El negocio perfecto: montar un país
Indignado es poco para describir como estábamos después de repasar el estado de nuestras finanzas. Haciendo unos cálculos rápidos, casi la mitad del tiempo lo dedicamos a financiar a nuestra querida estructura estatal, autonómica y local. No es que esté en contra de pagar impuestos, pero me enerva que nos crujan vivos sin piedad a cambio de nada.
Estaba por escribir un post serio estudiando el tema, la presión fiscal, la presión real, pero como me he pasado todo el día trabajando no he tenido tiempo y ahora es el momento que intento desconectar e intentar buscar placeres distintos al proyecto. Es cierto que considerar a Masterchef un programa que te de placer, no es menos cierto que es lo más parecido a un programa de gastronomía, al menos en prime-time.
Con lo que no me voy a extender demasiado, empieza el programa en cinco minutos y este tema es lo suficientemente serio como para dedicar un análisis más serio. Para aprovechar el tiempo, puedo extender el post reflexionando de como al final, el cliente tiene la razón y te has de adaptar a sus exigencias. La televisión pública es un claro ejemplo, en vez de fomentar ciertos valores, ha caído en la telerrealidad ofreciendo un espectáculo lamentable con la excusa de la cocina. Se ve claramente que los concursantes no están seleccionados por su nivel, sino por el perfil que tienen: la abuela, el niño, el chulo, el pijo, la pija, el de clase baja. Un personaje por cada categoría de marketing necesaria para realizar el product placement de turno. Porque quizás la televisión dice que no tiene publicidad, pero es casi insultante como te intentan colar productos, marcas y cualquier tema con excusas de lo más peregrino.
Así que si un medio de comunicación masivo como es la televisión, en un canal público que no depende de generar ingresos, acaban cediendo a lo que las audiencias, el mensaje que recibimos está claro: vamos a la catástrofe. Toca dejar de invertir en cualquier tipo de iniciativa y dejarse todos los dineros que nos queden en educación para que la siguiente generación sea, no más inteligente, pero si que sea capaz de pensar por si mismos.
La verdad sea dicha, aceptando que los medios de comunicación no ofrecen información sino contenidos para su audiencia y que esta no parece dispuesta a efectuar el más mínimo intento de reflexión crítica, es cuando hemos de pararnos todos a pensar y decidir que queremos, una generación preparada -no tanto a nivel de habilidades técnicas- para no comulgar con ruedas de molino o simplemente eslabones en una cadena de producción de un proceso que no acabo de ver que está fabricando.
Película: The Great Dictator
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