc.) y usaban perfumes caros. En sus casas tenían colgaduras de brocado, damasco, raso y tafetán bordado con flecos de oro y en los dormitorios la moda consistía en camas con doseles y cortinas de los mismos materiales'. La ostentación les llevaba a dar grandes banquetes y gastar desordenadamente en entierros y lutos .
ESTRUCTURA DE LA FÁBRICA DE SEDA DE TOLEDO
El arte de la seda fue durante el "Antiguo Régimen" la más importante manifestación manufacturera de la ciudad del Tajo porque aquí residía en numerosas ocasiones la Corte, vivía un alto número de nobles y aristócratas y era la sede de la diócesis metropolitana, primada de las Españas, con lo que esto conllevaba de lujo, esplendor y boato en el culto y en los objetos y ropas a él destinadas. Casi toda su población estaba implicada en alguna labor referente a ese arte. El tipo de industria que predominaba era el del régimen artesanal doméstico y patriarcal. Cada maestro poseía escasos telares, cuando no uno solo, y laboraba sus tejidos con el concurso de algún oficial y unos pocos aprendices que convivían con él.
Un doble sistema se daba en la ciudad:
por un lado los maestros sederos que trabajaban con independencia, comprando ellos mismos la seda en crudo, la daban a beneficiar y tejían los géneros que les encargaban sus clientes o que laboraban para vender en diferentes mercados. Por otro, los maestros que carecían del capital necesario y suficiente para adquirir «per se» la seda y tejían por encargo de los llamados «mercaderes de escritorio», de los que recibían la materia prima y cobraban una cantidad estipulada por el trabajo, lo que les mantenía sometidos a las exigencias de éstos y no a las ordenanzas del gremioS. No existió en todo este periodo en Toledo el tipo de manufactura fabril de talleres con un número de trabajadores que rebasara lo que se conoce como artesanía familiar, es decir, no hubo industria en el sentido moderno de la palabra.
Sólo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII se dan algunas excepciones, como la de don Vicente Díaz Benito y la de la Real Compañía de Comercio y Fábricas que se crea en la ciudad, quienes acumulan gran cantidad de telares. En cuanto al arte llamado menor o de estrecho, en especiallistoneria, cintería y medias, a él se dedicaban multitud de mujeres con telarillos individuales que laboraban en sus casas los tiempos que les dejaban libres sus ocupaciones domésticas. A lo anterior habría que añadir los cordoneros, que fabricaban flecos y cordones para ternos, coches, colgaduras, hábitos, libreas, estandartes, etc. Aparte estaban las devanadoras, los torcedores y los tintoreros.
La seda llegaba aquí en bruto procedente de Murcia, Valencia y Granada ", traída por los mercaderes de escritorio toledanos o por forasteros. Sólo la seda traída por estos últimos era vendida libremente en el «Mesón del Lino» los martes, día de mercado libre en la ciudad, Esa seda había que torcerla, devanarla en azarjas, teñirla y posteriormente devanarla en cañones.
Con la seda «beneficiada» se hacían labores de listonería, pasamanería, cortinaje y cordonería, así como tejidos de diferentes géneros (damascos, rasos, colonias, picotes, terciopelos, etc.), mantos y medias. Tanto los maestros sederos independientes como los llamados «mercaderes de escritorio» formaban parte de lo que se llamaba «filbricantes», los cuales eran dueños de la materia prima que se laboraba (seda). Los primeros eran los maestros del Arte que tenían fábrica propia; los segundos eran a la vez fabricantes y «comerciantes».
La labor de estos consistía en comprar la seda, darla a torcer y teñir y, una vez dispuesta para poder ser tejida, además de venderla en su «escritorio» a aquellos maestros del Arte que la necesitasen y que laboraban por su cuenta, la daban a labrar por medio de tres sistemas diferentes:
a) En telares que tenían en su propia casa, donde maestros tejedores u oficiales a su servicio trabajaban de forma asalariada labrando distintos géneros de tejidos.
b) Mantenían telares propios en casas de otros maestros, quienes tejían para ellos como trabajadores por cuenta ajena.
c) Encargaban a maestros que poseían sus propios telares los géneros que precisasen, proporcionándoles la seda que descontaban del valor del tejido cuando acudían a recogerlo. A veces también les prestaban dinero por adelantado.
Una vez recogida la mercancía ya labrada la llevaban a sus almacenes o depósitos y en sus «escritorios» u oficinas que tenían abiertas (por ello recibían el nombre de «mercaderes de escritorio»), llevaban a cabo sus transacciones comerciales, bien vendiendo en ellos directamente, bien por medio de comisionistas en otras ciudades, bien acudiendo a las ferias importantes o exportando a Portugal y a las Indias '. Con todo este proceso, estos mercaderes de escritorio controlaban la mayor parte de la producción.
Los maestros que por sí o por medio de un oficial tejían los géneros que los maestros o mercaderes de escritorio les proporcionaban ya urdidos y aparejados se llamaban «maestros laborantes». Por último existía en la ciudad otro ti po de personas que también tenían relación con el mundo de la seda, pero sólo de forma colateral Eran los «traficantes», más conocidos en Toledo con el nombre de «comerciantes de calle Ancha». Estos sólo compraban y vendían los géneros, pero no participaban en su fabricación.
En ocasiones llegaban a comprar la materia prima y la vendían a los artífices o maestros del Arte de la seda con una ganancia, para que estos, por su cuenta, la trabajaran. Eran simples intermediarios tanto en la proporción de la seda corno en la venta de los géneros producidos. Este sistema y esta di visión laboral dentro del mundo de la seda se mantuvo en Toledo durante todo el Antiguo Régimen y prácticamente hasta que se extinguió este quehacer manufacturero.
Se dice en diversos memoriales, que llegó a haber en Toledo 40.000 telares según unos, y 30.000 según otros, de todo género R, aunque debían referirse a toda la jurisdicción de Toledo y no sólo a la ciudad.
Según Larruga y Boneta", D. Gaspar Naranjo dice que en 1519 se consumieron en Toledo 200.000 libras de seda, por lo que calcula el citado autor es cantidad sólo suficiente para mantener 6.664 telares.
Este número concuerda con el expresado por el arbitrista y mercader de paños ,Y sedas Damián de Olivares, quien en su memorial de 27 de julio de 1620, dirigido al Ilmo. Sr. D. Fernando de Acevedo, Presidente de Castilla Y Arzobispo de Burgos, escribe que en la ciudad «avia mas de cinco mil y quiniehtos telares a seis mil» .
Gran cantidad de mujeres (viudas, huérfanas Y doncellas) se dedicaban a devanar las sedas Y a tejer medias del mismo materiaL Hasta los conven-tos de clausura, tanto de la capital como de su comarca, también consagraban gran parte de su tiempo en estos menesteres para remediar las necesidades que padecían.
Tantas familias se ocupaban de estas labores sédicas que no hubo espacio en Toledo para tal cantidad de talleres y tuvieron que instalarse en pueblos cercanos a la capital". Así surgieron telares en Fuensalida, Ajofrín, Casasbuenas, y en toda la Sagra, donde se fabricaban toda clase de tejidos de seda. Los pueblos de La Mancha se aplicaban especialmente en géneros de listonería y elaboración de medias, donde destacaba Tembleque. Los fabricantes de estos pueblos trabajaban por cuenta de los mercaderes de escritorio de Toledo por el sistema de «verlagssystem».
En estos telares toledanos, en este siglo XVII, se labraban:
- Terciopelos lisos y de colores, carmesíes, de fondo de colores, de fondo negro de tres altos y lisos negros.
- Felpas negras, lisas y bordadas.
~ Tercianelas negras.
- Tafetanes y rizos negros altos y bajos.
- Damascos carmesíes, blancos de follaje, nacarados y blancos, blancos y carmesíes, sólo nacarados, negros. (Estos tejidos eran los que más se fabricaban en la ciudad, junto a las media..". de peso).
- Rasos negros y de colores de toda suerte.
- Medias de punto ordinario afelpadas, negras y de colores.
- Pañuelos.
MALESTAR DE LOS SEDEROS TOLEDANOS A FINALES DEL SIGLO XVII
Hacia finales de siglo, más concretamente en 1683, se fabricaban en Toledo, entre otros géneros, los rasos altos y bajos 12. Las quejas representadas ante Carlos II por los artesanos que no fabricaban estos rasos bajos, quienes aducían que se producía fraude en las tiendas, pues el consumidor no podía apreciar la diferencia con los rasos altos, a no ser un experto, consiguieron que se diera una Real Cédula que prohibía la fabricación de tales rasos D. Asimismo, en 1683 se produce también la decadencia de la fábrica de medias de seda de punto, que antes había sido el orgullo de esta ciudad y había conseguido un altísimo crédito.
Se habían llegado a fabricar más de 100.000 pares y ahora sólo se llegaba a los 40.000. Ante esta situación, los laborantes de la ciudad también se quejaron de la existencia de gran número de telares de grueso, listonería y medias en diferentes villas y lugares del contorno de Toledo, particularmente en Tembleque, Mora, Fuensalida y otros más allá, como Pastrana, donde, según ellos, se labraban la mayor parte de los géneros faltos de ley y se comerciaban sin reconocerse ni sellarse como estaba ordenado por las Reales Ordenanzas, ni se visitaban por los veedores y sobreveedores del Arte Mayor de la Seda, con lo que, por una parte, se defraudaban los derechos reales y, por otro, esto había traído el descrédito de los tejidos de Toledo.
Entonces, a los fabricantes de Toledo, para paliar el declive, no se les ocurrió más que solicitar de Carlos II un decreto por el que ordenara que no podían trabajarse medias de seda de punto sin sus pesos correspondientes, que eran los siguientes:
- Medias de punto ordinario para hombres, negras o de color = 4 onzas.
- Medias de punto de Milán para hombres, negras = 3,5 onzas.
- Medias de punto de Milán para hombres, de color = 3 onzas
- Medias de punto de Milán para mujeres = 2 onzas.
- Medias de punto de Milán de arrugas, negras o de color = 4,5 onzas.
Con esta providencia pensaron los fabricantes toledanos que dejarían de manufacturarse las de Mora y Tembleque y otros pueblos de la Mancha, que las hacían más ligeras y al gusto del público. El rey accedió a la petición por medio de un Real Decreto de 25-9-1683. El resultado que obtuvieron los obtusos fabricantes de Toledo fue un encarecimiento en los precios de su producto, un rechazo de los consumidores a este tipo de medias, que preferían comprar las procedentes de Francia, más de su agrado, y la ruina casi total de su propia fábrica.
No quedaron conformes con esto los artesanos de Toledo, quienes tenían las medias fabricadas en estos lugares como de mala calidad, no sólo por la seda utilizada, sino también, como acabamos de ver, por su laboreo, que se hacía sin la ley y peso ordenado. Por todo ello solicitaban que, además, se cumpliese la normativa vigente, por la que se prohibía que dentro de 20 leguas del contorno de la ciudad hubiera telares u otra fábrica de seda y, como la mayoría pertenecían a los mercaderes de escritorio y fabricantes de Toledo, pedían que se redujeran a la ciudad.
En 1685 existía una gran disconformidad y malestar entre los fabricantes de la seda de Toledo por diversos motivos. Una de sus quejas se refería a lo que mandaban las nuevas ordenanzas en la fabricación de «colonias» al obligarlos a labrarlas de 80 púas y el «listón» de 40. No ve- ían lógico que el público demandase las colonias de 60 púas, los listones de 30 y las reforzadas de 15 y tuviesen que laborarlos de 80, 40 Y 20 respectivamente, ya que eran rechazados por los consumidores y perjudicaban económicamente a los fabricantes. La mayoría había dejado de labrarlos porque los mercaderes no los querían por no corresponderse el precio con el costo. Tampoco se pedían desde Madrid y lo que estaba labrado no tenía salida.
Esto traía como consecuencia el que la gente de la seda estuviese pasando grandes necesidades, por lo que solicitaban se les dejase labrar de 60 púas, como antes 10 venían haciendo, sellando las de 80 con sello de plomo y las de 60 con sello de lacre para que fueran diferenciadas en el mercado. ¿Por qué no procedieron y reaccionaron del mismo modo con el peso y laboreo de las medias~ Otra queja procedía de que preténdían labrar el llamado «rizo de Génova» con 54 portadas de tela y otras. 54 de pelo, lo que sumaba 108 portadas, que a 80 hilos cada una suponían 8.640 hilos en total; pero los veedores no consentían que se labrase así pues no lo permitían las ordenanzas.
No comprendían que no se les permitiese labrarlo con 240 hilos más que daban al tejido gran hermosura y mayor duración. En las ordenanzas se mandaba que tuviera 63 portadas de tela y 42 de pelo, 10 que sumaba 105 portadas que a 80 hilos hacen 8.400 hilos en total!4. Asimismo les parecía incongruente, innecesario y degradante el que sus tejidos de grueso, sellados en Toledo, se tuviesen que volver a sellar nuevamente en las ciudades a donde se llevaban a vender, 10 que además les perjudicaba, pues este acto suponía un encarecimiento del producto, y no les permitía competir en igualdad de condiciones con los géneros fabricados en otros lugares.
Por último, tampoco les parecía lógico el tener que sellar los géneros de listonería, pues aducían que los sellos rompían los géneros y además no se remediaba el mal porque la mayoría de las medias se fabricaban en Tembleque, Ocaña, Yepes y otros lugares de la Mancha y allí no tenían la obligación de sellarlos y, sin embargo, entraban en Madrid sin problemas.
Ante las protestas populares y la petición formulada por el Arte toledano, la Real Junta de Comercio decidió dar permiso para que se labrasen las colonias de 60 púas y el rizo llamado de «Génova», como solicitaban los fabricantes; pero en cuanto al sellado mantuvo las normas vigentes obligando a que se sellasen todos los géneros (de grueso, listonería y medias) para «evitar el fraude» y ordenó que el sello fuese de plomo.
Que cualquier pieza, aunque fuese en pedazos, debería estar sellada en las tiendas y que no se podía vender ningún género sin llevar el sello correspondiente, bajo las penas establecidas.
Y por último que toda la listonería que fuera a venderse en la Corte se habría de sellar en su aduana y la que se enviase a otros lugares sólo necesitaría el sello de Toledo 15. No sólo era la baratura el motivo de la gran aceptación de tejidos de lana, seda o mezclas y medias del exterior que invadían nuestro mercado, a ello hay que añadir la mayor calidad que ofreCÍan estos productos textiles y su mejor presentación, más atractivos al público por mayor ligereza, tintes nuevos y telas novedosas (escarlatinas, barraganes, buratos, chamelotes, gorguetas, etc.) que no se fabricaban en nuestro país
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Las importaciones de tejidos de seda procedían primordialmente de Italia: Piamonte, Milanesado, Florencia y Génova.
Los brocados de hilo de oro de Milán y Florencia eran requeridos por la moda de la alta nobleza. También procedían de Flandes, Francia (tafetanes, estampados de Avignon, te~ciopelos, brocados y muarés de Tours y Lyon) y Alemania. Las medias de seda venían de Inglaterra, Francia (París) e Italia (Génova, Milán, Mesina y Nápoles) n. En 1696, Gabriel Heredia, de nacionalidad italiana, pero hijo de castellano natural de Illescas, solicitó, como maestro y fabricante de medias de seda tejidas en telar como las de Inglaterra, poner este tipo de fábrica en Toledo.
Pidió que se le concediera un préstamo que iría pagando con su trabajo y beneficio para poner dos telares (el coste de cada uno era de unos ISO pesos) 16. El Ayuntamiento, en sesión de 3 de octubre de dicho año vio esta petición y decidió pedir un informe a los veedores y sobreveedores del Arte de la Seda. Estos respondieron con fecha 7 del mismo mes que veían muy conveniente la implantación de esta fábrica por este maestro, quien había acreditado ante ellos su habilidad e inteligencia De momento se traería un telar de Génova y a medida que las mujeres aprendiesen a manejarlo se importarían otros o se podrían hacer iguales aquí.
Así se aplicarían muchas a esta actividad y se crearían puestos de trabajo en Toledo. Las mujeres que no se pudiesen aplicar a este menester ganarían cosiéndolas o devanando o juntando la seda necesaria, por lo que el beneficio sería general. El Ayuntamiento, en su sesión de 8 de octubre acordó aceptar la implantación de dicha fábrica de medias de seda tejidas en telar por Gabriel Heredia y dio permiso a los sobreveedores, que lo eran entonces don Manuel de Madrid y don Luis de Villalta, para que buscasen capital o quién estaría dispuesto a conceder el préstamo necesario ya que la ciudad no tenía caudal suficiente para sufragar estos gastos.
Ángel Santos Vaquero http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0043_09.pdf
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