“El Desafío de esta nueva realidad es para aquellos educadores capaces de reencontrarse permanentemente con la felicidad de su tarea, buceando profundamente en su interior para descubrir a su propio niño interno, y desde allí, con la luz del amor, brindarse con seria alegría juguetona para avanzar juntos desde el conocimiento a la sabiduría.”
(Chamalú)
“No hay uno solo. Hay características que pueden ayudar. Depende de la personalidad. No tiene por qué ser perfecto. Tiene que tener buen carisma con los chicos, tener buen humor, prestar atención a las necesidades y ayudar a los que no entienden. Ser buena persona. Tiene que estar purificado, sacarse todos los problemas de encima…entrar purificado. Quizás tenga preocupaciones, pero no las tiene que transmitir a sus alumnos. Si tiene un mal día, tampoco transmitirlo. Entender lo que es ser un niño, ponerse en el lugar de él y ver qué haría si tuviera la edad del niño.”
(Sol de 11 años, ante la pregunta de cómo definirían a un buen maestro)
El maestro deberá formarse en el nuevo pensamiento, despertarse a una nueva mirada abarcadora de la realidad del niño para comprender cada caso particular, orientar y guiar a él y a su familia adecuadamente para que el niño no sólo “aprenda y se comporte mejor” sino –y lo que es más importante aún- que crezca contenido, en paz y feliz.
El nuevo maestro deberá profundizar en el conocimiento de sí mismo, de sus límites y proyecciones. La proyección es ese mecanismo de la mente humana que tiende a adjudicar al afuera, a los otros, aquellos aspectos de su personalidad que desconoce, que no puede ver ni aceptar de sí mismo. Se trata de una cuestión naturalmente humana de la cual debemos darnos cuenta para ofrecer respuestas objetivas.
El nuevo educador habrá de desarrollar una mayor intuición e integrar recursos que lo ayuden a comprender y a actuar con prudencia y sabiduría.
Sin duda su tarea juega un papel fundamental en el cuidado de las emociones de los niños, para lo cual habrá de ser más que necesario observar la situación de los propios estados emocionales a la hora de dar clases y entrar en contacto con los alumnos.
Grande es el compromiso como noble y valiosa la tarea del educador. Tarea que debe, necesariamente, estar acompañada de una autentica autoconciencia y trabajo personal.
Deberá observarse todo el tiempo, no podrá evitarlo. Los niños mismos lo llevarán a esa búsqueda. Podría caer en graves errores de no hacerlo o simplemente en poco tiempo se vería fuera de sus funciones. La nueva energía es muy fuerte y probablemente la vieja no alcance a sostenerse.
La verdadera vocación del maestro de hoy incluye un compromiso personal aun mayor que el de otros momentos de la historia.
No puede estar al frente de un grupo de niños –de estos niños sabios- alguien que no reúna altas condiciones morales, emocionales y espirituales junto a un disciplinado trabajo interior.
(Gabriela Béduchaud)