Revista Cine

El nombre (Le prénom)

Publicado el 16 septiembre 2012 por Spiderman @cineylibertad

El nombre (Le prénom)Víctor Alvarado (publicado en www.paginasdigital.es)

En menos de dos años, el cine francés ha llevado a la gran pantalla tres obras de teatro: Potiche (François Ozon), Un dios salvaje (Roman Polanski) y El nombre (2012), aunque esta última supera por su calidad a las dos anteriores.

La historia gira en torno a un solterón y dos matrimonios en la que el marido de uno de ellos anuncia la llegada de un nuevo ser al mundo, al que quiere ponerle el nombre de Adolph, lo que generará una serie de acalorados debates.

Está dirigido por dos amigos y guionistas como, que tienen una cortísima trayectoria cinematográfica. Sin embargo, esta película, como decíamos, proviene de una obra de rotundo éxito en Francia (250 representaciones), escrita por los citados cineastas. Al desarrollarse en casi su totalidad en el salón de un piso, pudiera resultar claustrofóbica, pero la profesionalidad y el ácido humor junto a los giros argumentales mantienen la cinta viva. Las situaciones más divertidas suceden unas tras otras sin solución de continuidad durante la proyección del largometraje. Las dos primeras partes son muy entretenidas, mientras que el drama se queda relegado al último tercio, pero las sorpresas lo hacen más llevadero.

El reparto lo componen en su mayoría los mismos actores que participaron en dicha obra con lo que la química entre los actores nos parece más que notable. La verdad es que ninguna de las interpretaciones tienen nada que envidiar a las estrellas más rutilantes del panorama internacional y deben apuntarse los siguientes nombres: Patrick Bruel, Judith El Zein, Valérie Benguigui y Guillaume de Tonquédec. La virtud de los guionistas ha sido la de conseguir que sus personajes, de marcada y enfrentada ideología política, tengan vida propia, es decir; que no sólo se dejan llevar por ella, sino que opinan “libremente”, no cayendo en los tópicos de siempre en algunos momentos.

El nombre (2012) es una crítica tanto al pensamiento de izquierdas como de derechas, con lo que uno se puede reír de uno mismo, de los demás o de todos. A pesar de la dureza de algunos diálogos como producto de la convivencia, en ella se refleja que la familia es el paraguas que lo aguanta todo y que se encuentra disponible tanto para las duras como las maduras. Nos parece memorable la escena en la que el neoliberal se mofa de los nombres cursis, que su cuñado “progre” le pone a sus hijos.


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