Resulta admirable que la escritora Monserrat del Amo sintiese la necesidad de estar innovando en el mundo de la narrativa juvenil incluso en sus años de senectud, cuando tantos otros autores ya se han rendido, mucho más jóvenes, a la molicie de la repetición de fórmulas. Sirva como ejemplo su obra El nudo, con la que obtuvo en 1978 el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, y que presenta una ficción con tres partes bien diferenciadas. En la primera nos habla de las peripecias de Manu, Kimu, Gud y otra porción de personajes que viven en lo alto de una montaña escarpada. Forman una tribu de cazadores, tecnológicamente retrasada, pero que viven en perfecta armonía interior, en una especie de Sangri-La con tintes edénicos… hasta que se enteran de que los habitantes del llano, armados y belicosos, pretenden invadir su mundo y convertirlos en esclavos. Transmutados entonces en defensores de su modo de vida, los niños de la tribu comenzarán a comunicarse mediante el sonido de sus arcos, y crearán de ese modo mítico la música. En la tercera parte del volumen nos dedicaremos a hacer alpinismo con Agustín, Gonzalo y María, que escalan una alta montaña y que, una vez en la cumbre, descubren un detalle que los desconcierta: una figura con una escafandra, que resulta ser un extraterrestre y que reacciona de un modo muy peculiar al contacto con los seres humanos.
Pero lo más importante es el segmento central (la parte segunda del libro), sin duda su zona más chocante: una serie de páginas que están en blanco. Es el lector quien tendrá que dar su versión de los hechos y establecer la conexión que, a su juicio, vincula las dos historias. Tendrá que unir los hechos y dar su interpretación. La montaña es la misma en las dos narraciones, pero el resto está sujeto a opiniones: los aborígenes inventan la música y eso los “eleva”; el ser extraterrestre decide conocernos y “baja”. Juego de contrastes, sin duda lleno de significados y sugerencias. Pero lo más importante es que, dominándolo todo, está la pluma de Monserrat del Amo, reina sutil, diosa sabia y sonriente, que maneja hilos invisibles para llevar a sus jóvenes lectores por el sendero de los libros de la mejor manera posible: proponiéndoles historias vibrantes, muy bien contadas y con una enseñanza final que les llegue con nitidez y los deje pensativos.