Por Araceli Escudero/Tomado de Cubainformacion
Como era de esperar al Presidente Santos le han otorgado el Premio Nobel de la Paz, y, que casualidad, la nominación se hizo el mismo día de la firma de los Acuerdos de Paz en Cartagena de Indias, el día 26 de septiembre. Santos ha conseguido lo que venía buscando: ser reconocido mundialmente como el adalid de la paz. Una paz de la que, que por cierto, no se ha informado lo suficientemente a la población por parte del gobierno, además de que el discurso de Santos ha sido, en todo momento, ambiguo, lo que ha generado desconfianza en amplios sectores de la población.
La insurgencia, por su parte, si ha hecho todos los esfuerzos posibles por sacar adelante ese proceso de paz, -y por cierto, ha sido la única que ha pedido perdón a las víctimas-; se merecerían tanto o más que Santos ese premio.
Pero, ante todo, este Nobel es un insulto a las víctimas, particularmente para las de los falsos positivos, así como para todas y todos los que han dejado su vida peleando por una Colombia mejor, por una Colombia en paz y con justicia social; esas que sí han trabajado por una solución negociada al conflicto. A ellas, a los familiares de las víctimas, en concreto, había que haberles entregado ese premio.
No obstante, si algo bueno tiene este premio es que significa un reconocimiento de la Comunidad Internacional al Acuerdo de Paz. Por ello confiamos en que el galardón contribuirá a afianzar la paz que tanto anhela el pueblo colombiano; que permitirá no retroceder en los acuerdos y mucho menos rebajarlos, como buscan algunos sectores. Con ello va a ser más difícil que el acuerdo logrado en la Habana pueda ser tocado, trasformado y rebajado por algunas partes interesadas, bajo pena de quedar deslegitimadas para ello. Santos no va a tener más remedio que seguir adelante.
Porque aunque los resultados de las elecciones nos genera gran preocupación, así como el alto abstencionismo que se registró en el Plebiscito que alcanzó el 62.67%, hay que añadir que otros muchos colombianos no pudieron votar por falta de previa apertura de registros electorales. Colombia es un país donde buena parte de la población campesina carece de documentación y fuera de sus fronteras hay, además, más de 4 millones de colombian@s –muchos de ellos exiliad@s polític@s- la inmensa mayoría sin censar. Asimismo, el paso del huracán Mathew por la región caribe colombiana, el día de la votación, impidió que la población fuera a votar, en una región donde masivamente las encuestas daban ganador al SI. Tampoco podemos perder de vista los 6.377.482 votos a favor del Acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP. Sólo 53.894 votos le otorgaron la victoria al NO, una diferencia tan nimia que no puede ser asumida como una victoria absoluta de los uribistas, para entrar a modificar unos acuerdos firmados y ratificados por las partes, avalado por la comunidad internacional en su conjunto y apoyado por más de seis millones de colombian@s.
El triunfo del NO, por un escaso margen, ha sido el reflejo de la profunda crisis sistémica que carcome al sistema político creado por la derecha en este país. La tremenda manipulación habida en la campaña contra la paz promovida por el narcoparamiltar Uribe Vélez, ayudado por la Conferencia Episcopal y las Iglesias Cristianas, es un síntoma de la crisis generalizada de la sociedad colombiana, pues gran parte de ella se ha dejado engañar fácilmente. Con el plebiscito por la ratificación de los acuerdos hacia una paz estable y duradera, han demostrado, una vez mas, su capacidad para mentir y asustar a la población para que dijeran No, donde tenían que haber dicho SI.
Las élites no están dispuestas a permitir que se abran espacios para la democracia, ni para que otras organizaciones les puedan disputar el poder, del que siempre han gozado. Ellos quieren la guerra, para seguir implementando sus políticas de exterminio, de su seguridad democrática, el expolio de tierras, y, sobre todo, seguir con la impunidad de la que siempre han gozado. Quieren bloquear la realización de los acuerdos, quieren destruirlos para que la paz no sea posible; para ello, no dudaron en lanzar a las calles a esa Colombia ignorante y homófona, que gritaban vivas en defensa de la familia, la tradición y la propiedad.
Pero da igual lo que griten; los sectores populares, las víctimas y tod@s los que han realizado tantos esfuerzos por conseguir la paz, seguirán siendo l@s abanderad@s para que esto sea posible. El proceso no ha finalizado y se seguirá fortaleciendo la capacidad de organización y resistencia, defendiendo lo pactado en los acuerdos. No va a haber otra mejor oportunidad para poner fin al conflicto armado y avanzar en la construcción de una paz estable y duradera. La derecha no lo va a tener fácil.
Ahora para avanzar en la paz, Santos, deberá convocar lo más pronto posible la Constituyente que tanto evitó, una Asamblea Nacional Constituyente amplia y democrática, que incluya al ELN y al EPL, para sellar definitivamente el proceso de paz en Colombia.
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