Condenamos con indignación el comportamiento del nacionalismo catalán, pero olvidamos el de los vascos, tan rastrero y repugnante como el de Mas, Junqueras y Puigdemont, con más sangre (la de ETA) en las alforjas y siempre dispuesto a intercambiar apoyos al gobierno por privilegios y ventajas que destrozan la igualdad, la justicia y la dignidad del Estado español. Nuestros ojos están fijos en el desafío catalán, pero hay que mirar siempre al País Vasco porque la hidra nacionalista tiene más cabezas, siempre dispuestas a traicionar a España. Ahora los nacionalistas vascos piden más dinero, más privilegios, más infraestructuras y el acercamiento de los presos vascos a cárceles de País Vasco, a cambio de aprobar los presupuestos del gobierno. ---
Que el nacionalismo se comporte como una prostituta no debe extrañar porque ese ha sido siempre su naturaleza, pero que el gobierno de España entre en ese juego de trueque indigno es lo que realmente hiere y asquea a los demócratas.
Los nacionalistas vascos, acostumbrados a entregar sus principios y su decencia a cambio de ventajas y dinero, saben que ahora es fácil obtener concesiones impensables y mucho más dinero en la negociación de los Presupuestos con un PP que necesita gobernar y que está dispuesto a conceder mucho con tal de lograrlo. Hasta se atreven a exigir la transferencia de la Seguridad Social, algo que haría saltar por los aires la caja única de las pensiones y que convertiría al Estado español en una comedia bufa. Ya tienen el compromiso de financiación de la Y vasca y la Ley del Cupo ya la arrancaron por completo y en condiciones más que ventajosas en la negociación de 2017. Por ello, saben que para evitar el coste electoral de un respaldo al PP deben conseguir logros políticos con los que, además, adelantarse a las demandas de los potenciales votantes de Bildu en el País Vasco.
Algo muy grave nos ha sucedido a los españoles para que nuestro país se llene de indeseables en el poder, controlando el corrompido Estado de las Autonomías. Desde los tiempos de Felipe González, la compra de los apoyos nacionalistas con dinero procedente de los impuestos y las traiciones a la Constitución, la Justicia y la igualdad, concediendo ventajas y privilegios a vascos y catalanes, ha sido la vertiente más repugnante y rastrera de la falsa democracia española, que además de carecer de separación de poderes, sociedad civil y suficientes controles al poder, desconoce la igualdad y la ética, habiéndose transformado en una descarada y atrevida delincuente anti ciudadana.
Rajoy está obligado a cumplir la ley y hacerla cumplir, pero no duda en rozar el abuso de poder y el incumplimiento de la ética democrática cuando negocia para sacar adelante unos presupuestos que necesita para obtener el dinero que apetece y para evitar la sensación de debilidad y bloqueo anticipado de la legislatura.
El gran problema de España es, una vez más, la baja estofa ética de los partidos, que no dudan en anteponer, una y mil veces, sus propios intereses y necesidades al bien común y a la dignidad de la nación.
Por eso, en las entrañas del gobierno se torna obsesiva, en estos días, la consigna de que hay que buscar una fórmula que permita impulsar las cuentas del Estado sin suicidarse políticamente.
Así se gobierna en España y asi negocian dos partidos políticos dominados por lo rastrero: uno que gobierna en España sin ideología ni grandes principios y otro que abraza y practica ese nacionalismo envenenado, inmoral y egoísta, que siempre, si no es controlado y maniatado por la decencia, conduce a los pueblos hasta la división, el enfrentamiento y la guerra.
Francisco Rubiales