Publicado por Ezequiel López
Para aquellos que están constantemente en mínimo contacto con el tema, experimentarán un continuo bombardeo de artículos, más superficiales que profundos en general, sobre los prodigios de la inteligencia artificial. Más que tema de interés tecnológico o incluso filosófico como podría ser, se ha convertido en un tema de póker. Es decir, un tema del que estar superficialmente al día, presumir de ser uno de los visionarios de su potencial que desprende la IA y si cabe, alardeo de visión empresarial de invertir o construir alrededor del clima de innovación, aún sin saber realmente de qué se trata. Tampoco es que importe.
Para compensar está atmósfera que vivimos de humos, nieblas y visiones de Steve Jobs y Julio Verne a partes iguales, sobre un tema que lleva existiendo desde los tiempos del bullying a Alan Turing allá por los años 40, presentamos algunas reflexiones, intentando escapar de aquellos rankings de “Los 20 empleos que dejarán de existir en los próximos 10 años” y estando casi a la altura de algunos másters con más publicidad que contenidos, representados por penosas imágenes “abstractas” como la siguiente:
Por supuesto, también se ha convertido en la zanahoria que persiguen todos aquellos que desean cambiar drásticamente su empleo, su futuro, su formación, su carrera y ven aquí una apuesta de futuro y una posibilidad infinita.
Un noble sentimiento e incluso una decisión inteligente, si no fuera porque a menudo estas decisiones se basan más en impulsos disparados por el marketing que por la reflexión y el raciocinio.
Impulsos que conducen a pagar enormes precios por un conocimiento a día de hoy abierto a cualquiera hasta puntos inimaginables. Pero acaso no es el sueño de siempre de ver una oportunidad donde nadie más la vio y hacerse rico y respetado por la asombrosa visión demostrada. Sueños de burguesía, sueño americano y narcisismo, combinación recurrente.
Ahora hablando sobre la Inteligencia Artificial en sí, sin entrar en tecnicismos como ya es costumbre en este terreno. Siempre nos plantean infinitas posibilidades tecnológicas, que nos maravillan, asombran y hasta aterran. Ya vimos al famoso físico Stephen Hawking firmar junto a otros muchos intelectuales y científico un manifiesto ante el temor de que la inteligencia artificial desate consecuencias insalvables para la raza humana, siendo incluso una de las posibles causas de su extinción. Entre ellos se encuentran Elon Musk (Tesla, SpaceX), Steve Wozniak (cofundador Apple) o Noam Chomsky (MIT)
Hawking, Wozniak, Musk
En dicho manifiesto podemos leer pasajes tan lúcidos como el siguiente:
“De la misma manera que la mayoría de los químicos y los biólogos no tienen ningún interés en desarrollar armas químicas o biológicas, la mayor parte de los investigadores en el campo de la inteligencia artificial no tienen interés alguno en la construcción de armas basadas en esta tecnología“.
Y efectivamente, la IA ha tomado el relevo en el desarrollo del “progreso”, y constituye el paradigma tecnológico de nuestro tiempo, frontera que va de la mano del conocimiento de nuestro propio cerebro. Sin duda desbloquear uno de los dos misterios, desbloqueará el otro. Ya sea que el desarrollo de la IA nos ayude a conocer nuestro propio funcionamiento en el proceso o bien conocernos a nosotros nos permita construir. Y es que lo que preocupa, al igual que pasó con el desarrollo nuclear, es el mal-uso de la tecnología, el uso militar sin control, la misma posesión de esta tecnología en posibles conflictos. ¿Nos imaginamos ya una guerra fría donde el desarrollo de la mejor IA sea el análogo de la carrera nuclear y espacial de la antigua guerra fría? Solo que existe una diferencia, en esta tecnología: el perder el control en su uso puede equivaler en que el arma gane independencia frente a la voluntad del humano. Incluso podría salir bien ¿no creen? Un arma que se niegue a matar. ¿Y cuál debería ser el verdadero uso de esta tecnología una vez desarrollada?, me pregunto yo. Nos preguntamos muchos. Está claro que todos pensamos en la tecnología al servicio de la humanidad y sus necesidades. Pero siendo realistas, el progreso tiene un tinte un poco engañoso. Llamamos progreso a que las cámaras tengan más megapixeles y no a que haya menos hambre o analfabetismo en el mundo. Pero ese otro debate. Siempre es otro debate. Así, la inteligencia artificial, tal y como ya se está empezando a pensar y desarrollar está más cerca de someter al hombre que de ayudarlo. Y no es necesario que lo hagan robots asesinos que viajan en el tiempo ni tampoco hablamos de el hombre como humanidad, sino a una parte de él. Hablamos en parte de una dinámica que ya existe, la de crear una necesidad al hombre para venderle más tarde la solución. Esto lleva tiempo existiendo. Lo que se desarrollará serán mecanismos inteligentes que te conozcan, aprendan de ti, y por ende conozcan tus puntos de presión para inocular una necesidad que no tenías. El gap entre este estadio y el de una pérdida sutil y progresiva de libre pensamiento será cada vez más estrecho. Esto es más sutil y peligroso que cualquier robot asesino fuera de control. De hecho nos reconfortaremos en nuestra seguridad a salvo de muchos peligros menos sutiles mientras consumiremos una serie diseñada especialmente para nosotros. El anuncio del crucero de tus sueños irá acompañado de un mensaje del banco con un préstamo facilón. La IA seguramente acabe con un alto porcentaje de los trabajos que hoy existen, esto ya se profetiza diariamente, se avisa y es uno de los principales factores de movilización de la gente para una mejor formación y dinámica.Pero ¿cuál debería ser la principal consecuencia de trabajadores sustituidos por máquinas? No debería ser el paro y la gente endeudándose por conocer más de esta misteriosa puesta-al-día, debería ir acompañado de un sistema de renta básica. Sino habrá sido una gran mentira el concepto de máquina, cuyo último fin sería lejos de liberar al hombre de las tareas más tediosas, el fin de crear un abismo aún mayor en la desigualdad entre clases y países. El modelo de país fabricante y país consumista llevado a un nuevo extremo.
¿Estarán los gobiernos del mundo lo suficientemente éticos y rápidos para legislar sobre la automatización de la sociedad?
trabajadores en una fábrica
Porque la distópica sensación que desprende la sociedad actual frente a una posibilidad futura es que al igual que un perro de ciertas clases sociales tiene más derechos y mejor seguro de salud que la mayoría de los habitantes de países subdesarrollados y algunos que se consideran desarrollados, al igual que un pantalón en España vale igual que un mes de sueldo del que manufactura mil de esos pantalones en el otro extremo del mundo, sin una regulación propia, habrá millones de seres humanos condenados a construir las máquinas del mundo hedonista del 10%, mientras ellos viven peor que las propias máquinas. Esto es más peligroso que los robots armados, al igual que hoy la ignorancia es más grave que las bombas.