Hoy os traigo la reseña del tercer y último libro de la trilogía de Samuel Bjørk, El niño en la nieve. Junto con el primero, Viajo sola, es el que más me ha gustado de todos. Sin duda, sube muchísimo el nivel después de El búho.
La historia comienza en el invierno de 1999. Cuando una noche un hombre que vuelve a casa en coche por una carretera solitaria se cruza con un niño en estado de shock y con una cornamenta de corzo en la cabeza.
Han pasado catorce años. En un lago en medio del monte aparece el cadáver de una joven. Como no podía ser de otra forma, los encargados de encontrar al asesino serán los miembros del equipo de Holger Munch. Y, por supuesto, también Mia Krüger.
Esta tercera novela recupera todo el ritmo, la tensión, el suspense, los giros inesperados, la trama trepidante y adictiva, las continuas sorpresas para el lector, que no tiene más remedio que devorar las páginas para descubrir quién es el asesino.
Un asesino que en apenas tres semanas mata a tres personas. Dejándolas en unos escenarios preparados, con pistas para Holger y Mia. Está jugando con ellos. Se ríe de ellos. Les muestra de lo que es capaz de hacer mientras ellos, por el contrario, no son capaces de saber quién es ni, mucho menos, de atraparle.
Cuatro asesinatos en menos de 500 páginas. A cada cual más macabro, desconcertante e impactante que el anterior. ¿Qué tienen en común todas las víctimas? Nada. Ese es justo el problema. Se trata de un asesino que elige a sus víctimas al azar. El asesino más peligroso y escurridizo. El más aterrador. El más letal.
Si a esto le sumamos que, al igual que en los dos libros anteriores, las historias personales de Gabriel, de Holger, de Curry y, sobre todo, de Mia, cobran muchísimo protagonismo en la trama, el resultado es una novela con la que se disfruta muchísimo.
Las páginas vuelan deseando llegar al final para encajar todas las piezas y, al mismo tiempo, da muchísima pena tener que despedirse de estos personajes tan bien construidos, tan reales, tan cercanos, tan complejos, tan humanos.
Sin duda, mi preferido es Mia. Con su pasado lleno de muertes, de fantasmas, de miedos. Su inclinación al suicidio, su adicción al alcohol y a las pastillas. Tan débil, tan vulnerable, tan frágil y, a la vez, tan luchadora, tan fuerte, tan inteligente. Atormentada y superviviente a partes iguales. Uno de esos personajes que no se olvidan.
Una novela redonda, perfecta, brillante. Todo es de diez. La trama, de la que no voy a desvelar nada más. El ritmo. Los personajes. Los escenarios. El lenguaje ágil, sencillo, fluido y, al mismo tiempo, detallista, cinematográfico.
Una historia inquietante, perturbadora, oscura, capaz de envolver al lector a lo largo de los 79 capítulos y no soltarlo hasta el final. Un final redondo, igual de inteligente y extraordinario que el resto de la novela. Un broche de oro para la trilogía.
Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.