EL NOVILLO QUE QUISO SER TORO (Crónica clase práctica en Benamocarra 28-F)

Plaza de Toros de Benamocarra (Málaga)
Jueves 28 de febrero 2013
Clase práctica con motivo del día de Andalucía. Casi lleno.
Se lidiaron cinco novillos de “Los Recitales”, bien presentados, más chiquito el último. De buen juego en general, destacando por su bravura el cuarto de la tarde.
JUAN CARLOS BENÍTEZ: (E.T. Málaga) pinchazo y estocada (1 Oreja)
SAMUEL RODRÍGUEZ: (E.T. Murcia) estocada trasera y tendida (1 oreja tras aviso)
JOSE ANTONIO MORALES: (E.T. Málaga) pinchazo hondo y perpendicular al
encuentro, aviso, y estocada casi entera
también al encuentro (1 Oreja)
JOSE ANTONIO LAVADO: (E.T. Málaga) pinchazo, bajonazo que hace guardia y
estocada casi entera (2 Orejas)
JOSE ANTONIO “EL LAURI”: (E.T. Málaga) estocada desprendida que produce
derrame (2 Orejas)
EL NOVILLO QUE QUISO SER TORO
Por José Daniel Rojo


Sin embargo, sí tuvo la suerte el bravo animal de caer en unas manos que, al menos, quisieron lucirlo. Jose Antonio Lavado, que se percató enseguida de la excelente condición de su oponente, no fue egoísta y decidió jugar al cincuenta por ciento. Tras un inicio muy torero por bajo con la franela, fue dándole distancias de menos a más; conforme más avanzaba la faena más metros dejaba entre torero y novillo para iniciar las tandas. Fue una delicia ver como se arrancaba una y otra vez. Con fijeza, embistiendo con celo. Mejores fueron las tandas de Lavado con la mano diestra. No era fácil estar delante, pues ya se sabe que en estos casos el torero puede verse superado por el animal, pero no fue así. Se supieron compenetrar los dos protagonistas del ruedo y aunque con ciertos altibajos, principalmente al natural y con puntuales defectos de colocación por parte del joven aspirante, construyó una faena que, esta vez sí, mantuvo una regularidad importante. Una voz flamenca, la del cantaor veleño Antonio José Fernández, al son de un fandango dedicado a la Tauromaquia, vino a poner el calor a una fría tarde que alcanzó, justo aquí, los momentos más álgidos del festejo. No tuvo el novillo la muerte que mereció; mal Jose Antonio Lavado con los aceros y a pesar de todo, el incomprensible premio de las dos orejas mientras un animal, bravo como pocos, se iba arrastrado por una fea mulilla y ante la indiferencia de una presidencia que no supo o no quiso otorgarle el reconocimiento de la vuelta al ruedo y un público que estaba en otros menesteres, salvo aquel grupo de aficionados cabales que allá, en los tendidos de sol, se arrancaron con unas tímidas palmas.

Hubo otros momentos interesantes a lo largo de una tarde en la que la Escuela Taurina de Málaga presentaba a nuevos chavales que abren un ciclo nuevo en la entidad, dando continuidad así a una destacada gestión de la que, entre otras cosas, son resultado estas clases prácticas que se celebran a lo largo y ancho de la provincia de Málaga. Jose Antonio Morales, que se topó con otro muy potable novillo, dejó entrever un apetecible concepto del toreo. Tiene valor y se queda quieto, se le adivinan buenas cosas que ojalá pueda pulir con el tiempo. Juan Carlos Benítez tuvo algunos pasajes aceptables no exentos de revolcones, compartió tercio de banderillas con Lavado y se le premió con un apéndice. Con ganas y ambición salió “El Lauri” ante el añojo más pequeño del encierro. Tres largas cambiadas y una revolera sirvieron de saludo capotero en una tarde en la que se echó de menos el toreo a la verónica. Le costó trabajo al joven novillero cogerle la distancia a otro animal que fue bravo. En los compases finales de la faena, cuando consiguió enganchar al novillo, pudo enjaretar dos series buenas, sobre toda una al natural muy ligada. Llegó a gustarse en algún pase suelto mientras que algunos desplantes estuvieron fuera de lugar. Mató de una estocada de efecto fulminante que animó al público y al generoso presidente a concederle las dos orejas.
Por su parte, el representante de la Escuela Taurina de Murcia, Samuel Rodríguez, dio vida a un trasteo que no metió en calor al público. Cierto es que a su oponente le escaseaban las fuerzas pero hubo demasiados enganchones y casi siempre, al hilo del pitón. Una serie de manoletinas fue el epílogo a una faena que se premió con otro apéndice.
