Revista Coaching

El muro que dividió una ciudad y sus jóvenes (1961-1990)

Por FundaciÓn Novia Salcedo
En la Universidad Humboldt de Berlín hay una galería de bustos donde se albergan los antiguos estudiantes de la institución académica que han sido galardonados con el premio Nobel desde su inauguración a principios de siglo XIX. Están expuestos en una clara manifestación de reconocimiento a los 29 premiados que tiene en su haber esta prestigiosa universidad. Dentro de esta galería, existe un espacio reservado para aquella generación de jóvenes que dadas las condiciones políticas y sociales que imperaron por aquel entonces, no se les permitió desarrollar sus capacidades por completo. Hablo por supuesto, de la generación del muro de Berlín. De los berlineses que vieron como un telón -no de acero para regocijo de Churchill sino de hormigón-  separó de manera dramática a un elevado número de familias, amigos, parejas, etc. Los mismos que pudieron escuchar a John F. Kennedy con el ya famosísimo ich bin ein berliner que enalteció a toda una serie de ciudadanos comprometidos con la libertad. Son los mismos ciudadanos que también, un 9 de noviembre de 1989, acudieron al muro en masa ante el inminente descalabro de la Alemana oriental controlada por los soviéticos. El presente 9 de noviembre se conmemora el 25 aniversario de la caída de este muro que llegó a alcanzar los 157 km de longitud en el corazón de Europa. Este histórico hecho ha tenido diferentes lecturas para los historiadores y periodistas que a lo largo de casi tres décadas contaron todo lo que sucedía en las dos partes de la ciudad de Berlín. Una de esas lecturas es sin duda, las consecuencias que tuvieron que pasar miles de jóvenes que quedaron atrapados entre dos mundos; oriente y occidente. El muro que dividió una ciudad y sus jóvenes (1961-1990)
Los que pudieron quedarse en la zona controlada por occidente tuvieron ocasión de gozar plenamente de todas las ventajas que el sistema capitalista les ofrecía. Educación, productos comerciales, comodidades tecnológicas… pero fueron los jóvenes orientales quienes tuvieron que lidiar con situaciones más que difíciles, porque tal y como narró uno de los miles que pudieron pasar a la zona occidental, “si te crías sin libertad, una vez que la consigues sabes valorarla”. Tras la rueda de prensa que Schabowski –miembro del Politburó- emitió ante toda la prensa de Alemania oriental mencionando erróneamente que la ‘Ley de Viajes’ quedaba autorizada ipso facto, miles de berlineses acudieron a los checkpoint ante la atónita mirada de los guardias soviéticos que no se atrevieron a disparar. Y es que han sido varias generaciones de jóvenes los que sufrieron los excesos de dos potencias mundiales en los coletazos de la Guerra Fría. La vida para ellos a lo largo de las casi tres décadas que el muro estuvo vigente fue diferente dependiendo de la zona donde vivían. Hoy, más de veinte años después de la desaparición del telón de acero, los jóvenes nacidos en las fechas posteriores a la caída del muro, apenas tienen constancia de las situaciones que propició esta construcción. Hoy acuden a sus respectivos centros de formación  independientemente de dónde vivan y tienen un futuro ante sí sin barreras ni obstáculos construidos por el hombre en pleno apogeo de la sinrazón. El muro que dividió una ciudad y sus jóvenes (1961-1990)


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