Revista Opinión

El negocio del bisturí

Publicado el 19 marzo 2012 por Esther

El negocio del bisturí

El bisturí se ha convertido en el rey de uno de los negocios más lucrativos del siglo XXI: la cirugía estética. El cuerpo humano se convierte en una mercancía sometida a la lógica del mercado, en un alarmante campo de intervención amparado en cánones de belleza engañosos promovidos y publicitados por una sociedad en la que todo se compra, hasta la mujer “perfecta”.

Deseos insatisfechos conducen a una mujer que ha luchado tanto por la igualdad a condenarse a las cadenas de la ingeniería genética con el fin de encontrar en su nuevo físico los retazos de una feminidad que ellas mismas enterraron con su insatisfacción estética. La concepción de la belleza y la perfección personal ya no está en el alma sino en la imagen. Es el credo de las apariencias, un latigazo más de una sociedad narcisista y homogénea caracterizada por el culto al cuerpo, la pesadilla de las dietas, la obsesión por las cirugías.

En España, cada día, cerca de 900 personas se someten a una intervención de cirugía estética. Según datos proporcionados por la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (S.E.C.P.R.E), España es el primer país europeo y cuarto de ámbito mundial en número de operaciones estéticas, por detrás de Estados Unidos, México y Argentina. Liposucciones, prótesis mamarias, sustancias sintéticas, soportes artificiales, intervenciones quirúrgicas.

La mujer se convierte en amiga íntima del botox y sus resultados: labios carnosos, caras estiradas y sin arrugas, cejas altas, pechos turgentes. Los conflictos existenciales irresueltos se dulcifican bajo las apariencias de unas operaciones que luchan denodadamente contra el inflexible paso del tiempo. La transformación está al alcance de todos. Ese es el mensaje que lanzan las campañas publicitarias y hasta los programas que muestran el antes y el después de las mujeres que pasan por el quirófano. En un mundo desestructurado como el nuestro la imagen se ha convertido en un factor clave (con la consiguiente autoflagelación) para la tan ansiada aceptación social por parte del individuo. Son las consecuencias de una libertad mal entendida por parte del género femenino, la búsqueda de la felicidad dentro del artificio y la mutilación del cuerpo, la obsesión por una belleza perfecta, la victoria de la apariencia por encima del sentimiento.

La acérrima creencia en una juventud eterna que no existe y que imposibilita envejecer con dignidad. Y el bisturí frotándose las manos (y su negocio creciendo) ante tanta insatisfacción personal y tanto autoestima por los suelos.


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