Revista Cine
Exhibido con más pena que gloria en la sección iberoamericana de Guadalajara 2011, ha llegado a las pantallas nacionales El Mural de Siqueiros (México-Argentina, 2010), vigésimo-tercer largometraje del veterano Héctor Olivera (La Nona/1979, No Habrá Más Penas ni Olvido/1983, telefilme borgiano El Evangelio Según Marcos/1993). Estamos ante una fallida mezcla de extravagante melodrama familiar y declamatoria biopic política-culterana que tiene como único punto a su favor su excelente ambientación de época. Llamada "de interés nacional" en los créditos -lo que hace suponer que hubo dinero del erario argentino en la producción- El Mural de Siqueiros toca el mismo tema, sólo que en el terreno de la ficción, que la premiada cinta documental Los Próximos Pasados (Muñoz, 2006), no vista, desgraciadamente, por mí.En 1933, el gran muralista mexicano, apasionado comunista y fanático del papito Stalin, David Alfaro Siqueiros (Bruno Bichir, adecuadamente desatado) llega a Buenos Aires con el fin de pintar un mural "revolucionario" en algún lugar público pero, en su lugar, termina siendo contratado por el poderoso magnate periodístico Natalio Botana (Luis Machín), dueño del influyente diario "Crítica", para pintar un mural erótico ("Experimento abstracto" se llamaría) en el amplio sótano de su quinta Los Granados.Olivera combina así, el retrato de la personalidad creativa de Siqueiros -su apuesta por la experimentación formal, el uso artístico de un producto industrial como el silicato- con sus muchas contradicciones ideológicas -un revolucionario que no tenía empacho en trabajar para el capitalista Botana; un (dizque) progresista que trataba de puta a su esposa, la poeta urugaya Blanca Luz Brum (Carla Peterson)-, al mismo tiempo que nos entrega la escandalosa crónica telenovelera de la familia formada por el propio Botana y su excéntrica esposa periodista/feminista Salvadora Medina (Ana Celentano), con todo y la aparición de las personalidades famosas de rigor, como Pablo Neruda (Sergio Boris) o Victoria Ocampo (Mónica Galán).La producción, repito, es impecable y los protagonistas/antagonistas, Siqueiros y Botana, son figuras fascinantes por sí mismas, pero la cinta se pierde en una verbosidad que llega a hartar, varios personajes están desdibujados -Neruda y Ocampo de plano están de más: ni siquiera funcionan como cameos chistosones- y el drama de la familia Botana-Medina es, para decir lo menos, inconsistente. La señora Medina es retratada aquí como una histérica y desquiciada -por lo que la infidelidad de Botana con la suculenta esposa de Siqueiros prácticamente se disculpa- mientras que algún episodio lésbico -el beso de la ama de llaves alemana a la señora Medina- es tan gratuito que roza con el absurdo. Como dijera un clásico reciente: ¿juay-dis-mess?