Impulsada por una visita de Lorenzo Silva a mi pueblo, me acerqué a la biblioteca y saqué en préstamo dos de los pocos libros suyos que aún no me había leído: El nombre de los nuestros y Carta Blanca, los dos sobre la Guerra de África, esa que pasó hace menos de un siglo y de la que tan poco, o tan nada, se habla.
Concluido el tiempo de préstamo, hoy he devuelto los dos libros. Pero sólo me he leído uno, el primero. No es que no haya tenido tiempo para los dos, que algo de eso ha habido, es que no me veo con resistencia emocional como para embarcarme de nuevo de campaña por el Rif marroquí. Porque El nombre de los nuestros me ha dejado aniquilada. Hundida en la miseria.
Más que ante una novela, nos encontramos ante un diario de guerra. Una descripción pormenorizada de lo que se vivió en determinadas posiciones del ejército español en esa zona del protectorado, ahora Marruecos, durante los meses del verano de 1921. El Desastre de Annual. Uno de los mayores horrores y vergüenzas de España, y mira que tenemos historial para dar y repartir.
Como decía antes, lo que sucedió en aquel tiempo en aquellas tierras es bastante desconocido para los españolitos de hoy en día, que pensamos que antes de la Guerra Civil no hubo nada y como mucho nos suena lo de Cuba en 1898. Y dando gracias. No sé vosotros, pero servidora no estudió jamás la historia española del siglo XX, y si me apuras, ni la del XIX. Era llegar a Isabel II y, ANDA, si es junio, exámenes, bueno, esos capítulos finales del libro de Historia tampoco tienen tanta importancia. Lo de la Guerra Civil ya que os lo cuenten vuestros abuelos en casa.
Total, que ni flores. Así que mi cara leyendo El nombre de los nuestros os la podéis imaginar. Que aunque una ya tiene una edad y algo ha leído, ciertas cosas no dejan de horrorizar.
De hecho, muchos días he tenido que dejarlo porque no podía más. Era demasiado el sufrimiento y el horror. Me he obligado a terminarlo porque, por supuesto, merece la pena, y por homenaje también a todos esos soldaditos españoles que pasaron calamidades y horrores en una tierra extraña que ni les iba ni les venía, enviados por unos gerifaltes que, como siempre en la historia de este maldito país, pensaban en todo menos en el bien de su pueblo. Mal rayo los parta.
Además de contar un trocito de nuestro pasado que deberíamos todos conocer, El nombre de los nuestros es también una dramática y demoledora advertencia sobre nuestras circunstancias, las de ahora mismo, las que están protagonizadas por el terrorismo islámico y el choque entre dos formas de ver la vida por completo incompatibles. Cómo son ellos y cómo somos nosotros y quién tiene las de perder.
Os lo recomiendo con intensidad, pero quedáis avisados. Mejor empezadlo un día que tengáis el ánimo bien arriba, porque es muy duro. Mucho.