Las elecciones midterm nos han dejado momentos inolvidables y frases para la historia de esta nación. Sin duda, una de ellas ha sido la que pronunció el presidente Trump durante uno de sus muchos mítines electorales en apoyo de los candidatos republicanos, concretamente en Houston, Texas : "Soy un nacionalista", proclamó un exultante Donald Trump, y se quedó más ancho que largo. Su frase reventó los tímpanos de los demócratas y de esa prensa progresista que sufre del mal de la prepotencia intelectual.
"Soy un nacionalista" dijo el presidente, y los ciudadanos patriotas americanos aplaudieron entusiasmados. Los medios críticos se lanzaron como buitres para ver si podían despedazar esas palabras y poner en la picota al buenazo de Trump, que dice lo que piensa y piensa lo que dice más de lo que la izquierda se cree.
En realidad, era una constatación de hechos probados durante estos dos años de presidencia, de promesas hechas y promesas cumplidas. Porque el presidente ha llevado a cabo políticas nacionalistas, es decir, de salvaguardar esta nación por encima de todo. No es nada de lo que deba avergonzarse, sino de lo que enorgullecerse. Este nacionalismo estadounidense que proclama Trump es el mismo que otros grandes presidentes han desarrollado en el transcurso de la historia. George Washington, Abraham Lincoln, Ted Roosevelt, Franklin D. Roosevelt, Ronald Reagan... Y ahora, Donald Trump completa ese cuadro mágico de presidentes llamados a ser recordados por sus obras de vital trascendencia para este país.
La izquierda demócrata trata de cargar de connotaciones negativas la palabra "nacionalista", pero la realidad es que en la acción de gobierno de Trump, como en la de los presidentes citados, está llena de ejemplos y de resultados positivos: en lo económico, en seguridad, en defensa y en prácticamente cualquier área.
Los grandes presidentes de este país han sido nacionalistas, es más, han sido combativamente nacionalistas, patriotas con un descarado amor por su país, al que pusieron en todo momento en primer plano. Trump sigue esa estela histórica. Su "America First" es de un nacionalismo encantador y orgulloso, sin vergüenza por el pasado y por lo que es y representa esta nación, sin disculpas, sin mostrarse ofendido, con esa pizca de entusiasmo nacional y optimismo que tan bien supo acuñar Ronald Reagan, y que Trump ha recuperado con un desparpajo que noquea a críticos y progresistas de salón.
Cuando el presidente Trump proclama orgulloso "soy un nacionalista" todos sabemos lo que pretende decir y transmitir: Estados Unidos es una nación extraordinaria por muchísimas razones, y es mi máxima prioridad. Lo que Trump proclama es: "soy un patriota". En la misma medida que lo fueron Washington, Lincoln, Jackson, Grant, los Roosevelt, Eisenhower, Truman o Reagan.
El nacionalismo patriota que defiende y representa Trump valora la identidad estadounidense por lo que significa realmente, no requiere ni justifica un sentido de superioridad respecto a otros países o pueblos diferentes. Es el nacionalismo patriota de la humildad y de la mente abierta, de amar y respetar nuestra herencia nacional y cultural en toda su diversidad. Es el nacionalismo americano que ama Trump y por lo que se manifiesta como patriota. No hay intolerancia en el nacionalismo que impregna "Make America Great Again", sino un profundo y sincero orgullo nacional.
El nacionalismo patriota que defiende el presidente Trump está muy alejado de la propaganda que utiliza la izquierda para demonizarlo. Es un concepto transparente basado en el amor al país y a la gente sencilla y honesta. Trump ha recuperado los valores morales de la justicia y el progreso real, no de las falsas promesas y la prepotencia intelectual de la izquierda. Ha recuperado los auténticos valores estadounidenses.
El nacionalismo que enarbola Trump, como lo hiciera Reagan, es el nacionalismo que une al país mediante patriotismo, valores morales y solidaridad.
El nacionalismo une al país. El nacionalismo es el único medio por el cual el patriotismo y la solidaridad pueden expresarse en el ámbito político y galvanizar a la sociedad en aras de un bien mayor. Y Trump ha sabido adoptar el tono nacionalista patriota adecuado para movilizar y unificar a millones de estadounidenses con una agenda conservadora y llena de sentido común.