En el barrio de la Habana donde crecí no había racismo. Mis amigos de infancia y luego de juventud se llamaban el Indio, el Negro, el Carlitos, el Jabao, el Narra, el Yeyo, entre otros. Socios fuertes y amigos para toda la vida. De sus nombres apenas me acuerdo, sólo de sus alias porque así nos conocíamos y tratábamos.
Ahora, si viera al Negro, no podría saludarlo, porque tendría que decirle negro, como toda la vida, pero eso en los nuevos cánones impuestos, es racismo. Y si le dijera al negro que ya no le puedo llamar negro, que debo llamarle por su nombre de pila para no ofenderlo, se cagaría de la risa y me mandaría al carajo. O si le dijera que ya él no es negro sino un ciudadano de color, me diría que dejara la borrachera.
Ya han muerto algunos de aquellos amigos, entre ellos el Jabao, que valía más como hombre y persona que diez blancos de los de ahora.
Eso del racismo hay que entenderlo primero y dar clases después.
La raza negra no es inferior a la blanca, la raza blanca ha hecho durante siglos inferior a la negra, que no es lo mismo.
Los patrones de conductas actuales y los altos por cientos en criminalidad y delincuencia –que son reales, no fantasía- tienen sus raíces en esa discriminación racial impuesta por europeos y americanos (esclavitud incluida) durante mucho tiempo, que distribuía entre los blancos la riqueza y entre los negros la pobreza y la humillación. Discriminación criminal que se mantuvo en USA hasta hace unas pocas décadas…
Para tapar un poco esos siglos de ignominia los blancos americanos emprendieron una cruzada antirracista, con leyes, normas, directrices de discriminación positiva, entre otras. También crearon reglas en la forma de hablar de la gente para evitar ofensas. Con esto se paliaba la discriminación superficial, la de palabras y gestos, aunque no la peligrosa, la de sentimientos y odio. Esa se mantiene según me cuentan los amigos de allá, escondida bajo los paños de las “buenas formas”.
Está muy bien que al menos esa discriminación superficial se evite, pero no al costo de limitar ridículamente los derechos de expresión. Porque entonces se aprovechan los extremistas que siempre están al acecho.
Se dice que Cuba estaba mucho mejor que España en 1959 en nivel de vida y es cierto. Pero es cierto también y no se dice que estaba muy por encima de USA en derechos civiles, especialmente los referidos a la raza. Por ello, los que nos criamos en esa época en Cuba no necesitamos de abates y censores que nos digan cómo tratar a un negro con respeto y como a un igual. No hay que amordazarnos porque no llevamos odio, que se vigile al que lo lleva escondido.
A mí, que uno venga y diga que vio la Habana llena de negros y delincuentes no me parece racista ni condenable. Más me preocupa otro que llegue con dogmas políticos decidiendo que es o no racismo y mostrando un respeto exagerado por las palabras que se digan. Este último me recuerda a los Castro, que se vestían de “igualitarios” al principio y al final terminaron por joder especialmente a los negros del país, que hoy en día representan la capa más pobre y con más índices de delincuencia de toda la sociedad. Los negros creyeron el discurso, apoyaron al régimen y no se iban del país…. ahora son pobres porque no tienen parientes emigrados, están marcados de comunistas y además siguen siendo negros y marginados. Así funcionan estos falsos profetas.
Me advierte el Vice que en TLP no se aceptan expresiones racistas y además me clasifica como tal. Parece que tiene unas varas de medir que son muy precisas para ese fenómeno… Así, si un día yo visitara Haití tendría que decir aquí para no ser baneado: “Uff, Puerto Príncipe es un desastre, mucha miseria y las calles llenas de gentes, muy llenas, y parece que los ciudadanos blancos están todos de vacaciones fuera del país”.
De hacerlo así, este señor Censor General quedará muy satisfecho. Casualmente este mismo señor se la pasa reclamando el derecho de expresión para los cubanos de la isla que no la tienen, contradicciones de la vida.
Eso de que una persona pueda dictaminar que es o no racismo y quien es o no racista, es un ejercicio cuando menos peligroso. Seguramente se le escaparán los verdaderos racistas pues esos esconden muy bien sus sentimientos. Y en el plano personal, en este tema sobre racismo no acepto lecciones ni normas de nadie. A mí no me engañan ni manipulan como hicieron con los negros cubanos.
Por cierto, y referido al título del post, mi amigo el Negro aún reside en Cuba, es oficial de la Policía y me libró de una buena complicación, meses antes de salir de la isla. A él, en parte, le debo mi vida en libertad.
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España.