Revista Psicología

El Nacimiento de la Neuropsicología o la Vida y Obra de A.R.Luria

Por Vgarcigo
"La verdad siempre resplandece al final, cuando ya se ha ido todo el mundo" [Julio Cerón]
Se puede considerar a Alexander Romanovich Luria (1902-1977) como padre fundador de la neuropsicología moderna. Nace en Kazan (ciudad al sureste de Moscú) en el año 1902, ingresando en la Universidad de esta ciudad a la edad de 16 años. Será en este contexto social y académico donde surgirá progresivamente su interés por la psicología, en la que se graduará con 21 años (1926).

El Nacimiento de la Neuropsicología o la Vida y Obra de A.R.Luria

Alexander Luria en su madurez

En su Autobiografía Mirando Hacia atrás (Madrid: Ediciones Norma, 1979) declara al respecto:

Resulta difícil saber el motivo de mi elección por la psicología como el terreno de mi inmediata actividad profesional. (Luria, 1979, pag.15)
 
En su juventud, Luria visitará la ciudad de San Petersburgo y conocerá el denominado Instituto de Investigación del Cerebro cuyo ambiente y métodos de trabajo influirán de forma decisiva en la trayectoria del futuro neuropsicólogo. No obstante, sus primeros intereses científicos no se encaminaron hacia el estudio de la relación entre la conducta y el cerebro sino que se orientaron hacia el campo del psicoanálisis (muy en boga por aquellos años). Este interés inicial le lleva a ser uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica de su ciudad natal, además de iniciar sus primeras investigaciones en este campo buscando un modo de afrontar las teorías freudianas de forma más experimental y objetiva.
Pero junto a esta inclinación inicial hacia la psicología de los procesos inconscientes, Luria también profundizará en la lectura y estudio de la obra del eminente fisiólogo ruso Pavlov (descubridor del aprendizaje por condicionamiento clásico en sus investigaciones con perros) y de otro compatriota suyo, Bechterev, un catedrático de psiquiatría y reflexología de la Universidad de Petrogrado que también llegará a desarrollar una teoría propia sobre los reflejos condicionados.
 
En el año 1924 Luria podrá conocer personalmente a otra eminente figura, el psicólogo Lev Vygotsky, en el 2º Congreso de Psiconeurología (Leningrado) donde su exposición sobre la relación entre los reflejos condicionados y la actividad consciente deslumbrará al joven Luria. Un año después, podrán constituir juntos un grupo de trabajo en el Instituto de Psicología de Moscú.
Las ideas de Vygotsky sobre la psicología partían de explicar los procesos mentales centrándose en las formas sociales que les daban forma, a este tipo de acercamiento le llamó psicología cultural (posteriormente histórica). En su autobiografía, Luria considera a Vigotsky un genio de la psicología pero su muerte temprana le impidió desarrollar su interés creciente por cuestiones más propiamente neuropsicológicas, aunque años antes de este desenlace, Luria y Vigotsky se matricularon en la Escuela de Medicina conscientes de su  necesidad por adquirir un mayor conocimiento de la organización funcional del cerebro, y con ello, poder avanzar más y mejor en sus inquietudes psicológicas.
Una de sus primeras tareas en este nuevo campo de interés mutuo, fue revisar la literatura neurológica donde abundaban las denominadas concepciones localizacionistas (que defendían la existencia de áreas cerebrales o centros concretos para cada una de las distintas funciones psicológicas). Vygotsky se propuso estudiar los cuadros afásicos (o de dificultades y déficit en el lenguaje) ahondando en sus peculiaridades psicológicas, una labor que continuará el propio Luria con su investigación en pacientes afásicos durante la segunda guerra mundial y que culminará con el establecimiento de nuevas formas de rehabilitación para este tipo de trastornos.
Vygotsky y Luria, plantearán la necesidad de superar las concepciones más localizacionistas de la neurología clásica, con la defensa de nuevos planteamientos más dinámicos del funcionalismo cerebral. Ahora, ya no resultará adecuado establecer una relación directa entre una zona cerebral lesionada y el síntoma psicológico o conductual correspondiente, sino que habrá que diferenciar entre consecuencias primarias y secundarias a una lesión cerebral, valorando que procesos quedan preservados y cuales no. Establecen así un nuevo concepto, el sistema funcional complejo que no estará localizado en partes concretas del córtex cerebral, sino en zonas agrupadas que colaboran juntas aunque estén distantes. Las funciones más superiores y característicamente humana, como el lenguaje o el pensamiento, serían un sistema funcional complejo.
En los años posteriores a la segunda guerra mundial, Luria se interesa especialmente por el estudio de las heridas por arma de fuego en el cerebro, que considera de un gran interés neuropsicológico por ser lesiones muy localizadas, idiosincrásicas y muy delimitadas, lo que facilita el planteamiento de nuevas hipótesis sobre las relaciones entre funciones psicológicas y áreas cerebrales. Será en esta época cuando publica dos obras relevantes para la historia de la neuropsicología: Afasia Traumática
(1947) y Restablecimiento de las funciones cerebrales tras traumas de guerra (1948).
Sobre lo relevantes que resultaron los terribles años de la gran guerra para los intereses científicos de Luria, queda bien expresado en otro fragmento de su autobiografía:


Eran impresionantes las responsabilidades que soportábamos y la oportunidad de estudiar un gran número de pacientes con lesiones cerebrales, siguiéndolos de cerca a través de todos los niveles de tratamiento e intentando ayudarles a recuperar las funciones perdidas…Así los años de desastre nos proporcionaron la mayor oportunidad de hacer avanzar la ciencia (Luria, 1979, p.99).

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Portada de la Autobiografía de Luria (1979)

La disciplina que hoy en día conocemos como neuropsicología, quizás no hubiera sido posible, o estaría más mermada, sin las aportaciones cruciales de Luria. Por todo ello, es justo y necesario considerarlo como un verdadero padre fundador de la disciplina, al desarrollar una novedosa forma de aproximación al estudio de las complejas relaciones entre el cerebro y la conducta humana.

En la década de los sesenta, Luria centra su atención en el estudio de la memoria, faceta que siempre le había apasionado científicamente. En una de sus obras más divulgativas La Mente de un Mnemonista (1968) relata el extraordinario caso de un hombre dotado de hipermnesia, una extraña facultad que le permitía recordar acontecimientos ocurridos años atrás con el mayor de los detalles (Luria relata como era capaz de recitar sin equivocarse listas de palabras sin sentido, años después de haberle sido presentadas una sola vez).

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La Mente de un Mnemonista (1968)

A Luria también le fascinará el papel de los lóbulos frontales del cerebro, los denominados por la neurología clásica "lóbulos silentes" (al desconocerse en gran medida sus funciones). En los estudios de Luria sobre estas estructuras cerebrales (The Frontal Lobes and the Regulation of Mental Processes, 1966) llega a la conclusión de que las lesiones en esta áreas afectan de forma grave a ciertos procesos psíquicos complejos (denominados funciones ejecutivas) aunque se preserven indemnes otras funciones superiores (lenguaje, memoria, etc.), algo que los más modernos estudios neuropsicológicos han corroborado.

 Pero una de sus obras científicas cumbre para la historia de la neuropsicología, también fue escrita por Luria en esos años, se trata de Las Funciones Corticales Superiores del Hombre (1962) donde se presenta una visión general de cómo están organizadas las funciones psíquicas más superiores en el cerebro humano. Obra que se complementará con la publicación, años después, de The Working Brain (1973) o Fundamentos de Neuropsicología (en la traducción a la lengua española) donde se exponen multitud de claves para el futuro de esta naciente disciplina.

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Funciones Corticales Superiores del Hombre (1962)

Uno de sus discípulos emigrados a EE.UU, y buen exponente del interés por los lóbulos frontales, ha sido Elkhonon Goldberg, que en su obra El Cerebro Ejecutivo (Barcelona: Editorial Crítica, 2002), nos deja una viva impresión de lo que para él significó tener a un maestro como Luria:
Alexander Romanovich Luria era presumiblemente el más importante psicólogo de su época. Su carrera polifacética incluía originales estudios de desarrollo y cruce cultural, principalmente en colaboración con su mentor Lev Semyonovich Vygotsky, uno de los más grandes psicólogos del siglo XX. Pero fue su contribución a la neuropsicología la que le ganó verdadera aclamación internacional. Considerado universalmente como padre fundador de la neuropsicología, estudió la base neural del lenguaje, la memoria, y, por supuesto, las funciones ejecutivas. Entre sus contemporáneos, nadie contribuyó más que Luria a la comprensión de la compleja relación entre cerebro y cognición, y era reverenciado en ambos lados del Atlántico. [Goldberg, Pag. 26]

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Alexander Luria en sus últimos años

Son estas palabras, de quien bien conoció a este eminente e infatigable neuropsicólogo, la mejor conclusión para este artículo que también ha pretendido tributarle (en cierta y muy modesta forma) un recordatorio y homenaje a su figura, ya que todos aquellos que estamos implicados profesionalmente en esta disciplina, y aún más importante, todas aquellas personas lesionadas cerebrales que logran mejorar su calidad de vida tras un proceso rehabilitación neuropsicológica, lo hacen en no poca medida gracias a las inestimables aportaciones de este gran hombre.
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