Siempre que pienso en cómo sería vivir la experiencia de un campo de batalla militar, me embarga una sensación de desolación, ruina, putrefacción, confusión y olor a pólvora que no me puedo quitar de la cabeza. La guerra, esa lucha armada prolongada que prácticamente no tiene sentido entre sus combatientes, se me antoja un acto socio-político en el que sus protagonistas son prácticamente títeres ajenos a sus causas. Soldados, almirantes, capitanes y demás rangos luchan por la superioridad en un campo de batalla que queda repleto de ruinas, cadáveres y escombros. No hay vencedores, solo vencidos. Solo muerte.
Lo mismo le ocurre a Low en El Narrador, cuando es reclutado por un error burocrático para combatir contra el ejército de mirlos invasor. Tras pasar unos días por la extraña ciudad de Tref, una urbe donde hay desde embalsamadores hasta Edeks y reinas caníbales, Low se une al ejercito de Makemin para viajar hasta una guerra de la que no sabía nada y hasta un lugar al que nunca quiso ir ¿Por qué no escapar? Una edek lo ha visto, y no puede huir. Su destino esta anclado al de este ejercito y su viaje hasta la remota isla de Meqhaset.
Portada The Narrator (Civil Coping Mechanisms)Forma más que contenido
El Narrador es un libro engañosamente fácil de leer, pese a que su prosa densa cargada de metáforas, aliteraciones, adjetivos y cierta experimentación no lo parezca en un primer momento. El juego de palabras es su arma arrojadiza y la magia visual creada por Cisco funciona como un hechizo para el lector. Cualquier párrafo de Cisco esta cargado de detalles y sentidos, de imaginación y experimentación, que llevan un paso más allá la sencilla trama -una marcha hasta la guerra- de El Narrador. Sin embargo, es ya su propio narrador (por redundante que suene), el primer punto experimental de la historia.
La novela, construida en primera persona de tiempo presente donde Low ejerce de narrador, converge en ocasiones con su función de Narrador y a veces, se convierte en un cronista de sus experiencias o las historias de otros. Así, diluyendo las líneas, Cisco presenta a un narrador que podría no ser el mismo narrador durante toda la novela. A veces, incluso se corrige a si mismo o deja entrever ciertos errores gramaticales. Es en esta experimentación formal donde Cisco reluce y deconstruye los tropos de la narración, retorciéndolos hasta más allá de nuestros ojos. Por tanto, El Narrador puede ser una novela que te expulse por cómo está contada y su poco confiable punto de vista, pero que también te enamore por lo mismo.
Cisco mezcla lo figurativo con lo literal, lo extravagante con lo impresionista, creando capítulos desconcertantes e inespecíficos donde no las tenemos todas con nosotros de haber entendido lo que ocurre. Como decía, la lectura es fácil y dejarse llevar por Low debe ser la norma imperante para disfrutar la experiencia de El Narrador por completo, pero reconozco que algunas secuencias de sueños o alucinaciones entremezcladas con la narrativa obstruyen tanto la claridad de los sucesos que dan como resultado un texto presumiblemente ambiguo y, a veces, hasta frustrante para el lector.
Portada The Narrator (Lazy Fascist Press)La guerra según Michael Cisco
Uno de las frases promocionales de El Narrador debería ser que es similar a Dunkerke o 1917 pero en versión onírica. Y es que uno de los principales temas de Cisco a tratar es el horror de la guerra vista en primera línea, viva en nuestras propias carnes. Errante, incomprensible y repleta de muerte, las escenas de El Narrador nos conducen por un camino de confusión donde impera el sinsentido de cada individuo, que obedece un rumbo ciego hacia una más que probable muerte.
“Un ejército es algo espantoso. Algo terrible. Dicen que podrías cambiar de opinión al respecto si tu país se viera invadido y tu gente fuera la que estuviese sufriendo, pero para mí todo eso es tan solo más horror, más horror castrense."Las secuencias de batalla son abundantes, sin significado y caóticas. Cisco transmite de forma magistral el desasosiego de la guerra, la capacidad destructiva de la misma y el horror que puebla un campo de batalla. El Narrador sabe captar a la perfección la confusión y el tedio repetitivo de la guerra, donde lo grotesco y lo perturbador suceden en apenas segundos. Ese lugar donde unos luchan contra otros de forma forzada, obediente e inevitable. Muerte y sufrimiento transpiran y te atenazan a las páginas de El Narrador.
La experiencia de leer El Narrador es probablemente una de esas que no se olvidan como dice Tamara Romero en su prólogo o Jeff VanderMeer en el postfacio. También, de esas que probablemente crezcan dentro de uno mismo si te atreves con una relectura. Cisco rompe los moldes para narrar un relato bélico donde la ambigüedad, la confusión y lo onírico son la regla imperante, pero cuyo desasosiego por la guerra traspasa las páginas. Otras reseñas de interés:El jardín del sueño infinitoDentro del monolito