Revista Coaching
Extraña semana de puentes de arrancar y parar con la vista puesta en las dos últimas semanas que nos quedan, hasta arriba de trabajo, para llegar a la Navidad. Aún así he tenido un par de sesiones.
Con Carlos disfruté de una fenomenal comida en Iroco (Madrid). Me contó que iba a dejar la compañía en la que trabajaba desde hacía más de 25 años porque había perdido la magia que en su momento tuvo. Lo que empezó siendo una compañía familiar se había convertido en una multinacional con cultura y procedimientos totalmente contrarios a aquellos por los que él había luchado. De tratar casi personalmente a todos los empleados se había pasado a que estos no fueran más que un número grande.
Cuentan que hace muchos años gobernó un lejano país un rey muy bueno. Sin embargo, había tantos niveles jerárquicos entre él y su pueblo que apenas se conocían. El rey les tenía como un "número grande". Los súbditos eran muy desgraciados y el rey les enviaba ministros, médicos, asistentes... pero no sabían cómo hacer las cosas o aprovechaban la lejanía para llenarse los bolsillos.
Así que el rey, preocupado por la situación decidió viajar personalmente por su reino. En cada pueblo se le organizaban recepciones, grandes banquetes y fiestas que animaban a los habitantes. Sin embargo al apagarse los últimos fuegos artificiales la tristeza y la sensación de desgracia volvían a cubrir el pueblo entero.
El rey decidió dar un paso más. Reunió a su camarilla y tras otorgar a su primer ministro plenos poderes para gobernar el reino durante su ausencia les dijo: "Desconocido de todos viviré en medio del pueblo, trabajando con mis manos. Al atardecer me reuniré con algunos vecinos y les contaré uno a uno el secreto de la felicidad".
"Majestad - intervino el jefe de protocolo - cuando hayáis conseguido hacer felices a una docena de vecinos, habréis progresado mucho pero quedarán aún decenas de millones de hombres desgraciados".
"Querido consejero. Sabía que alguien me replicaría esto. Pero mira, enseñaré a esa docena de vecinos a hacer lo mismo con tres, cuatro o diez según sus posibilidades. Si cada uno comunica así un poco de su felicidad a sus más cercanos, toda la gente del reino se transformará".
¿Has pensado alguna vez en la enorme responsabilidad que tenemos entre manos de hacer feliz a esas tres o cuatro personas -no más- que tenemos cerca?.