Estudiante y proyecto de escritora.
Es una joven soñadora. Estudiante del Instituto Aberdeen de Ciudad de México. Como verán en el relato, es una niña tocada por la magía de Arte y ya no quiere abandonarlo. Aquí presenta su primer relato del que solo espero (y me comprometo) a que no sea el último.
A Bere la conocí en noviembre de 2022. Yo estaba de gira por México presentando la versión juvenil de mi novela «Las tres reinas». Como en años anteriores, impartí una conferencia a los alumnos del Instituto Aberdeen de Ciudad de México. Acabada la conferencia, la Jefa de Estudios me la presentó, dado el especial interés que había mostrado en escribir y que no se le había escapado a sus profesores. De todos es sabido mi reticencia a adoptar discípulos. Pero, el brillo en los ojos que le ví ese día y la forma en que me contaba sus sueños, me recordó a mí mismo cuando soñaba con hacer mis primeras películas. No supe (ni quise) decir que no y le prometí que trabajaríamos juntos en algún proyecto
Hoy me siento orgulloso de ella y feliz de publicar este relato en el que ha trabajado mucho. Sus 14 añitos le dan más valor a este escrito. Valoro que en este año ha aprendido cosas esenciales: a escuchar y mejorar a partir de lo que le he podido aportar, a entender que el secreto de un buen texto es leerlo muchas veces y matizar y, sobre todo; que si luchas mucho por tus sueños, con el tiempo se cumplen. Parafraseándola a ella diré que parecía una locura el que trabajáramos juntos… pero esa locura nos mantuvo cuerdos a los dos.
El museo, el joven y el arte
En una banqueta de la magnífica ciudad de París yacía un joven triste y afligido. En su mente se cuestionaba cuándo encontraría el sentido de vivir. ¿Por qué seguir el mismo paso que todos?, ¿tenía que continuar el círculo infinito donde todo es como un sereno reloj que siempre da el mismo recorrido para el gusto de la gente?, era lo que se preguntaba aquel muchacho de ojos cansados.
Todavía triste vagó por las calles, esperando encontrar una solución. Sus pies caminaban sin rumbo fijo, lo que hizo que parara en un museo de arte. El joven miró la estructura de arriba a abajo, observando cada hermoso detalle que tenía. Era un inmueble viejo, hermoso y al parecer muy ignorado por toda la gente que pasaba frente a él, parecía que este veía como no les interesaba lo que se encuentra en sus rincones, en las maravillas y deleites que puede ofrecer. El joven, sintiendo compasión por aquel triste museo que esperaba a ser visitado, decidió entrar.
Viajaba por los largos pasillos con pinturas y esculturas de mármol, sus ojos se iban deleitando más y más, sus pupilas se dilataban con cada cosa que veía, para él era como estar en el mismo paraíso. De un momento a otro empezó a sentir que sus pies flotaban y que su conciencia lo abandonaba, siguió y siguió hasta que encontró la mayor belleza que había podido ver en su vida.
Era una deslumbrante mujer, sus ojos de todos los colores existentes, lila, azul, turquesa, amarillo y con alegría y pureza desbordando de ellos, los cuales se veían encantadores en su vestido con los más hermosos paisajes, desde la noche con estrellas deslumbrantes y explosivas hasta un soleado día de campo en el refrescante bosque. En cada paso que daba, mientras bailaba, se escuchaban risas de alegría, el sonido de un piano acompañado por un violín, pero al mismo tiempo unos leves lamentos, llantos y truenos. De sus manos, las cuales se movían con la ligereza de una bailarina de ballet, se escuchaba el ligero sonido de una pluma sobre el papel. En sus labios estaban acumulados todos esos gloriosos cantos de ópera y de los poemas recitados con una voz melancólica y dulce. En su piel se encontraban brochazos y salpicaduras de pintura y en su alma podías encontrar las noches de desvelo, alegrías, orgullo y pasión que cada artista le dedicaba.
Completamente enamorado la observó hasta darse cuenta de que era la extraordinaria Arte quien estaba bailando en esa habitación. Él quería acercarse a ver cada una de sus perfecciones, quería averiguar todo lo que en su alma se encontraba, pero se acobardó.
El joven, aun anonadado por la grandeza del arte, pudo ver colores en la música y olores en los colores. Él al fin había encontrado el verdadero sentido de la vida. Descubrió su devoto amor hacia el arte, supo que quería pasar cada día a su lado, dedicarle cada uno de sus suspiros y estaba decidido a adorarle con cada pedazo de su ser. De pronto se dio cuenta de lo inalcanzable que era el arte, de lo difícil que iba a ser tenerla, así que se dispuso a buscar una forma para nunca apartarse de ella. Buscó todos los caminos que se le ofrecían y decidió tomar el de la pintura. Salió del museo y se dirigió a una tienda con productos dignos para pintores. En su travesía atravesó teatros, callejones con grupos de jazz tocando felizmente y en cada paso que daba iba iluminando cada rincón de la oscura ciudad, aclamaba y recitaba todo lo glorioso del arte. “Oh, Arte, quiero que seas mi felicidad y mi tristeza, que seas la causa de mi tortura y desalientos, pero al mismo tiempo mi motor para esta vida tan amarga, ahora soy tuyo, hazme feliz, soy tu títere, haz conmigo lo que te plazca, lléname de color y de gratitud, cúbreme con tu manto de confort y esperanza. Mi querida, ahora eres mi vida, voy a pensar cada día en tu gloriosa sabiduría, te dedicaré cada logro. ¡Tal vez esté loco!, pero no importa, con tal que la locura me mantenga cuerdo, es más que suficiente para entregarme a aquello que más quiero, mi amada Arte” es lo que citó mientras caminaba.
Tiempo después aquel joven estaba de nuevo en las banquetas de la ciudad, rodeado de miradas curiosas que admiraban sus finas pinceladas en el lienzo. Él suspiraba enamorado de vez en cuando, anhelando encontrarse de nuevo con su amada en cada cuadro que le dedicaba…
Bere L.M
FIN
El día de mi conferencia en el Instituto Aberdeen