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Mil historias empiezan con una llamada de teléfono. Esta no fue una de esas, ni siquiera sonó mi móvil. Felisuco llamó al gimnasio, habló con mi entrenador y fue él quién me explicó lo que iba a ocurrir.
—¡Niño! Nos vamos para la Gran Bretaña.—¿Qué…?
—¿Recuerdas que tu manager te había dicho algo de un combate internacional? —afirmé con la cabeza— Pues ya lo tienes, salimos mañana para Liverpool.
—¡Imposible! —exclamé.
—¡No jodas, Niño! Nos vamos a las islas —rugió con entusiasmo Maxi—. Fish &Chips, cerveza en pintas y a lo bruto, whisky a barullo e inglesas guarras, ¡qué más se puede pedir!
La cita reconciliatoria con la Patri, a la mierda. Nunca me perdonaría. La llamé, supliqué, rogué, cedió, se enfadó, me perdonó, se molestó, supliqué, se volvió a enfadar, me mandó al cuerno, cedió de nuevo, se encolerizó y por último cortó la conversación con una frase muy suya:
—¡Vete a la mierda!
Allí me fui, en avión, eso sí.
La humedad de la entrepierna de la Patri se alejaba de mí conforme ganaba altura, a mi lado mi entrenador, ambos la nutrida expedición, apoyo del manager desde lejos, eso sí, nos había reservado el billete de avión y un hotel a todo confort.
La línea aérea de bajo coste no impedía que las azafatas estuvieran tremendas, no hablaban salvo inglés, para ambientarnos sugirió Maxi, que no paraba de mirar el culo a una mulata que nos atendía.
—Eso es la commonwealth…
—¿El culo de la mulata?
—Claro, Niño, eso tiene mucho de internacional, es mulata. Quiere decir que tiene padre o madre blanca y el otro negro, inglés de la leche, mira qué forma, se mezcla lo respingón de las británicas con la contundencia africana.
—¡Estás flipado, Maxi!
—Soy un experto en culos…
La charla sobre traseros siguió y siguió mientras ascendíamos. Mezcló la charla con un whisky recién adquirido del dutty free, ideal, pensé.
Me reconciliaba la idea de que el combate se iba a retrasmitir por Eurosport y tal vez la Patri decidiera verlo. En un buen supuesto me perdonaría después de todo, como casi siempre hacía.
—¡La leche, Niño! ¡El mar! Esto se merece un traguito.
—Jefe, ¿el rival?
—Ni puta idea, tiene un buen palmarés...
—¿No has visto nada de él?
—Para qué, si íbamos a venir fuera como fuera.
O sea que me iban a dar de hostias sí o sí.
Liverpool, podría decir que había cambiado, para quedar bien en plan internacional, pero tampoco es cuestión de tirarse el rollo. Me pareció una ciudad sucia, llena de ingleses y con aspecto de bebérselo todo.
El hotel estaba a las afueras de la ciudad, al lado de un polígono industrial, a tomar por culo de cualquier lugar conocido. Compartíamos techo con los camioneros de paso, el lugar era cutre y la comida pésima. Maxi no se arredró, el hotel, más bien era un hostal, tenía bar, con eso le bastó y le sobró con la dueña, una inglesa que tenía tanta afición a la bebida como el culo gordo y amorfo.
Pesaje en el lugar de la pelea, un local bonito en mitad de la ciudad. No teníamos mucho dinero para el taxi, todo era carísimo, así que decidimos hacer un poco de turismo montando en autobús.
El entrenador se animó demasiado con la cerveza inglesa. Tener un tipo con resaca en tu esquina no era muy alentador, mientras me vendaba las manos notaba el olor del alcohol y el aliento, apestoso fruto de una noche entre los brazos de la dueña inglesa.
—¡Niño! ¡Tú puedes….! ¡Esquiva…esquiva! ¡Qué dolor de cabeza! ¡No vuelvo a beber tanta birra! ¿No tenéis por ahí una aspirina?
Los ingleses que compartían vestuario nos miraron extrañados. El entrenador se lo explicó, hizo un gesto con la mano haciendo que bebía y luego repitió el gesto varias veces, posteriormente se señaló la cabeza. Los británicos asintieron, sabían cómo se sentía.
—¡Qué amables! No me extraña, con esa mierda de cerveza y decían que era buena. Son gente cruel, como las mujeres. ¡Me duele todo!
—¡Te quieres centrar de una puta vez! ¡Vamos a combatir! ¡Es una oportunidad de la hostia! ¡Céntrate!
—Llevas razón Niño, me centro, ya estoy centrado.
El pabellón abarrotado, gritos y gritos, no entendíamos nada, al menos algo tiene que tener de bueno no saber idiomas. La presión ambiental nos la sudaba. Daba igual que hubiera mil ingleses que cien mil.
Mi rival, la leche, perfil de moneda antigua, un cabrón con pintas, pelirrojo y un aspecto de dar hostias como panes. Mucha charla internacional.
¡A ello!
Sergio Torrijos
Continuará...