Los jueces alemanes niegan que haya existido violencia en el nacionalismo catalán y, en consecuencia, han negado que Puigdemont, líder de la rebelión separatista, sea extraditado a España por rebelión, provocando una fuerte polémica y mucha indignación, detrás de la cual está la duda sobre si es o no violenta la rebelión golpista catalana. ---
Nosotros creemos que el "nacionalseparatismo" catalán es por naturaleza violento y que si esa violencia congénita no se ha manifestado todavía en sangre se debe únicamente a que tienen claro que una estrategia de violencia descarada les colocaría al margen de la ley y serían universalmente condenados y represaliados. El pretendido pacifismo del "proceso" es una postura forzada de naturaleza estratégica y la violencia es una fuerte pasión reprimida porque la lucha así lo exige.
Ideológicamente, los nacionalseparatista son supremacistas, racistas y con una estructura mental dominada por el odio que, como ha sido habitual en la Historia, esconde en parte, sólo en parte, todas las formas imaginables de violencia, desde la que se ejerce sobre los niños en la guardería para inculcarles el odio y el rechazo a España, hasta el asalto a coches policiales, sabotajes en carreteras y vías de tren, agresiones, amenazas y coacciones a todos los disidentes.
La violencia se respira en Cataluña y se percibe en las calles. Yo estuve personalmente en Barcelona, el día que comenzó la lucha dura, en la Diada de 2012, y lo percibí en mis propias carnes, sintiendo miedo ante las masas llenas de odio. Una señora, que vio como algunos manifestantes nos insultaban con rostros crispados, nos aconsejó que nos marcháramos del Paseo de Gracia. No puedo olvidar aquella experiencia y entonces decidí nunca más pisar aquella ciudad, promesa que he cumplido.
La Ley de Partidos Políticos prevé que un partido sea declarado ilegal cuando su actividad vulnere los principios democráticos por “fomentar, propiciar o legitimar la violencia como método para la consecución de objetivos políticos o para hacer desaparecer las condiciones precisas para el ejercicio de la democracia, del pluralismo y de las libertades políticas”. Pero esa prohibición no se ha producido y la lucha por de independencia y la ruptura de España forma parte ya del ADN no solo de varios partidos catalanes, sino también de centenares de asociaciones y organizaciones de la sociedad civil, todas ellas impulsadas y financiadas desde el poder político.
Aseguran que el Fiscal General Maza, cuando su vida quedó truncada en Argentina, estaba estudiando seriamente y argumentando una propuesta al Estado para ilegalizar los partidos independentistas catalanes, no sólo porque la Ley de Partidos prohíbe sus actividades, sino porque propician la violencia y constituyen un peligro grave para la convivencia.
Si estuviera vivo, esa propuesta se habría enriquecido y acelerado al analizar la naturaleza y actividades de los Comités de Defensa de la República (CDR), genuina emanación totalitaria de la violencia contenida del proceso separatista catalán, teleguiada desde el poder político.
Los separatistas catalanes están construyendo un muro que les separe no sólo de España, sino de la mayoría silenciosa de catalanes que no quieren la independencia. Ese muro es pura violencia, construida a la sombra del terrible y falso eslogan "España nos roba", como también es violento el boicot que el separatismo practica, desde hace más de dos décadas, a los productos españoles, la marginación de los que piensan diferente, el adoctrinamiento en las escuelas, el acoso a los que ellos llaman "españolistas" y las tribulaciones que los contrarios a la independencia y los tibios padecen en sus puestos de trabajo y barrios, un acoso permanente y creciente que persigue que los enemigos del proceso sientan miedo y emigren.
Es absolutamente imposible juzgar la violencia existente en Cataluña sin analizarla sobre el terreno. Ese ha sido el "error" de los jueces alemanes, cuya decisión ha sido frívola, injusta y destructiva para una Europa cuya unión se basa en leyes comunes, deberes y derechos compartidos y, sobre todo, una sólida confianza entre los estados socios.
Francisco Rubiales