El PSOE recibió los latigazos de ruptura antes, y no solo en el PSC que sufrió un terremoto, y no han acabado de sufrir las consecuencias. La búsqueda de salidas con el asunto de federalismo asimétrico, naciones, pluracionalidad… no ha terminado, se liará y enconará más la situación.
Podemos está sufriendo los desgarros ahora, en Cataluña y en el resto de España, sus mareas, Galicia, País Vasco, Valencia, Aragón, Andalucía… todo parece remansado pero la corriente revuelta de fondo se desbordará.
Las posturas deberían dejar claro, que en Europa, en el siglo XXI, ningún partido que pretenda gobernar podrá aceptar la secesión de una parte del territorio. Ningún partido serio, aunque no tenga esperanzas para gobernar, podrá ocultar que los apoyos parlamentarios de los independentistas están basados en un 36% del cuerpo de votantes catalanes, algo que resultará imposible de defender ante la ciudadanía, porque entonces se entendería abierta la puerta a golpistas de cualquier signo en otros momentos.
La declaración de independencia es apoyada por los diputados del Parlament representantes de 1.628.714 de votantes a JuntxSí, mas los representantes de 337.794 votantes de la CUP, en total sumarían 1.966.508 votos de ciudadanos sobre un censo electoral de 5.510.853 de catalanes con derecho a votar. Esto ocurrió en las últimas elecciones planteadas como plebiscito por JxS y CUP, que perdieron.
Cada día un paso más. A medida que se acerca Octubre los acontecimientos acelerarán y las contradicciones saltarán como chispas, la tensión aumentará en todas partes, en todos los partidos, pretenderán arreglos de última hora para salvar lo mejor posible este golpe, lo cual generará mayor descontrol y arañazos, sobre todo en las izquierdas, en las que parecen caber multitud de formas diferentes de afrontar la situación.
La defensa de la Constitución, será percibida por la ciudadanía como realizada, fundamentalmente, por la derecha y el centro. Así la destrucción de las izquierdas iniciada en el siglo XXI, agravada con la crisis, ahora dará un gran paso adelante, asegurando la continuidad del PP, con o sin Rajoy, durante bastantes años. Este es uno de los logros del nacionalismo.
Se imaginan todo ese potencial movilizador que ven en las Diadas ¿dirigido contra la precarización, por el empleo y salario digno? Esfuerzos enormes durante tantas horas, y meses… imaginen si fueran dirigidos a transformar sectores productivos, a reducir desigualdades… imaginen dirigidos a mejorar una Europa más libre, igualitaria y solidaria. Pero esos no son objetivos nacionalistas.
Toda ruptura conlleva costes, sean las personales por amor, amistad, o religiosas, partidistas, societarias… sería imposible que ésta no los tuviera. En Catalunya los promotores de la secesión no hablan de costes, se trata de pintar una ilusión mostrar el paraíso y nada puede diluir la imagen edulcorada que hay que transmitir para sumar voluntades. La marcha por la independencia está tan rellena de sentimientos como vacía de racionalidad y concreción. La presentación de la opción independentista como solución a todos los problemas, sean personales o colectivos de los catalanes, debería oler mal a cualquiera que tenga un pie puesto en la Ilustración y use un poco de racionalidad, -máxime a militantes, partidos y sindicatos de izquierdas, e intelectuales y teóricos sociales-.
El nacionalismo, una forma de populismo, tiene como único objetivo lograr la independencia nacional y convertir Cataluña en estado, asumiendo los independentistas la totalidad del poder político. Para ello utiliza y fabrica una ideología excluyente, necesita diferenciar entre ellos y los demás y enfrentarlos. Ellos, son todos los que se suman al proceso, los demás son el resto, sean catalanes, andaluces, españoles. Racismo y xenofobia son piedras angulares del nacionalismo, fuertemente desarrollados en el nacionalismo catalán desde sus inicios hasta hoy, pasando por los Pujol.