"Allí, en el centro de la memoria, en el corazón de aquella civilización, el sentimiento de un mundo perdido era físico, tangible.Aquel corazón se había desplazado del valle entre el Palatino y el Quirinal a la otra margen del Tíber, donde se alzaba una basílica sobre la urna de un pescador venido de Palestina. Él era el vencedor. Y él, Eutiquio Crescencio Severo, ya no era nadie."