Revista Comunicación
Zoido prometió hacer de su gestión un tul a través del que se vería hasta el último dato, el más ínfimo gasto en lo más liviano, con total claridad. Tras dos años en el sillón de la alcaldía, su promesa de transparencia y de devolver a los ciudadanos la participación en las decisiones que los gobiernan se ha quedado en poco más que un gesto de buena voluntad.
Aquella frase gloriosa del entonces aspirante a regidor de los sevillanos es una pesada losa hoy sobre sus espaldas. “Voy a gobernar la ciudad con luz y taquígrafos” sentenció entonces. Pero como ocurre casi siempre, de la voluntad a los hechos suele haber un largo y tortuoso trecho. El hecho de contar con una mayoría absolutísima y abrumadora no facilita precisamente esta tarea, porque ya se sabe que el ser humano es un animal tendente a la imposición y si es con respaldo legítimo aún más.
A Zoido le queda todavía un largo trecho en esta materia. Incluso cabría preguntarse qué entiende el alcalde por transparencia y participación. Desde luego no tiene nada que ver con el ordeno y mando al que están acostumbrados ciertos delegados de distritos y que están imponiendo de mala manera en los pequeños órganos de gobierno de los barrios.
En lo relativo a las facilidades a la hora de poner en manos de los ciudadanos los datos que dibujan el estilo de gobierno de su ciudad, mejor ni hablamos. Nunca ha sido tan difícil hablar con responsable político del Consistorio, o con los dirigentes de las empresas municipales. Todo está controlado por el búnker propagandístico de Laredo y sus escuadrones marketinianos.
Es cierto que el alcalde ha debido darse cuenta de que algo no funciona, porque en la presentación de su balance de gestión del bienio prometió volver a los barrios, el germen de su aplastante victoria. Lo que ocurre es que puede que ya sea demasiado tarde; el lobo ha dejado ver su patita.
La transparencia más que una voluntad es una forma de enfrentar la vida, un estado de conciencia que permite abrirse a los demás para que tengan su protagonismo en la propia existencia de uno mismo. A la transparencia jamás se llega desde la soberbia, desde esa impunidad que otorga el no tener que discutir los asuntos con los otros, el saberse fuera del alcance de la mirada crítica de los demás porque no se les facilitan las armas para ello. Es una actitud más que una vocación.
Así es fácil remitir a los ciudadanos y a los periodistas a la prensa cuando solicitan información y eludir la propia responsabilidad resguardado en esa soberbia y esa prepotencia de quien se sabe lejos de la línea de fuego. Se les olvida que no hay mentira que no sea capaz de desmontar el tiempo, que nada permanece oculto eternamente. Y que por mucho que pretendan esconder esa manera de hacer tan peculiar, al final todo se acaba sabiendo, todo acaba tocado por la divina luz de lo público. Ésa que Kapuściński utilizaba para espantar las cucarachas.
En sevilla report hemos analizado a fondo y en detalle la gestión del alcalde en cuestión de transparencia y participación ciudadana. Lo tienes en “Opacidad a prueba de luz y taquígrafos”, en el balance de los dos años de gobierno que hacemos junto a sevilladirecto.com.