Revista Educación

El nombre

Por Siempreenmedio @Siempreblog

El nombre

Ayer tarde me di cuenta de que te puedes apañar una lista de reproducción bien maja en Spotify únicamente con solistas que no usan su verdadero nombre: Bon Iver, The Tallest Man on Earth, Iron&Wine, The New Raemon, Señor Chinarro, La Bien Querida, Badly Drawn Boy, Cat Power, Bat for Lashes, L.A. Me dio por preguntarme qué habría elegido yo para mi exitosa carrera musical: que me reconocieran por mi nombre o esconderme detrás de un alias ingenioso. A ver, me llamo Carlos Rodríguez, que es casi como no llamarse nada. Tan poco que durante un año de mi vida un profesor se empeñó en llamarme Javi y yo no me atreví a corregirle. Me bastaba con que me llamara por algún nombre, aunque no fuera exactamente el mío.

Supongo que eso es lo importante. Que te llamen. Que te identifiquen. Con algo de amor, cariño o respeto al menos. Ser alguien único entre el grupo. El cómo te distingan pasa a ser secundario mientras lo hagan.

Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar acaban de ser galardonadas con el Premio Sájarov 2016 a la Libertad de Conciencia que otorga anualmente el Parlamento Europeo. Cuando Dáesh llegó a Kocho, Nadia y Lamiya los vieron masacrar a todos los habitantes de su pueblo salvo a las mujeres jóvenes como ellas, que fueron secuestradas para ser utilizadas como esclavas sexuales. Nadia logró escapar tras tres meses esclavizada, Lamiya no puedo hacerlo hasta un año y medio después del secuestro. Hoy, ambas, Nadia y Lamiya, son portavoces de las mujeres víctimas de la campaña de violencia sexual del Dáesh y defensoras públicas de la comunidad yazidí de Irak, una minoría religiosa sometida a una campaña genocida.

Osama Abdul Mohsen es aquel refugiado sirio al que una periodista húngara (Petra László) pateó “porque entró en pánico”. Sabemos su nombre porque la patada fue vergonzante y porque el Real Madrid le buscó trabajo de entrenador de fútbol en Getafe.

Bana Alabed es una niña de siete años que recientemente ha logrado ser evacuada de Alepo. La conocemos porque a su corta edad ya ha puesto los pelos de punta a medio mundo desde Twitter.

Con Aylan Kurdi (el niño Aylan, el niño ahogado) y Omran Daqneesh nos pillaron desprevenidos. Nos colaron el nombre y la foto.

Si repetimos Nadia Murad, Lamiya Aji Bashar, Osama Abdul Mohsen, Bana Alabed, Aylan Kurdi y Omran Daqneesh varias veces, si logramos memorizarlo, aunque sea con fallos, con aproximaciones, quizá podamos entender la necesidad del nombre. Nadia, Lamiya, Osama, Bana, Aylan y Omran son esos: Nadia, Lamiya, Osama, Bana, Aylan y Omran. Una vez sabes el nombre cuesta más llamarlos peligro, emigrantes, refugiados, moros, terroristas, musulmanes, los otros. Cuesta más mirarlos a la cara y mandarlos a la mierda, o a su casa, que hoy por hoy es exactamente lo mismo. Y si no hacemos el esfuerzo ni siquiera hoy nos merecemos que la mierda nos alcance.


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