EL NIÑO QUE QUERÍA SER HÉROE DE CUENTO
Ni siquiera el calor de su habitación fue suficiente para consolarle. Las sábanas habían dejado de tener aquel efecto reparador en su cuerpo, ahora sentía que el monstruo podía alcanzarle en cualquier momento y que ni el abrazo de su madre era suficiente para protegerle de aquel mal.
La ansiedad aumentaba de forma exponencial. Aquel niño contemplaba el resto de su cuarto desde lo alto de su lecho. Miraba a cada esquina a la que alumbraba con su linterna, escudriñaba las sombras bajo ataques de pánico y pugnaba contra sus instintos para no correr despavorido.
No. Él era valiente, él era un héroe de cuento, un mito de las leyendas, el hombre del que los trovadores hubieran contado historias por los cuatro rincones del planeta si hubiera nacido en otra época.
El problema era que ningún profesor le había avisado que los peligros a los que estos se enfrentaban eran peligrosos, nadie le comentó que la mente puede ser el enemigo más voraz en un cuarto oscuro y nadie tuvo la ocurrencia, ni por un instante, de decirle que los héroes no clamaban a gritos la presencia de sus padres cuando algo se torcía. Todo ello lo tuvo que aprender sobre la marcha, lo tuvo que entender a base de lanzarse cada noche a una aventura y de más de un grito de reproche cuando, aterrado, llamaba a su madre suplicando ayuda.
Pero esa noche se convertiría en habladurías, se eregiría como héroe a imitar, se colocaría en los anales de la historia. Esa madrugada haría frente a la sombra que martirizaba sus sueños y que plasmaba pesadillas en su mente.
Se desbarató de la manta y tomó aire fuerte. El pecho henchido, los brazos otorgándole un porte distinguido. Era su día y nadie se lo arrebataría, era el paso más importante que había dado un hombre jamás. Era…
—¡Hijo! ¡A dormir ya que no son horas! —refunfuñó su madre desde el otro lado de la puerta—. Siempre igual. ¡Quién le habrá metido esas ideas de bombero en la cabeza!
Aquel niño cayó en la cama muerto de miedo. Se colocó bajo las sábanas y procuró no turbar más los sueños de sus padres. Todo el mundo sabía que no había villano más fuerte que quien te dio la vida.
Carmelo Beltrán@CarBel1994