Revista Cultura y Ocio

El océano al final del camino (Neil Gaiman)

Publicado el 06 marzo 2015 por Elpajaroverde
"He soñado con aquella canción, con aquellas extrañas palabras y su sencilla melodía, y en diversas ocasiones, en el sueño, he entendido lo que decía. En esos sueños yo también hablaba aquella lengua, la primera lengua, y tenía poder sobre la naturaleza de todo lo real. En mis sueños, era la lengua de lo que existe, y cualquier cosa hablada en esa lengua se volvía real, porque nada de lo que se dijera en ese idioma podía ser mentira. Es la piedra angular de todo. En mis sueños he utilizado ese idioma para curar a los enfermos y para volar; una vez soñé que regentaba una perfecta y modesta casa rural en la costa, y a todos los que venían a hospedarse en ella les decía, en ese idioma: "Sé completo". Y se cumplía, dejaban de ser personas rotas, porque yo les había hablado en la lengua creadora."
Es curioso como los recuerdos se abren paso en nuestra mente, pajaritos. De qué rara manera se apoderan a veces de ella. Puede ser a través de un sueño, como el de la lengua primitiva. Otras veces son los más nimios objetos o situaciones los que abren la puerta a esa memoria que imaginábamos dormida. También es extraña la manera en que esos recuerdos lo invaden todo, cercana unas veces a la realidad vivida, saturada de extravagantes o sutiles licencias de la memoria otras. Como diría la anciana Señora Hempstock, si se preguntara a varias personas que hayan vivido un mismo suceso respecto a este, ninguna de ellas lo contaría igual. Es como si hubieran vivido acontecimientos diferentes, como si existieran múltiples realidades, como si sus recuerdos engendraran múltiples mundos.

El océano al final del camino (Neil Gaiman)

Portada de El océano al final del camino

"Si me lo hubieran preguntado una hora antes, habría dicho que no, que no recordaba el camino. Seguramente ni siquiera habría podido recordar el nombre de Lettie Hempstock. Pero allí, en medio del pasillo, empecé a recordarlo todo. Los recuerdos asomaban por el borde de las cosas, y me hacían señas. Si me hubieran dicho que volvía a ser un niño de siete años, casi lo habría creído, por un momento."
Así, de modo intempestivo, como un río salvaje que al abrirse las compuertas lo invade todo a su paso, arrollan los recuerdos infantiles al protagonista de "El océano al final del camino". El hombre vuelve a su pueblo natal para asistir a un funeral. Sintiendo la necesidad de estar sólo acaba deambulando por donde estaba la antigua casa en la que viviera de niño. Sus pasos le guían por la carretera hacia una granja al final de la misma. Al entrar en ella empiezan a despertarse en su interior sensaciones y reminiscencias dormidas, pero es frente al estanque propiedad de la granja Hempstock, donde esos recuerdos cobran una fuerza inusual y le devuelven de golpe a su infancia. No es de extrañar que así sea, al fin y al cabo no se halla frente a un estanque cualquiera. Lo que está presenciando es un océano, un océano en cuyas aguas una vez se sumergió y en las que por un instante sintió sobre él el peso de todo el saber y el conocimiento del mundo.
Y de la misma inminente manera, como si fuera un silbido o un chasquido de dedos, pasamos nosotros de la realidad a la imaginación más pura y desbordante. Si algo caracteriza a Neil Gaiman como escritor es su capacidad para sumergirnos en su apabullante creatividad. Nos deja caer en un instante en su mundo imaginado sin que acusemos la caída. Podría decirse que sentimos que volvemos a tener siete años como le ocurrió al protagonista de esta novela, pero no es así. Lo que sí nos sucede es que vivimos con su misma emoción todas sus aventuras. No sé si es el hecho de que están narradas en primera persona o de que no se nos permita saber el nombre del hombre que vuelve a ser niño (con lo cual podríamos ser cualquiera de nosotros), lo que sí sé es que nos dejamos arrastrar encantados por los dibujos de este libro. Porque sí, pajaritos, es inevitable, es imposible no dibujar imágenes en nuestras cabezas, no imaginar ilustraciones a medida que pasamos las páginas, como en los cuentos que hemos leído o nos han leído de niños. Y es maravilloso, estar disfrutando de un cuento para adultos, como si fuéramos niños, pero sin dejar de sentirnos adultos.
"No echo de menos ser un niño, pero echo de menos el placer que me producían las pequeñas cosas, por más que las cosas importantes se estuvieran desmoronando."

El océano al final del camino (Neil Gaiman)

landing. Fotografía de bachmont

Es una muerte la que lo desencadena todo, la que abre la puerta a criaturas de otro mundo y la que inicia la singular por increíble aventura que vivió este hombre cuando era un niño. Son seres que en unos casos dan a los humanos aquello que más anhelan (lo primero que reciben es dinero, qué curioso), en otros vienen a limpiar el desaguisado hecho y se toman su tarea muy en serio, demasiado. Tan sólo nuestro pequeño parece percibir los sutiles cambios que empiezan a producirse. Pero contará con ayuda: la de su recién amiga Letti Hempstock, su madre y su abuela. Letti tiene once años (lo cual no tendría nada de especial de no ser porque hace muchos años que los tiene), viene de una tierra al otro lado del estanque que ella afirma que es un océano, su abuela ha visto el principio del mundo, parece saberlo todo pero por encima de todas las cosas, parece saber lo que hay que hacer. Las extrañas criaturas tienen un especial interés en nuestro protagonista de siete años, y este no tendrá más remedio que dejar atrás todo lo que daba por certero en su corta vida para plantarles cara.
"Los adultos siguen caminos. Los niños exploran."
Y nosotros exploramos ese extraño mundo con él y avanzamos asombrados por este brillante y a veces terrorífico cuento que Gaiman escribe para nosotros. Tiene muchos de los elementos de los cuentos clásicos esta novela y sin embargo es a la vez una historia completamente nueva. Realiza un excelente trabajo de ambientación el escritor inglés, aunque en su caso la ambientación sea ese magnífico universo creado de realidades enfrentadas. Acompañamos al protagonista en su aventura, con pasos más seguros en unos casos, con huellas titubeantes en otros, porque nos pasa con Gaiman lo mismo que a nuestro pequeño hombre con Letti, a veces tenemos la sensación de que nos habla en clave.
"Si puedes enfocar tu miedo en algo concreto y visible, en lugar de en algo que podría ser cualquier cosa, todo es más fácil."

El océano al final del camino (Neil Gaiman)

Golden light. Fotografía de Andrew Huff

No sé que me inspira más ternura, pajaritos, si el niño tratando de salir del lío en que sin querer se ha metido, o el hombre adulto sentado sólo y recuperando su infancia a golpe de recuerdos. Empezaba esta entrada hablando de la memoria y de la curiosa manera en que a veces nuestros recuerdos acuden a visitarnos. Sin embargo, a medida que avanzaba en la lectura no he podido evitar sentir una sensación de pérdida. Supongo que son dos conceptos indisolubles: la recuperación de algo es inherente a su anterior pérdida. Y al final no tengo muy claro si la magia de este libro estriba en mostrarnos cómo nuestros recuerdos pueden crear una realidad inventada o en descubrirnos todo lo que perdemos y dejamos atrás al hacernos adultos.
"Era la encarnación misma del poder, flotando erguida en la electrizada atmósfera. Era la tormenta, el rayo, el mundo adulto con todo su poder, todos sus secretos y toda su estúpida crueldad."
Tal vez esté en las dos cosas o quizás la verdadera magia sea que nunca lo sepamos. Como tampoco sé si el que el océano del título se halle al final del camino es casual o si ese ha de ser su lugar para que sigamos el camino que sigamos siempre lleguemos a él, nos podamos sumergir en sus aguas, y aunque sólo sea por un instante, ver. Os decía, pajaritos, que da a veces la impresión de no entender todo lo que se nos dice en este libro. Tal vez use la lengua primigenia en ciertos puntos y algún sueño ha de venir al rescate para que lo comprendamos; tal vez a mí se me esté escapando algo; o tal vez, y me gusta pensar que así es, este tejedor de fantasías que cobran vida que es Neil Gaiman, lo haya hecho así a propósito. ¿A propósito, para qué, os preguntaréis? Para que cada uno de nosotros podamos reinventar su mundo (como un recuerdo compartido pero nunca revivido igual). Y también porque en un cuento, por muy adulto que sea el que lo lea, siempre ha de haber misterios por descubrir y senderos por explorar por ese niño que por más que nos esforcemos en ocultar, por más que nos empeñemos en disfrazar, nunca dejaremos de ser.
"Te voy a decir algo muy importante: por dentro, los adultos tampoco parecen adultos. Por fuera son grandes y desconsiderados y siempre parecen que saben lo que hacen. Por dentro, siguen siendo exactamente igual que han sido siempre. Como cuando tenían tu edad. La verdad es que los adultos no existen. Ni uno sólo, en todo el mundo,..."

El océano al final del camino (Neil Gaiman)

La luna at end of day. Fotografía de Alan L


Ficha del libro:
Título: El océano al final del camino
Autor: Neil Gaiman
Editorial: Roca
Año de publicación: 2013
Nº de páginas: 240 

Primeras páginas y booktrailer


Por si mi reseña no os ha acabado de convencer os dejo un enlace en el que podéis empezar a leer este libro y también el vídeo promocional del mismo, a ver si así os animáis.
Primeras páginas de "El océano al final del camino"
Booktrailer de "El océano al final del camino"

Volver a la Portada de Logo Paperblog