‘Es que no para quieto ni un segundo’, ‘solo está tranquilo cuando duerme’, son expresiones habituales entre los padres, más de lo que creemos, porque seamos sinceros ¿cuántos de nosotros conocemos a un niño que sea capaz de estar totalmente quieto durante más de cinco minutos? Los niños se mueven y son activos por naturaleza, son pequeños organismos en constante crecimiento y cuya gran curiosidad y capacidad de absorber todo lo que les rodea les hace no poder parar ni un momento.
Están continuamente aprendiendo y todo les interesa, intentar cambiar esto es una tarea muy complicada y de hecho contraproducente para su desarrollo.
Con todo, dentro de esta necesidad de movimiento habrá que saber distinguir lo que está dentro de la normalidad a aquello que se sale de lo corriente, pero ojo, esto no quiere decir que haya unos parámetros fijos de que lo que es normal y de lo que no. Va a depender en gran medida de la personalidad y el carácter del niño además de su entorno.
Hay niños más nerviosos y otros más tranquilos: no siempre están enfermos o tienen algún trastorno
Hay niños más inquietos que otros pero esto no tiene porqué implicar que tenga algún problema. Y es que muchas veces los padres buscamos síntomas donde no los hay. Hay niños que acaban siendo catalogados como hiperactivos o con trastorno de déficit de atención, cuando esta es una enfermedad que va más allá de tener un niño más inquieto de lo que nos gustaría y que se debe diagnosticar y tratar por un profesional.
Que nuestro hijo sea movido puede deberse simplemente a que tiene mayores necesidades de moverse y explorar que los demás, tampoco debemos olvidar el factor ambiental. En la mayoría de ocasiones una familia desestructurada, la falta de horarios y reglas claras o un problema de falta de atención, suelen derivar en una conducta más nerviosa e inquieta por parte de nuestro hijo. Tampoco olvidemos que si nosotros somos un manojo de nervios y no somos capaces de estarnos quietos lo normal será que nuestro hijo siga ese modelo.
Por lo tanto antes de poner el grito en el cielo, criticar a nuestro hijo o ponerle una etiqueta lo mejor será analizar todos los aspectos y valorar a que se debe su conducta. En el caso de que notemos que esa inquietud es excesiva siempre podemos acudir a un especialista, pero en la mayoría de ocasiones suele ser suficiente estar más pendiente del niño y tratar de inculcarle una serie de pautas que le ayuden a estar más tranquilo.
Pautas para hijos con mucha energía o moviditos
Si nuestro hijo es un terremoto habrá que propiciar en casa actividades más tranquilas, podemos sentarnos con él a leer o hacer una sesión de relajación. Se pueden buscar también fórmulas para que desarrolle su gran actividad, podemos ponerle música para que baile o realizar actividades deportivas. Será importante tener en casa un ambiente lo más calmado posible, con rutinas claras que ayuden al niño a saber qué hacer en cada momento eliminado así la incertidumbre que puede provocar más inquietud.
En definitiva tendremos que lidiar con que nuestro hijo sea activo e inquieto, valorando también lo bueno que tiene y ayudándole a desarrollar de forma positiva toda esa actividad.