Estamos viviendo un período en el que el inversor medio no sabe dónde poner sus dineros.
Los depósitos bancarios ofrecen rentabilidades próximas a cero. La renta fija no renta más allá de un 1-2% y siempre que uno se olvide de los altibajos en el precio de los bonos. La renta variable (las acciones) son la mejor opción, pero ¿quien invierte sin inquietud cuando se da por sentado que estamos al final de un ciclo económico de crecimiento y al inicio de uno de alza de tipos de interés que seguramente hará que la bolsa caiga o en el mejor de los casos se mantenga plana?
Sólo hay una solución: confiar en los actuales titanes de la inversón en el mundo: los fondos de private equity.
El private equity es el nuevo maná. Llevan años dando rentabilidades de dos dígitos y las siguen prometiendo del mismo nivel. Levantan fondos multimillonarios, ya sea en Estados Unidos (por ejemplo Carlyle) o en España (por ejemplo Altamar). Es verdad que el inversor no puede recuperar el dinero cuando quiere, sino según lo va reembolsando el fondo, en función de las salidas de los proyectos en los que invierte, y que las cantidades mínimas a invertir suelen ser elevadas, pero hoy por hoy parece que vale la pena.
Si hasta ahora no se ha planteado hacerlo, mireselo.